viernes, diciembre 16, 2005

Ególatra


Si ya hace mucho frío, pero hoy amaneció soleado.
Si tienes algo que estrenar.
Si ya depositaron el aguinaldo.
Si hay dinero en el cajero.
Si te lavas las manos y hay una toalla a la mano.
Si pasó el perro del vecino y no se orinó en tu arbolito.
Si te tocaron todos los semáforos en verde.
Si no se estancaron los carros en donde regularmente se estancan.
Si encontraste lugar donde estacionar tu automóvil en la puerta de tu trabajo.
Si todos te saludan con buen ánimo.
Si el café te sabe excepcionalmente bien.
Si recibiste la llamada que no esperabas.
Si vas a hacer el amor hoy por la noche.
Si comiste lo que se te antojó.
Si llegó el amor a tu vida.
Si se fue quien debía salir de tu vida.
Si entraste / saliste y no chocaste con nadie.
Si te pareció ver un ángel tomando un taxi,

No te extrañes.

Hoy es mi cumpleaños y por eso todo es correcto.

33


33 años de vida
33 motivos para celebrarlos
33 shots de vodka en las rocas con arándano y limón
33 besos que me dieron sin pedirlos
33 caricias que me tatuaron
33 olvidos que se me olvidaron
33 lágrimas que no salieron de mis ojos
33 deseos impostergables
33 sueños que me despertaron en la madrugada
33 libros que me definen
33 ideas que me vuelven loca
33 líneas que dijeron casi todo
33 tentaciones que me ruborizan
33 orgasmos que me hicieron infinita
33 estrellas que me hipnotizaron
33 latidos que me hicieron sentir viva
33 puntos que cerraron el lugar por donde surgió la vida
33 rizos furiosos que me recuerdan cada mañana por qué no sé peinarme.
33 películas que he visto más de una vez
33 canciones que me han hecho tripear
33 ciudades que no conozco
33 ciudades que han sentido el peso de mis pasos
33 chocolates que me han consolado
33 sentimientos por definir
33 sensaciones por sentir
33 verdades que me han sacudido
33 mitos que no he resuelto
33 años viviendo donde mismo
33 primaveras de mañanas limpias y flores amarillas.
33 veranos de tormentas y pies descalzos
33 otoños rojos, brillantes, con vientos moderados.
33 inviernos fríos, secos, y algunos de ellos solos.
33 lunas que han acompañado mis madrugadas
33 situaciones que me han hecho más fuerte
33 momentos que me han devuelto la infancia
33 bendiciones por cada uno de los años que hoy se cumplen.

martes, diciembre 13, 2005

Stand-by

Diciembre, si bien a uno le da gusto que llegue, a mí en lo particular me provoca cierto vértigo; es el único mes del año en el que tengo una fecha límite, a dead-line time para entregar todo lo entregable, todo lo escribible, todo lo que no se hizo durante 12 meses.

Este fin de año, si bien no llegó la lana que esperaba, llegó una impresionante lista de informes a presentar el próximo jueves, por lo que en vía de mientras, los invito a que me relean o lean algunos de los blogs amigos (lito, rencoria, yohualli, lord cheselin), o me esperen pacientemente sentados con un cafecito-chocolate-champurrado-atolito-tequilita-whiskito-sidra-cogñaquito, un buen suéter porque está haciendo mucho frío y la mente abierta.

No se preocupen lectores amigos, si en un arrebato de nostalgia por lo que no he escrito, quisieran alcanzar mi cuello con sus manos e intentan estrangularme, es comprensible, y si en algún momento los imagino en tales circunstancias, procuraré no poner demasiada resistencia, dejarles hacer, para que al menos les quede la sensación de que una vez muerta, no hay por qué esperar que escriba nada más, nunca más.

Tal vez la solución, para evitar tales desvaríos es que busquen compañía este diciembre, para que no estén tan al pendiente de lo que pueda decir o no en este espacio en el espacio creado por el gusto de intentar perpetrarme a través de la transgresión de sus ideas, fantasías, sueños, deseos, pensamientos y sentidos.

lunes, diciembre 05, 2005

Decembrino


Y llegó diciembre, y con él los rollos navideños. Si bien el año pasado argumenté con mis amistades más cercanas que me esperaba la mejor navidad de mi vida gracias a la llegada a mi vida de la princesa de los rizos furiosos, este año en parte creo que será más o menos igual, salvo algunas –27, para ser más exacta-- pequeñas excepciones:


1. El año pasado me dieron en el trabajo una suculenta gratificación económica que permitió que me fuera 2 semanas de vacaciones a Puerto Vallarta. Este año, si tengo suerte, me llegará el aguinaldo completo.


2. Ergo, este fin de año estoy totalmente en contra de los bonos navideños.


3. Mi tío C, el preferido por mucho, aunque a muchos les duela, decidió exiliarse a L.A., víctima de una depresión monumental.


4. Mi primo D, anda divorciándose y extraño el no ver a mi sobrino favorito y a la buena amiga que ha sabido ser su exesposa.


5. No he podido hacerle ver a ciertas personas que el Pavo Horneado Congelado y vendido en WM, G, CM, etc., está congelado desde antes del que se comieran el año pasado.


6. Temo que el pavo horneado, comprado en las cadenas antes mencionadas, volverá a ser la comida favorita en esta temporada.


7. No cumplí ni la tercera parte de mis propósitos de 2004 y 2005. Empiezo a creer en el concepto de “bolsa acumulable”.


8. Se fundió una de mis series favoritas de foquitos rojos.


9. Se descompuso mi horno de microondas.


10. Mi cafetera está fallando.


11. El invierno viene frío y los hombres nomás no llegan. Pienso empezar a poner algún tipo de señalamiento, de mensaje: “duermo sola y con la ventana abierta, casa absurdamente naranja, altura del balcón: 2.5 mts., soga “piñatera” atrás de la segunda maceta abriendo el cancel, no se preocupe por el perro, es amigable”.


12. Conozco a una señora que anda toda tensa tensa por su próximo viaje al extranjero, tan tensa que pelea o se enferma y eso me deprime.


13. No llegó el hombre de mis sueños a mi vida. Llegaron muchos otros, pero menos al que estaba esperando y que me auguró una gitana.


14. Tampoco llegó el hombre de mi vida a mis sueños, por si tenían curiosidad al respecto.


15. Señora Gitana: si es cibernauta y de casualidad o causalidad puede leer este textículo le informo, no sin pesar, que el hombre moreno que vio en las cartas que interpretó para mí, no está interesado en tener otro tipo de relación con quien suscribe, salvo que sea amistosa.


16. Señora Gitana (2): si ya leyó el punto anterior, tendrá que leer este: el hombre blanco, que vive cerca de Guadalajara, y que usté auguró como “regalo de la vida”, este año no llegó y la verdad no sé si valga la pena esperar otro regalo por parte de la vida.


17. Empiezo a no creer en las gitanas.


18. Mi mano no me dice nada.


19. El punto anterior no es una insinuación erótica, es una afirmación literal: mi mano no tiene nada escrito en su palma. También me lo dijo la gitana.


20. No pienso tener propósitos para fin de año. Con la bolsa de los dos años anteriores es más que suficiente.


21. No hay muérdago en mi casa ¿pa qué?


22. La decoración navideña se la dejé a mis papás.


23. No podré comprarme mi botella de Chivas 12 años.


24. Mitigaré el frío con Tequila don Valente, manufacturado en Arenal, Jalisco.


25. Mi lectura para la vacación: “Mujeres que aman demasiado”, he descubierto a partir de las letras de mi nueva mentora: Robin Norwood, que soy adicta a las relaciones difíciles porque:


a) Como me aterra que me abandonen, hago cualquier cosa para evitar que una relación se disuelva.

b) Casi ninguna cosa es demasiado problemática, tarda demasiado tiempo o es demasiado costosa si “ayuda” al hombre con el cual estoy involucrada.

c) Acostumbrada a la falta de amor en las relaciones de pareja, estoy dispuesta a esperar, conservar esperanzas y esforzarme más por complacer.

d) Estoy dispuesta a aceptar mucho más del cincuenta por ciento de la responsabilidad, la culpa y los reproches en cualquier relación.

e) En una relación, estoy mucho más en contacto con mi sueño de cómo podría ser que con la realidad de mi situación.

f) Soy adicta –uuuy, qué palabra tan terrible—a los hombres y al dolor emocional.

g) Al verme atraída hacia personas que tienen problemas por resolver, o involucradas en situaciones que son caóticas, inciertas y emocionalmente dolorosas, evito concentrarme en mi responsabilidad conmigo misma.


26. Pienso ensayar e intentar distintas maneras para entrar en estado cosificado y que parezca que no me entero. Por lo tanto advierto: si me hablas y no te pelo, si me buscas y no me encuentras, puede que esté ejercitando mis facultades cosificativas, no es que no te quiera hacer caso.


27. El número de excepciones es como el melate, acumulable.


Nota aclaratoria: Todo aquel o aquella que se sienta identificado con alguno de los puntos o personajes expuestos, ha acertado, se habló precisamente de ustedes. No piensen que me voy a justificar con decirles que “no es personal”, todo lo que se haga, se diga o se piense dentro de este blog es personal, aunque sea personalmente figurativo, imaginativo, fantástico. Por favor, considérense afortunados por haber sido mencionados en un blog que trasciende fronteras de tiempo y espacio. Gracias.

viernes, diciembre 02, 2005

De risa o muerte...


Tan peligroso es
que se nos vaya la vida
en cada letra que escribimos,
en cada palabra que decimos,
en cada pienso que nos atormenta,
como el poner la vida
en el sexo con/sin amor,
en la Rayuela de Cortázar,
en la maldita canción
que nos hace tripear
una vez que nos encuentra
en la mitad de la radio.

...Mejor fuera que se nos fuera la vida así, muriéndonos de risa.

Para el Mostro, por lo que me hace decir, reír, sentir y pensar. (Pensado con anterioridad en Yohualli.blogspot.com, noviembre durante la FIL)

jueves, diciembre 01, 2005

FILings...



Sigue la FIL y yo sigo con ella, pero es necesario hacer una pequeña pausa, breve, sólo para recapitular un poco lo que me ha traído la FIL este año y que creo ha sido más de lo que me ha regalado en 12 años de asistencia ininterrumpida.

z) El domingo 27 de noviembre se presentó en el salón Agustín Yáñez del centro de negocios de la Expo, la revista CASIOPEA, en la cual tuve el privilegio de participar con un pequeño pero divertido cuentito. La invitación la hizo el buen Gabo, mi primo del alma, y durante más de un mes me olvidé casi por completo de que había sido requerida para esta publicación. Debo reconocer que salvo uno o dos comentarios que había escuchado de voz de Gabriel sobre la revista, nunca antes la había visto. El concepto es novedoso: se tiran 40 ejemplares, nada más, con obra original de artistas plásticos de Guadalajara; en esta ocasión y a consecuencia de la FIL se invitaron a escritores a participar y tuve el honor de estar entre las invitadas. Durante el evento se improvisó la lectura de algunos de los cuentos y poemas que fueron incluídos en la revista, me sorprendió gratamente que una peque de 6 años estuviera participando también en la revista. Lo mejor, pero realmente lo mejor fue:
  1. que mi gran y maravillosa amiga Lula me hubiera acompañado.
  2. que el buen Fletes también se hubiera dado una vuelta por allá y que me "animara" para leer el cuentito.
  3. haber conocido al maravilloso Víctor Joseph, quien ilustró con un fotograma el texto y quien es realmente maravilloso. Gracias Víctor, mil gracias otra vez.
  4. haber conocido a Ramsés Figueroa, otro gran personaje de la literatura tapatía, súper agradable, súper chambeador, muy chido. Seguiremos en contacto, mi estimado; fue un privilegio colaborar con el equipo de Casiopea.
  5. haber sabido y escuchado, después de conocerlo durante 10 años, de la risa de Arnau.

y) Luego, el 28 de noviembre comenzó, también adentro de la FIL, el Coloquio de Bibliotecarios, saludé a Sergio López Ruelas, Martha Enciso, Helen Ladrón de Guevara, etc., etc. amigos y compañeros de vocación durante el tiempo que he estado involucrada con los libros y los servicios bibliográficos. Fue un gustazo volver a verlos.

x) Por la tarde, el mismo lunes, tuvo lugar la primera reunión de bibliotecarios de la Red de Bibliotecas Especializadas en Ciencias Sociales, en El Colegio de Jalisco. Debo reconocer que siendo anfitriona no dejaba de sentir cierta tensión al invitar a LOS GRANDES, como lo son el Colegio de la Frontera Norte, El Colegio de México, El Instituto Mora, El Colegio de Michoacán; sin embargo, durante la reunión pude darme cuenta y agradecer infinitamente, que contrario a mis temores, nadie padece síndrome de "diva" entre los bibliotecarios; todos demostraron una actitud abierta y con muchas ganas de trabajar en equipo. De esta reunión se formó una mesa directiva y varias comisiones, así que nos espera un 2007 de mucho trabajo. Entre las personas con quienes conviví más y con quienes me identifiqué más, fueron Carlos Arellano, director de la biblioteca del Mora y Martha Hano, coordinadora de colecciones del CIDE, ojalá pronto nos volvamos a encontrar en Zamora para las jornadas o en la segunda reunión de la red.

w) Sigo caminando entre los pasillos de la FIL, y el martes me topo con el colectivo editorial Letra Negra, un grupo de chavos centroamericanos, libros de calidad, editados por manos y mentes jóvenes; fue un gustazo compartir el vino con Mauro, Víctor y Armando; espero logren encontrar un espacio en México y que nuestro sueño de colaboración en conjunto se concrete a corto plazo.

Hasta aquí voy en la FIL, conociendo, reconociéndome, inventando y reinventándome. Comprando libros que juré que jamás leería, revoloteando entre editores, sonriendo, viviendo, pero ante todo y sobre todo, caminando, caminando mucho aunque nunca sea realmente demasiado.

lunes, noviembre 28, 2005

De Reencuentros


"la fil es como la familia que tenemos fuera de la ciudad: la esperamos todo el año y cuando llega, ya queremos que se vaya..." Toño Venzor, durante alguna plática en la Sala de Prensa de una de las muchas FIL que hemos compartido.

Desde el sábado en la noche quedé de acuerdo con los Payes de endosarles a la hija el domingo. Lavinia se despertó a las 9:00 y entre que quiso escuchar su "múkika" y se puso a jugar un rato sobre mi cama, nos dieron las 10 de la mañana, por fin, el hambre le hizo ruido en el estómago y bajamos a desayunar, huevo, tortillita, pan dulce, cafecito... todo como buen domingo. Terminando de desayunar subimos a vestirla para que se fuera a la granja con los abuelos y dejara a su madre preparándose para el reencuentro.

Porque aunque muchos me digan que la FIL es la feria más importante de libros a nivel nacional, que es una exposición bibliográfica comparable con las mejores de Europa y todos los motivos lógicos, profesionales, comerciales e intelectuales que le quieran dar, la verdad, acá entre nos, entre compas que somos, la FIL es un reencuentro. Desde que uno pisa la explanada de la Expo se empieza a encontrar con gente que "ya había visto en otro lugar" y el juego mental de "dónde lo he visto, dónde lo he visto..." termina siempre en sonrisa o en un "qué guey estoy": pos aquí, en la FIL el año pasado... pos sí, mi chavo, ¿en dónde más? y aquí es importante hacer un paréntesis para hacer una breve relación de las personas que casi todos los que vamos a la FIL hemos conocido:

-La señora de las papas fritas que se pone justo abajo del espectacular gigante
-Los hippies postmodernos que venden velas aromáticas también sobre la explanada.
-El cuate alto del turbante naranja-blanco.
-Carlos Monsiváis -con su chamarrita de mezclilla y su consabida greña-
-Raúl Padilla rodeado de edecanes siempre buenísimas.
-Toño Venzor
-Los trajeados
-Los darketos
-Las chicas FIL: pantalón de mezclilla viejo, zapatos viejos, blusa de cuello de tortuga, bufanda rastafari, cabello sucio y enmarañado, vasito de café en la mano izquierda y cigarrito entre los dedos índice y medio de la derecha, caminado indiferente, mirada perdida, y gorila flaco e indiferente caminando a su lado.

Y entonces, cuando uno va caminando y se va reencontrando con todos estos personajes, si bien la excitación inicial va diluyéndose entre el ruido natural de la feria y las voces en acentos variadísimos con los que uno va chocando, mezclándose, en ese momento todo parece tomar el orden necesario, la dimensión propicia para sentirse como en casa. Aquel bodegón inmenso, con carriles y carriles de stands, viene a ser como el patio donde llegan a recrearse los niños: venimos a ver libros, a tocarlos, a manosearlos, a sobarlos, a olerlos, a ver si no nos cachan y nos podemos meter entre la ropa la edición bilingüe del Ulises de Joyce, o la antología de Borges, o el Varón Rampante de Italo Calvino... tantos que han estado en una lista durante al menos 12 años y nunca me he animado, debo confesarlo, a hacer como que se me pegó al forro del saco, de la chamarra, de la bolsa... triste egresada de Letras que nunca ha podido salir de la FIL con algo que no haya comprado, salvo la cantidad inigualable de folletos y periódicos que a uno le regalan a lo largo de las visitas de todos los días.

Este año la FIL me trae a Perú: César Vallejo, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce-Echenique, entre un montón de escritores más. Me trajo mi publicación en CASIOPEA, revista-carpeta de arte; y como a penas va empezando, no puedo decir qué más me dará o me quitará, habrá que darle su tiempo y su espacio y al final ver cómo terminamos. En este inter, me pongo los zapatos cómodos, la ropa holgada, me cuelgo la mochila, y me dispongo a caminar, a perderme durante 7 días por los pasillos torcidos de FIL.

jueves, noviembre 24, 2005

Presentación de Casiopea

Presentación de CASIOPEA
Revista / carpeta de arte
>Conversación entre un plástico y un escritor<
27 de noviembre, 20:00 horas.
Salón Agustín Yáñez en la Feria Internacional del Libro, FIL.

Artistas invitados: Nino Magaña, Ramsés Figueroa, Antonio Cisneros, Ruiz Rojo, Alessandra Tenorio, Lourdes Covarrubias, Belinda Medina, Roberto Zamarripa, Carlos Varela, Irene Pérez, Dante Medina, Maldonado, Georgina Torres, Víctor Joseph, Hilda Figueroa, Patricia García, Antonio Marts, Sandra Carvajal, María Luisa Burillo, Diana Martín Segura, Melissa Cisneros, Sergio Araht, Gabriel Sánchez, Raúl Bañuelos, Augusto Metztli.

miércoles, noviembre 23, 2005

Llegando a los 33


Es una bendición el no tener líneas de expresión en el rostro.
Es una aberración que me siga gustando comerme el duvalin sin palita.
Es una fantasía el que llegue el amor a mi vida.
Es karmático que sigan invitándome a romper la piñata.
Es una frustración crónica el haber crecido sin abuelos.
Es una locura seguir trabajando en donde trabajo.
Es una cosa fantástica haber aprendido a manejar automóvil estándar.
Es una maravilla que mis padres se sigan preocupando por mí.
Es muy placentero despertarse en la mitad de la noche y no darle mayor importancia.
Es angustiante la necesidad de estar preocupada por alguien.
Es siempre indecente la línea escrita después del sexo.
Es fascinante mi parecido con la hija.
Es triste no dedicarle más tiempo a mis filias.
Es mórbido contestar una llamada después de las 12 de la noche.
Es una delicia despertar acompañada en cama propia o ajena.
Es mágico el irme descubriendo en lo que he escrito.
Es una tontería no darle crédito a mis ideas.
Es extrañísimo dejar guardada a la imaginación.
Es sugestivo delinear mis ojos y mis labios.
Es (sigue siendo) pecado el pan, los chocolates, la coca-cola, las pastas.
Es un cumplido que me digan que me veo más joven que mi hermana menor.
Es una perversión pensar en otros fines para el Hershey’s, las fresas y la crema batida.
Es hilarante que las amistades de mis padres me sigan viendo como “la niña”.
Es un acto de tenacidad, para los demás, mi manera de proceder ante ciertas situaciones.
Es inaudito el que me gusten los huevos revueltos aderezados con catsup.
Es de buen gusto el sonreír, mirar a los ojos y ser atenta con los demás.
Es un escándalo cada texto erótico que publico.
Es inconfesable mi soledad a crédito.
Es inconfundible mi risa entre la gente.
Es impensable el viajar más de 2 meses continuos.
Es insólito el uso que se le puede dar a un chocolate.
Es inconveniente dejar de soñar.
Es meritorio seguir preguntando.
Es común que me aburran los adultos.
Es oportuno reflexionar sobre lo que se ha dicho.

La Gripa(e)

Una terrible Invasión de bichos minúsculos pero no menos letales, ha tenido lugar en Torreslandia, motivo por el cual las ideas están sitiadas y los piensos por más que lo han intentado, parecen más bien aletargados ante la presión craneal provocada por la congestión nasal.

Será cuestión de uno o dos días para volver a tener la mente libre de obstáculos fisiológicos que me dejen escribir más o menos legible, más o menos coherentemente.

Me retiro a tomarme mi tecito, mi pastillita, mis 2 litros de agua, andar bien cobijada, darle tregua al tabaco y permanecer lo más tranquila que se pueda a 4 días de la presentación de Casiopea y 5 del maratón FILístico, que este año me trae a Alfredo Bryce-Echenique, César Vallejo, Mario Vargas Llosa... promete más que la del año pasado y lo agradezco a pesar de la gripa, del estornudo y la congestión.

lunes, noviembre 21, 2005

El que quiera
azul celeste
que se acueste.

Carlos Pellicer

viernes, noviembre 18, 2005

De regazón y cosas piores...

Entonces resulta que una va metiendo la pata, regándola, jodiéndose de a poquito… pero también es un hecho de que una no se da cuenta de la situación, hasta que tiene el agua o la mierda hasta el cuello. Una empieza como jugando, como no queriendo la cosa, a regarla, no se da cuenta hasta dónde le está permitido llegar, en dónde están los límites… de hecho no se da cuenta si hay límites, cree que todo está permitido, que todo es parte del juego y un buen día, cuando el sol está totalmente desperezado en lo alto del cielo, cuando los pájaros cantan encerrados en su felicidad matutina, cuando los árboles se van pintando de amarillo y el viento empieza a ser más frío, más de invierno, ese día cuando todo parece que la vida seguirá su rumbo, su tiempo, su risa, todo se detiene y empieza a retroceder. La tahona empieza a dar la vuelta en dirección contraria y el jiote, el que ya fue machacado una vez, ve con temor que viene de regreso esa mole de madera, esa trituradora viene una vez más a pisarlo, a lastimarlo… pobre jiote, él que pensó que ya la había librado, que pronto sería feliz desecho en el campo, resulta que la tahona se está regresando y lo volverá a pisar, le dará una segunda o una tercera vuelta y volverá a sufrir de la opresión, del sentimiento de no ir a ninguna parte, de no tener salida ni remedio.

Y entonces, una se da cuenta de que se ha perdido terreno, y quiere creer que sería bueno tener “de lo perdido lo recuperado”, pero sigue doliendo, sigue la espinita de querer gritar que son chingaderas, que las cosas pueden ser más maduras, que si no se entendió el juego es porque no se quiso entender como lo que era, un juego tonto…

Me queda recoger mis juguetes, irme al jardín y divertirme yo solita; es invierno, el frío ya me está llegando a los huesos, pero no pienso entumirme, voy a seguir jugando, voy a seguir queriendo, yo sólo quise jugar pero creo que mi compañerito de recreo era demasiado serio, demasiado formal para los juegos que quise inventar con él.

Me duele el retroceso, la pérdida de alguien con quien había logrado identificarme en la risa, en el llanto, alguien con quien había logrado una comunicación de fondo, esencial… pero cuando una la riega de esta manera… ¿qué sigue?, cuando una se da cuenta de que fue una gran ofensa lo que se consideró travesura, risa compartida… ¿qué se hace?, ¿cómo se sigue adelante?...

No me quiero amargar, ni amargaré tampoco al lector, al fiel lector que me lee de cuando en cuando, usted lector, que no ha dejado de llegar hasta esta tierra en donde se ha enterado de deseos, sueños, discusiones y tormentos, no le amargaré el día, le contaré el chiste del pollito que se llamaba Resistol, que se cayó y se pegó, o el chiste al revés: primero ríase… ya ve qué fácil?, verdad que no lo he amargado?, verdad que no le destrocé su día?, usted ríase, lector amigo, lector cómplice, lector de minutos en los que le comparto, el día de hoy, dos chistes malos por una buena idea de lo que significa quedarse, otra vez, sola.

jueves, noviembre 17, 2005

Último Tango en París


Para intentar el amor pasajero
es necesario borrar el pasado,
no decir nombres,
inventar lugares y personas:
"señora sin tiempo y sin espacio",
"caballero del pene sin historia",
"vagina estelar", "culo del cielo",
"señora de la luz adormecida",
"príncipe de las penetraciones",
"senos que todo lo dicen",
"ojos que callan",
"corazón que no siente",
"pantera", "gata", "cerdo",
"burro incansable", "olor",
"cisterna abierta", "áureos cojones",
"coño de las consolaciones",
"soledad para la soledad",
"felicidad sin nombre",
"compañerita de los recreos",
"sombra mía", "sombra tuya",
"todo y nada...",
y refugiarse en la casa del sexo,
llevando entre los dientes
un caudal de adjetivos delirantes.

Lo único que debe ser real
son los cuerpos libres
para el encuentro y el desencuentro,
el tibio escondrijo,
los lugares ocupados
por el olor carnal,
el lecho del tamaño del deseo
para intentar todas las caricias
y confundir las pieles
en el largo sudor
que resplandece
en la media luz
de las cortinas de la tarde.

Intentarlo, intentarlo,
aunque al final de todo
venga la muerte
a descascarar su risita irónica
y las calles se borren
y el cuarto de los secretos
flote vacío en la noche de la ciudad.
Nada pasó: los que se conocieron
eran desconocidos
y ese amor de instantes
fue un tango absurdo
en el salón tenebroso;
un bello salto en el vacío.

Hugo Gutiérrez Vega.

miércoles, noviembre 16, 2005

Dimmi, che fai, Silenziosa Luna?


Che fai tu, Luna, in ciel?
Dimmi, che fai, Silenziosa Luna?
Sorgi la sera, e vai,
contemplando i deserti; indi ti posi.
Ancor non sei tu paga di riandare i sempiterni calli?
Ancor non prendi a schivo,ancor sei vaga di mirar queste valli?
(de "Canto notturno di un pastore errante per l'Asia" 1829-1830 G.Leopardi)


A veces se me viene una necesidad inmensa de compartirme con la Luna o de compartirla con alguien. Durante la madrugada de hoy desperté varias veces y en cada ocasión tuve que checar el despertador pensando que sería hora de levantarme. No fue así, el resplandor que podía observar desde mi cama, la iluminación azul mortuoria, me la daba la Luna; adiviné que estaría justo encima de mi balcón y me aventuré a asomarme por la ventana --quien suscribe reconoce que le da pavor acercarse a la ventana por la noche, cuando todo es oscuridad y teme encontrarse con ella misma ante el reflejo de la nada--, con un insomnio casi programado y sin tener nada mejor qué hacer, fui hasta la ventana y observé que Marte se está alejando, que Venus se lo agradece y que la Luna, mi Luna llena de noviembre me estaba esperando y estaba casi tan sola como yo.

No estoy pidiendo compañía.

El comentario va más lejos o más cerca, hoy mi mostro me preguntó si en alguna ocasión le había regalado la Luna a alguien, porque él lo había hecho varias veces... me quedé pensando sobre el regalote y creo que no la he otorgado todavía, al final ¿qué sería de mí sin ella?; tal vez la haya compartido, haya enviado algún mensaje haciendo hincapié en la sonrisa de la luna o en su desaparición temporal del cielo... pero creo que todavía no la he regalado. Creo que sería un regalo sumamente importante. Tal vez se la podría regalar a mi hija, pero los hijos se van y corro el riesgo de que se la lleve con ella, tal vez se la podría regalar al próximo amante que acompañe algunas de mis noches, pero el amor no es para siempre y correría el riesgo, de nueva cuenta, de quedarme sin ella.

Al final la única opción que me queda es quedarme sola con la Luna, compartir mi soledad con ella, que siga sabiendo de mis secretos y deseos no confesados todavía, que me siga viniendo a visitar cada noviembre, cada diciembre o cuando se le pegue la gana, que la Luna sólo se me aparece cuando tiene algo importante que comunicarme o cuando sabe que tengo reflexiones que compartirle...

Magnolia

Recuerdo que Magnolia quería ser monja. Ella me lo dijo una tarde debajo del árbol que está en medio del sembradío. “No seas necia”, le dije, “las monjas son vírgenes y después de las revolcadas que nos hemos dado, ni la conciencia tienes intacta”. Ella se quedó callada, mirando lejos. Se levantó de mí en silencio y sin verme se acomodó la blusa, la enagua y se calzó los guaraches. Finalmente me miró con sus ojos negros y la cara roja, perlada por el sudor. “No seas bruto. ¿Te acuerdas de Esperanza? Ella se metió de monja y llevaba una criatura en su panza. Entonces, ¿por qué no me puedo meter yo?” Y sonreía con esa sonrisa que traigo todavía metida hasta bien hondo en la cabeza. La misma que le quité cuando la besé sin permiso la primera vez que la vi, debajo del árbol entre las vacas que yo traía.
Pesado me levanté y me paré atrás de ella. Su respiración se volvió violenta y pude ver sobre sus hombros el sube y baja de sus senos bajo los holanes de su blusa. La rodeé con mis brazos por la cintura. No se movió, luego le besé la nuca y ella dobló su cabeza hacia atrás y casi sin oír escuché que me decía. “Táte sosiego, voy a ser monja”.
Fue la última vez que nos vimos bajo el árbol. En una ocasión creí verla en misa de doce, pero al salir del templo no la volví a mirar. En el pueblo nadie me dijo nada, o casi nada. Sólo me enteré que sus padres tienen en la casa un sobrinito que les llegó de fuera y que tiene los mismos ojos de su tía Magnolia. Pero, yo me acuerdo que Magnolia me dijo que quería ser monja.

lunes, noviembre 14, 2005

De regreso La Inspiración



Fueron varios días de no saber de ti, me concentré lo más que pude en mi trabajo, en mis lecturas, en cualquier cosa que no me llevara al impulso macabro de hacer una llamada para acercarte un poco más, para traerte de regreso a mi voz, a mis ojos, a mis oídos.

Fueron varios días en que anduve como alma en pena, buscándote, pensándote, deseándote...

Y la noche no me dijo nada
y la madrugada me vistió de frío
y el sol de la mañana me descubrió desnuda
yo no dejé de pensar en ti.

Fueron varios días en que te pensé fumando, pensando en lo que vas a hacer conmigo, o pensando que no quieres pensar en lo que vas a hacer conmigo, o simplemente te pensé fumando sin pensar en nada en concreto, sin pensar en mí.

Fueron varios días los que te me perdiste, como jugando, como haciéndome la travesura para ver cómo reacciono, cuánto te extraño, cómo me las arreglo en este breve ensayo de una ausencia más larga...

Estás de regreso y tengo que confesarte que anduve días y noches: noctámbula, funámbula, sonámbula...

Qué bueno que regresaste, como diría la canción: "a mí se me afiguraba, que no te volvería a ver..." qué bueno que sigas guiando las letras y los piensos, los pasos y los sientos.

viernes, noviembre 11, 2005

Nostalgia de Agua


¡Qué bueno que se murieron!, qué bueno que ya no están aquí para ver en lo que queda su recuerdo. Mi abuelo hablaba de olas y mi abuela de horas. ¡Qué bueno que ya no están aquí, de veras! Esto se fue poniendo feo hace mucho tiempo, cuando tú, abuelita, decidiste morirte para no ver lo que le está pasando al lugar donde comenzaste 35 años de amor no apresurado.

Recuerdo que siempre veníamos el primer fin de semana de agosto para celebrar su aniversario de bodas, este paseo lo seguimos haciendo incluso muchos años después de que se murió mi abuelo. En vez de misa o fiesta con los hijos y los nietos, cargabas con toda la familia a Chapala. Nos íbamos primero a comer a “La Chata”, y después pasábamos el día a la orilla del lago, escuchando la misma historia tuya de cada año, la misma canción Azul cantada por un trío del mismo color, mientras tus hijos comían charales con chile y limón, y tus nietos nos enlodábamos en la playa, dando poca atención a tus suspiros, y, si estaba nublado, a tus lágrimas.

Muchas veces me contaste la historia de cuando tú y mi abuelo se casaron, fue un día de sol de agosto por la mañana, porque no había dinero para casarse en la tarde, y al mediodía tomaron el tren a Chapala. Llegaron al hotel Nido y ahí estuvieron tres días con sus noches, y cuando el dinero no dio para más regresaron a Guadalajara. Pero con eso bastó, según contabas, Lupe, para hacer al primero de mis tíos que murió casi al nacer. Ahí empezaron tus dolores, entonces comenzaste a contar las horas, cuando nació el primero de los Carlos y se te murió casi luego luego. No hay nadie que nos diga cómo era el niño, ni siquiera tú Lupe nos pudiste decir a quién se parecía. Pero me imagino que si lo hicieron en Chapala, ha de haber tenido los ojos verdes o azules, como los ojos del Lago, como los ojos de mi abuelo, y si se murió tan chiquito, de seguro que su piel también fue color de lago.

¡Qué bueno que se murió también el primer Carlos! él sí entendió que todos hablaríamos de que cuando él nació el lago todavía hacía ruido de olas, y los pescadores todavía regresaban con sus redes cargadas de promesas a los que se quedaban esperando en la orilla. Qué bueno que se murió y no tuvo tiempo de ver tanta arena, qué bueno que no vivió para compartirnos su nostalgia de agua.

¡Qué bueno que se murieron todos!, qué bueno que ya no viene nadie a evocar amores o hijos perdidos. Mis abuelos ya no tienen olas ni horas que contar en este lugar y yo ya no tengo historias que recordar. El lago se lleva todo, olas, horas, historias... Que se queden con él. Que los sueños que aquí empezaron aquí terminen. Que la nostalgia se guarde de los muertos y los muertos del agua en que anegaron su tiempo, que a nadie le gusta descubrir que el agua cede y en su nostalgia quedan sal, arena y sol.

viernes, noviembre 04, 2005

La caza del milagro

Con palabras cortas y pasos largos llegamos hasta el hotel. Casi no hablaste durante el trayecto y mis intentos por sacarte del hoyo en el que te sumergiste desde que salimos de la morgue fueron en vano.

Yo sólo quería una foto, sólo eso—Repetías y te hundías, y me hundías en el silencio que queda después de la muerte.

La calle seguía sin un auto estacionado, como aquella tarde en que se hizo el milagro la primera vez, ¿te acuerdas? Habíamos estado sentados en una tumba del panteón durante varias horas, discutiendo del amor que no sentíamos y la miseria que se presenta en los momentos de pasión no deseada. Caminamos toda la cuadra hasta llegar a Hospital, entonces volteaste y observaste la limpieza de la calle.

--Así debe llegar la muerte... cuando no hay un carro que nos libre, cuando no hay ruido, cuando las paredes o las sábanas –que para el caso es lo mismo— son tan blancas que es la imagen más limpia que te llevas.

Y sucedió. Una camioneta del SEMEFO pasó junto a nosotros y se estacionó en la puerta de la morgue. Te tomé de la mano, supe que también te habías quedado helado. El chofer de la camioneta y un camillero se bajaron a toda prisa, abrieron la puerta de la caja y bajaron en una camilla un cuerpo inerte cubierto por una sábana blanca, sin manchas de sangre, sin gotas de violencia. Como buen fotógrafo apuraste tu mano a la mochila... no había cámara. Aún así no soltaste mi mano. Permanecimos en silencio, respetando el paso del muerto sin prisas... No llegó un solo carro detrás. No hubo lágrimas ni lamentos, un fiambre olvidado, un despojo que sería olvido para ser parte de una mesa quirúrgica o a quien su familia reclamaría en el transcurso de las próximas dos semanas, y ¿a quién le importa eso ahora?

Aunque no hubo fotografía aquella vez, juramos que regresaríamos cuantas veces fuera necesario a cazar esa fotografía. Todos los jueves iba a encontrarte en La Fuente; después de dos cervezas y tres besos, abandonábamos el lugar para “ir a encontrarnos con la muerte”. Nos sentábamos en la esquina de Hospital y Belén, y permanecíamos en silencio durante horas esperando que se diera el milagro, aguantando el sol caer sobre nuestras cabezas como las miradas de los chavos de la Escuela de Medicina. Un par de locos esperando que llegue la muerte.

Sin embargo no bastó mi fidelidad a tu empresa, mis ánimos y el tétrico entusiasmo con que te acompañaba a la famosa esquina. En una borrachera me dijiste que no querías volver a saber de mí. Que me dabas chance de largarme y hacer de mi vida lo que me diera la gana, que para rollos fúnebres eran más pesadas las de artes plásticas, y te fuiste. Dos jueves pasaron hasta que nos volvimos a encontrar.

Te divisé sentado sobre la banqueta de hospital, viendo hacia la morgue como cada jueves nuestro. La calle estaba vacía de carros, el sol pegaba sobre tu frente y no había nada que detuviera la toma. Tuve tiempo para cerciorarme de que estabas solo, que ninguna otra te había acompañado, y quise avisarte, advertirte de no tomar esa fotografía.

La camioneta llegó sin trabas hasta las puertas del Servicio Médico Forense; escuché las puertas del chofer y el camillero abrirse y cerrarse casi simultáneamente. Sus pasos rápidos para abrir la puerta de la caja. Entonces vi como me bajaban, sin cuidados, sin miramientos. Mi cabeza rebotó sobre la plancha helada, el sonido hueco del cráneo contra el acero... nada, ninguna atención. Y en la esquina tú, tomando la fotografía. Un automóvil conocido pasó junto a ti, se detuvo atrás de la camioneta. Al principio caminaste de prisa, después empezaste a correr hasta detenerte frente a mi hermano.

No quise ver más. Nunca había estado en una morgue y para mí aquello era novedad. Pero me regresó a tu lado el cariño que mientras pude te negué. Te vi pegarle al azulejo de las paredes, y sacudir tu cabeza continuamente. Te vi llorar, casi gritar.

No me moviste nada. No hice nada por ti, mas que tomarte de la mano y acompañarte de regreso a tu hotel. A cada paso nuestro intentaba que vieras que las palomas son graciosas cuando caminan, que hay charcos de agua en los que puedes ver un pedazo de cielo, que hay luz, que el aire no se cansa de ir y venir, que los cigarros que compraste ayer, hoy cambiaron de precio. Que el milagro de la vida está íntimamente relacionado con el milagro de la muerte.

martes, noviembre 01, 2005

a veces, sólo a veces me da por pensar...

en lo maravilloso que podría ser que alguien, con un rostro y unos labios bien definidos en mi cerebro, al escuchar una canción determinada se acordara de mí... y se me vienen muchas canciones a la mente y no me quedo con ninguna. Se me ocurre pensar, por ejemplo en aquella canción vieja y que tanto he escuchado últimamente: imagínate que soy todo valor / sueña tú que yo voy a abrir el corazón / hay cosas que son minutas y son pequeñas pero grandes en tí / mil cosas que hacen un mar / que no puedo explicar / imagínatelo que te quiero... o aquella que tanto me gustaba hace algunos años, cuando quemaba mis tardes en los pasillos de la facultad con cigarro y vasito de unicel lleno del café de doña Mary: que no arranquen los coches, que se detengan todas las factorías, que la ciudad se llene de largas noches y calles frías... porque voy a salir esta noche contigo, se quedarán sin beatos las catedrales y seremos dos gatos al abrigo de los portales... canciones que se han ido yendo; que han pasado de mí, de mis tiempos, de mis piensos... sólo canciones que a muchos pueden no decirles nada o pueden hablarles bajito al oído, como no queriendo la cosa, como Pepe Grillo diciéndole a Pinoccio When you wish upon a star, ...Anything your heart desires will come to you If your heart is in your dreams, mientras ven una estrella más azul, más brillante perdidamente nítida en el firmamento. Pero son sólo canciones, canciones que no dicen más de lo que expresan: buenos deseos. Deseos que nacen en un rinconcito del corazón, el más oculto, el más temido, el que nos lleva a los sentidos, al estremecimiento de la piel cuando se cree que es posible creer, desear, soñar con esa caricia a tiempo, con la sonrisa perfecta, cuando uno se toma el tiempo para preguntarle al espacio sin esperar ninguna respuesta a cambio: ¿puede ser?... A veces me da por pensar en este y otro tipo de ideas; y sonrío y me doy cuenta de cuántas veces he tarareado esas canciones, desde la más sencilla hasta la más certera y me da algo de miedo pensar si al intentar cantarlas no he pensado en nadie en concreto. Si han sido canciones que han quedado en eso, en el desperdicio de la inspiración de cualquier hombre o mujer que no logran provocar nada en una noche de todos los santos y todos mis demonios, de todos los llantos y todas las sonrisas... canciones que han sido escritas para ir tirando, como combustible que no termina de llegar a mi motor, que no termina de llegar a mi voz.

Los Pueblos Fantasmas de Los Altos

Claudia de la Torre, reportera de Televisa Guadalajara, se subió a una camioneta uno de esos buenos días en que los periodistas de la capital de Jalisco deciden cruzar la caseta de peaje en Tonalá. Y conocer Jalisco fuera de los barrios, de las calles atiborradas de automóviles, de las banquetas llenas de gente. Sería por cualquier razón que entonces llegó a San Gaspar de los Reyes y realizó un reportaje, luego una serie, a la que le llamó “los pueblos fantasma”.

Con cámara en mano y libreta de taquigrafía, decidió buscar personas a las 3 de la tarde, cuando el sol cae a plomo y hasta los perros buscan la sombra escurridiza de los pocos árboles. La mirada de la periodista buscaba en uno y otro lado de la calle, sin fortuna. Entonces le quedó claro: aquello no era la avenida Ávila Camacho, ni la calle Independencia, ni la calzada ni Plaza del Sol. Aquello era ¡un pueblo fantasma!
Y como quien descubre el fin del mundo, levantó el vuelo y se fue hasta las oficinas de la avenida Washington a entregar su trabajo. Había conocido pueblos fantasma en San Gaspar y en San José de los Reynoso. Le faltaban muchos otros.

El sentimiento de los alteños, de esos que viven entre las casas reforzadas con ladrillo nuevo –que se compran con dólares porque trabajo no hay para ganar pesos- quedó hecho una realidad. Motivado por esa frase de “pueblos fantasma”, los habitantes comenzaron a ver las intenciones del gobierno federal, de la administración de Ramírez Acuña, de la dirección del CEAS piloteada por Dau Flores: “ellos dicen que somos pueblos fantasma porque es más fácil inundar un pueblo que no tiene habitantes”.

Ahora, el fantasma ronda por los pueblos que están en la mira, inaugurando la puntería de una obra hidráulica que alcance los grifos de León, Guanajuato. Ese fantasma se llama dinero, mucho dinero, por carretilladas. Y los constructores, como quien pide al cielo encontrar un tesoro, ruegan a todos los santos que se haga una realidad la firma del cheque para comprar la pólvora, para pagarles a los camiones transportadores de grava y arena, para la adquisición del cemento, para la instalación de ductos que trasporten agua.
Acassico, Palmarejo, Temacapulín viven con miedo y esperanzados en que todo sea una broma. Levantan sus oraciones al altar y directamente al cielo, pero también se arman y quieren sentir que la vida se acaba lo mismo luchando que ahogados en 20 metros de agua. Ahí está ahora el fantasma. De esos que violentan la vida en el futuro. De esos que no saben lo que está costando ponerle piso a las casas, comprar la estufa, hacer el patio, resanar las goteras. Ese fantasma sabe sólo de precios comerciales y libros de catastro. Tiene una chequera y recursos federales, por montones, porque no hay futuro sin agua y no hay agua distinta a la que se mete en diques, para ahogar lentamente a quienes ven pasar el líquido del otro lado del cemento, exactamente como en Nueva Orleans.
El presidente Fox ya está muerto. Quedó colgado del único árbol que tiene Acassico en las cercanías del kiosko, junto al templo, por donde pasan igual los caballos, los perros, los carros y los transeúntes. En donde llegan los que vienen de California y los que se van a buscar secundaria para sus hijos en Yahualica. Ahí está Fox, aunque algún panista vino y le quitó la máscara al espantapájaros colgado del cuello, para no afectar la imagen del jefe del Ejecutivo. Según él. Pero todos saben quién es el monigote que tiene en la mano un litro de agua Ciel.
Los pueblos fantasmas de Claudia de la Torre sí existen, es posible verlos, y no se necesita un cazafantasmas ni videntes ni adivinos ni fuerzas extrasensoriales. Basta con llegar a las calles cuando el sol quema los brazos, atiza la cara, hace escurrir el calor por el cuerpo. Son pueblos con nombre, con pasado y… y ¿con futuro? Nadie sabe. Todos esperan que el futuro se vista de un color distinto al verde del ejército. Quisieran que la maldición se acabe, que la premonición sea un mal gesto y que no mande más nadie venido de fuera proponiendo diques en terrenos que no conoce.
Eso sí, cuando se trata de juntarse en la plaza, de platicar con los vecinos, o de hacer la peregrinación. Cuando se trata de escuchar misa, de cosechar los chiles de árbol o de irse a pescar al río, el pueblo fantasma se convierte en una algarabía, en una comunidad alegre, en la plenitud de los colores, en el regocijo de la vida, en la razón de ser. Y entonces queda claro lo que es el pueblo y lo que son los fantasmas.
El pueblo se llama Acassico, Palmarejo y Temacapulín. Los fantasmas: Vicente Fox, León Guanajuato, Enrique Dau y Francisco Ramírez Acuña. Ah, también se llama “la presa de El Zapotillo”.

Miguel Ángel Casillas Báez es Director Editorial de "El Diario de los Altos". Jalostotitlan, Jalisco.

lunes, octubre 31, 2005

Algunas cosas que hacen que me sienta bien.

1. El primer trago de café fuerte y bien caliente a las 8 de la mañana.

2. Lavinia despertando contenta.

3. El cerro de Tequila en la mañanita.

4. El campo y sus colores estacionarios.

5. Dominar la primera al arrancar el carro.

6. Semaforos sincronizados en verde.

7. Recibir sonrisas y palabras francas.

8. El cigarro de las 11 de la mañana.

9. Los besos.

10. Los abrazos.

11. Una canción que me recuerde un buen o un mal momento.

12. Compartir una idea o un sentimiento.

jueves, octubre 27, 2005

Yo Vengo a Ofrecer mi Corazón


Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan facil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada de amor.

Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco nomás.

Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo por cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar nomás.

Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Fito Paez (Argentina)

jueves, octubre 20, 2005

Ironic


A traffic jam when you're already late y quisiera escaparme de aquí, tomar la alternativa, rebasar cada carro, pasarme las luces rojas, transgredir cada señalamiento, cada aviso, pero no soy tan canalla. Aquí sigo, sentada, pensando en lo que estarán pensando en la oficina: a) es lunes, así ha de haber estado su fin de semana; b) a lo mejor tiene a la niña enferma; c) o tal vez su mamá esté enferma; d) se le descompuso el carro; e) a mí quedó de entregarme un reporte a primera hora de la mañana; f) yo le quería pedir permiso de salir temprano; g) pues igual aprovecho para quemar unos discos en su máquina. Pero todos están lejos de lo que realmente pasa conmigo.

Sucede que no quiero llegar a la oficina, por eso tomé las rutas con más tráfico, las más densas, para tampoco estar en casa si me llamas, aunque puedes llamarme al celular, pero ya lo apagué y ahora estoy sola entre cientos de carros que no caminan, que no se mueven, algunos bufan como si eso les sirviera de algo, otros como yo, han apagado el motor y se resignan, nos resignamos a pasar algunas horas en medio de este tráfico, en mitad de la calle, en el centro de una ciudad del centro de un estado al occidente de un país que se jacta de ser descentralizado. Si esto se prolonga demasiado tal vez nos podrían venir a rescatar en helicópteros, subirnos en esas canastillas y darnos un paseíto por encima del caos... jodidos los que se quedaron abajo del túnel.

¿Cuánto tiempo ha pasado ya?, la cancioncita sigue rondándome en el cerebro, it's like rain on your weadding day, it's a free ride when you're already pay a veces quisiera que ciertas canciones no me recordaran que la vida se puede burlar de una en el peor momento, como hoy, cuando el señor del carro de a lado se ha puesto a discutir con su esposa por la comida fría en su plato la noche anterior. La mujer realmente está cansada, lo puedo ver en su rostro, que le diga un poco más y estallará en llanto o se lanzará a golpes sobre él y entonces tal vez aprenda a quedarse calladito. En el carro de adelante una mujer va rizándose las pestañas y por el retrovisor puedo ver que la pareja de atrás ni siquiera se dirige la palabra. Y el maldito helicóptero que no llega.

¿Cuánto tiempo puede pasar para que el departamento de tránsito determine como emergencia vial un embotellamiento? Me han dicho que hay una ciudad más grande, en la que una puede estar en su automóvil hasta 3 horas y es una situación normal; la gente sale de sus casas con el café, el diario, la revista, el maquillaje, todo lo que no puede hacer en su casa tiene tiempo de sobra para realizarlo dentro de su auto mientras se dirige a su trabajo, a su escuela, a lo que resta del día por vivir.

tacatacatacatacataca... ese es un helicóptero, por fin, llegó nuestra salvación, los que estamos atrapados en el tráfico seremos liberados por el plan DN-3 de emergencia vial, if there's such a thing, en unas horas podré estar en mi trabajo, sentirme protegida, incluso podría presumir del vuelo en la canastilla, la aprehensión que sentí al subirme sobre ella y dar un vistazo por la ciudad... ¿hasta dónde se podría extender mi vista estando allá arriba? tacatacatacataca el helicóptero está justo sobre nuestras cabezas, el gorila del auto de junto ha sacado su cabeza por la ventanilla --qué ganas de que pasara una moto en este momento y le arrancara de una vez por todas ese cerebrito que sólo le sirve para atormentar a la mujer que está a su lado.

Isn't it ironic, don't you think El helicóptero se ha ido, todavía escucho, no sin cierto desencanto, el ruido de sus motores alejándose... es una pena. El tráfico ha comenzado a circular, lento, cansado, pero al menos ya van unas cinco o diez o cien vueltas de la llanta sin detenerse... es una pena, cuando me atreví a imaginarme en una situación extraordinaria, a sentirme casi Bárbara Blade sobre una canastilla de helicóptero, los automóviles han comenzado a moverse y yo vuelvo a sentirme estancada. A little too ironic...

lunes, octubre 17, 2005

Sobrecama IX


Fue el día de tu cumpleaños, al menos el cumpleaños que yo inventé para ti. Nunca habíamos vivido juntos ningún festejo y decidí que era un buen momento para festejarte. Después del milagro de tu cuerpo dentro del mío, me quedé sola, estoy sola. Sola en una casa que me desconoce y me abraza, que me envuelve y rechaza y me lleva a pensar en lo que soy, en lo que he sido, enloquecido trance al descubrirme: hembra, madre, hija. Mi cuerpo se confunde en esta casa tan sola, tan limpia, tan tuya. Casi puedo escuchar todavía tu voz apagada por la madrugada, decirme tantas cosas tan pequeñas pero que se hacen tan grandes salidas de tus labios... Nunca habíamos hablado tanto, no en una cama. Todavía mi cuerpo resucita la sensación de tu pierna atravesándolo, atrapándolo; es una sensación de pertenencia sin ser del todo, de reconocerme elemental como roca viva, como agua de manantial recién nacido.

El espejo del pasillo me devuelve una imagen que reconozco lejana, como de otro tiempo; cuando el deseo era lo primero que había que satisfacer, cuando la carne apremiaba y el tiempo se iba, se iba en artilugios de belleza: ejercicios, cosméticos, cosas que fui dejando y se fueron yendo y me olvidaron o me olvidé de ellas por tener otras rentas, otros piensos que creí más fuertes, más nobles incluso más sanos. Y hoy me descubro, no sin miedo, deseándote, buscándote, encontrándome con lo que llegué a sentír, vivir y desear.

Volver a sentirme básica, elemental, como tierra regada por agua fresca; como fuego avivado por viento nuevo. Y vuelvo a entender que el deseo, este que no se apaga, que no se ha apagado todavía por más que lo intentes, por más que lo intento, será la pauta para reconocerme, para volver sobre los pasos y reencontrar el camino, andarlo una vez más, aunque no sean tus brazos, tus miradas, las que me vuelvan hembra como lo han hecho desde hace tanto tiempo y desde ahora.

Con música de Bach recorro mis ideas y pienso otra vez en ti, en lo que has provocado, en lo que has manejado dentro de mí para traerme hasta aquí. Llegué y tus brazos fueron mi refugio, mi tormenta y mi calma. Tuve miedo al cruzar la puerta de encontrarme con vestigios de otras vidas y me encontré con tus ojos que me tranquilizaron y me animaron para adentrarme en tu mundo y aprender a conocerte por unas horas. Tuve miedo de encontrar vestigios de otras vidas en tu vida y me encontré con el espejo y su respuesta, la única: es un momento. Tres palabras tremendas que me trajeron de golpe hasta mis pies descalzos y comencé a bailar un ritmo no aprendido, improvisando movimientos como improvisé cada beso, cada caricia de la noche anterior. Bach acarició mis pies, movió mis brazos, me convirtió en mariposa volando en un altiplano verde, lleno de tus ojos, de tus manos que intentaban atraparme siempre para traerme hasta tu sexo. Tu sexo multiplicado en muchos sexos distintos y al mismo tiempo el que conozco y con el que me reconozco básica, viva, infinita. Sigo volando en un recorrido no planeado, vuelo de tu cama a la cocina, de la cocina al estudio, del estudio a la recámara y vuelvo a iniciar la ruta de siempre con vuelos distintos: paso por tus libros, los elijo, sé dónde está Nandino, dónde está Sabines, dónde está el Quijote. Alzo mis alas un poco más y me encuentro con la lámpara vitral que me antoja unas uvas, una manzana, frutas muertas para una boca viva.

La música se detiene y mis pies sienten de nuevo el aterrizaje, entonces me vuelvo hormiga, pequeñita, indefensa, bichito perdido de su escondrijo, de su rutina, de la vida que dejó atrás para encontrarse con otra vida, la misma que me compartes a veces, en ratos, en silencios que no interrumpo porque sé que no necesito decirte nada, hablar de nada porque me sabes toda, porque me intuyes siempre, porque sé que al hablar rompería este momento irrepetible, único en el tiempo, en nuestro tiempo. Son tan sólo unas horas, pero son tantas horas que no podría calcular los días que pueden ser tan pocos, que prefiero que sean minutos y así vivir cada uno de ellos como si fuera el último.

jueves, octubre 06, 2005


Yo no tengo una personalidad: yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W.C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo --me pregunto-- todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarme de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de cotemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.
Oliverio Girondo, 1932

lunes, octubre 03, 2005

Asquerosamente Femenina


Despertarse una mañana con la inminente sensación de ser más insoportable que de costumbre. Seguir la rutina con la pesadez habitual de quien se levanta o se tiene que levantar a las 6:30 a.m. para "estar a tiempo". Luego, mientras el café va cayendo gota a gota sobre la jarra de la cafetera humeante y el agua se calienta más acá, cerca de mi cuerpo, cerca de mis manos que me indicarán el momento preciso para entrar en la regadera; caer en la cuenta de que estoy muy lejos por definirme dentro de una personalidad.

Y todo esto es por culpa de la maldita televisión. Según unas niñas muy bobas, pero aparentemente muy sabias, una debe, al enfrentarse con el espejo, verse de golpe, total, no en partes, ver el peinado, el maquillaje, la ropa, los zapatos, los accesorios, todo a golpe de vista, nada de ir por partes, porque así "habrá algo que te brinque" y es más fácil cambiarlo. Pero, mi pregunta es, ¿qué pasa si te brinca todo?.

Salgo de la ducha, me pongo mis ojos, lavo mis dientes, camino a mi recámara, abro mi closet, armario, o como se le quiera llamar; frente a mí los vestidos, las blusas, los pantalones y una que otra falda, acumulados a lo largo de muchos años, parecen retarme. ¿Qué me voy a poner hoy?, es el primer gran desafío de cada mañana, de cada día, de cada semana, de cada mes... aunque ya estamos en otoño, no pretendo cambiar el tono festivo del verano, no todavía. Así que se opta por un coordinado color "coral" y zapatos rojos.

La vocecita del monitor me saluda "mamá, ven, ven mamá!", hago como que no quiero escucharla, no porque no la escuche, sencillamente porque hoy "primero seré yo". Coordinado coral, zapatos rojos, cabello: ¿suelto o en coleta?, segunda disyuntiva, si lo llevo suelto seguramente que en mitad de la mañana lo traeré desordenado, frizzado y esto me enojará tanto que terminaré por sujetarlo. En coleta entonces, no, porque no se disimularán los cachetes y últimamente me veo más cachetona o veo mis ojos más pequeños o las orejas me crecieron...

"mamá, ven, ven mamá!", la vocecita del monitor insiste, insiste... pero hoy le agradezco su insistencia, ¿quién dijo que los hijos no son una salvación?; acudo al llamado de la hija, la levanto, la llevo a la cama para cambiarla --duerme en cuna y la visto en una cama--, voy a su ropero y elijo la ropa casi a ciegas, la visto, se ve hermosa (¿por qué entonces es tan difícil para la mamá de esa preciosura, verse igual?). Bajamos a gran velocidad por las escaleras con: el perro de peluche, la mochila-pañalera, el peine, las ligas, el gel, la hija, los zapatos rojos, el coordinado coral, el cabello agarrado a la altura de la nuca --ganó la practicidad--, las llaves del carro, las llaves de la casa, tomar el biberón de chocomilk del refrigerador,subir a la hija en el carro, sujetarla a su silla, darle el biberón, sacar el carro de la cochera, cerrar el cancel, salir disparada hacia la guardería, enfrentar el tráfico, tomar rutas alternas, llegar, peinar a la hija, bajarla del coche, tomar su mochila, saludar a la nana del filtro, entregarle a la hija, esperar hasta que estén lejos de mi vista, salir de la guardería, volver al carro, al tráfico, la ruta alterna, la maldita señora de la Windstar blanca, claxon, mentada de madre.

Por fin llegar de nuevo a casa, servirme una taza de café, subir de dos en dos las escaleras, otra vez el espejo, mi cara sin maquillaje, el cabello queriendo soltarse, Carlos Loret de Mola en la pantalla que me rescata a veces y otras tantas, como hoy, me hunde en crisis adolescente no superada...

Yo, con mi yoísmo en su máxima expresión frente al espejo, una vez más y ahora no habrá vocecita monitoreada que me rescate de mí misma. Estamos yo con yo en un duelo a muerte o a vida. Según la chica fresa de Pick-Nick tengo que decirme frente al espejo "me encantas, vales mil, no cambies" pero vamos a ver si me sale "Me encantas, vales m..., quítate eso", son chingaderas, de verdad. Como si el que sea lunes no es suficiente para bloquearme la personalidad. Finalmente el trajecito coordinado de color coral es suficientemente decente para no revelar lo revelable, los zapatos color rojo son sexys y además son altos y dejan la perfección de mis dedos de los pies, desnudos, felices, irreverentemente impúdicos. Mi piel tan blanca pide a gritos una sesión de sol o de cama de bronceado, el fin justificaría los medios, pero algo de color no me vendría mal.

Sé que lo estoy haciendo todo mal, no estoy siguiendo los consejos de las chicas nice de Pick-Nick, al final me salvarán mis ojos, la sonrisa, el gesto amable, la atención que le dé a cada una de las personas con las que conviva durante la mañana, el no tirar la colilla del cigarro sobre el piso y un sinfin de etcéteras que no se me ocurren pero que se me ocurren todos.

Antes de salir definitivamente de casa, anotaré en un post-it blanco --que seguro tendré que cambiar por algo más divertido, más nice-- que tengo que comprar foaming de colores, papel picado, y brillantina, para decorar mi espejo hoy por la tarde y comenzar la transformación que seguramente me harán verme linda, divertida y genial...

jueves, septiembre 29, 2005

Torreslandia ofrece disculpas por la ausencia de ideas plasmadas. Si bien no se ha dejado de pensar, de sentir, de vivir, la vida se está reacomodando. Diría mi amiga Vero: "el horno no está para bollos" y estoy intentando ayudar, todavía no sé a qué, a una persona entrañable en mi vida. Así que les pido paciencia lectores, un poquito de paciencia, nomás.

martes, septiembre 13, 2005

Sobrecama VIII


Para el Mostro, porque se lo debía.

Acabas de encender el cigarrito. Me gusta sumergir mi nariz en esa metamorfósis olorosa, cuando el sexo puro se convierte en sexo nicotinado, quemado, cansado. Observo tus labios alrededor de ese pequeño falo de papel, plástico y tabaco; tus ojos se pierden en algún punto del techo, como si en realidad disfrutaras del "oral" que estás ofreciéndole al marlboro y mi mano acaricia sin ganas tu pecho. "¿Por qué fumamos después de hacer el amor?", te pregunto mientras robo de tus dedos el cigarro y me lo llevo a mis labios, "por imitación"; sonrío, me gusta cuando dejas de lado la autenticidad y respondes sin pensar las respuestas. "¿pero, por imitación a quién?" "A las películas francesas, por supuesto", "mira tú, qué cosas... y cuántas películas francesas has visto en tu vida?" "ninguna, pero dicen que en las películas francesas los galanes siempre fuman después de coger", "tú siempre tan fino" te doy la espalda y me sigues en el movimiento hasta pegarte a mi cuerpo, tu piel sigue tibia, cálida, agradable... "¿qué, qué dije?" ¿por qué dices "coger" cuando estamos hablando de "hacer el amor"?", "porque siempre me ha molestado que confundan o mezclen los términos. Hacer el amor es un anglicismo, faire l'amour era más bien tirar la onda, cortejar, enamorar, no encamarse... pero luego a alguien se le ocurre que suena mejor, más elegante, menos burdo, decir "hacer el amor", antes que "coger", "fornicar", "follar"... es el afán del ser social de no decirle a las cosas por su nombre..." "o un afán del hombre mismo por renovar el lenguaje, ¿no?" me atrevo a preguntarte "no, no creo que vaya por ahí, más bien es el miedo a las palabras, es un problema institucional..."

Sigues fumando y hablando como dándome una cátedra de las diferencias entre coger y hacer el amor, términos en desuso, facultades del lenguaje oral y corporal, y del por qué el ser humano tiende a encubrir sus intenciones cambiando palabras para obtener en su beneficio lo que el otro o la otra pueda ofrecerle.

Realmente estoy cansada, sin embargo es un cansancio agradable, de esos que una siente en todo el cuerpo y no pesa, al contrario, los movimientos se vuelven más lentos, más nítidos, como si mis piernas, mis brazos, se fueran desdoblando en cada movimiento, como si pudieran ser infinitos.

Después de un "pero tú no me hagas caso" enciendes la televisión y cambias de canal varias veces. Me gusta estar contigo, fumar contigo, coger contigo. Me gusta sentir que no hace falta hablar de nosotros para sabernos. Saber que más que el sexo, la afición por el cine, la inteligencia o lo que podamos llegar a vivir juntos; será más fuerte en nosotros el silencio de un cigarro compartido; aunque afuera, en la calle, en donde nadie sabe de nosotros, cada quien por su lado le rinda homenaje a su tabaquera favorita.

lunes, septiembre 12, 2005

La culpa es del espanto


quise correr
escapar
de tu nombre
en el que siempre caigo
al que siempre me trepo

quise correr
dejar de pensar
d i l u i r m e de ti
en café sin cafeína

huír en humo
de cigarro sin nicotina
dejándote un cáncer pasivo
en algún órgano oculto
dentro de tu cuerpo

quise tomarme
de un solo trago
el poquito cariño
la poquita nostalgia
en las rocas
antes de endulzarte
el alma


Y aquí estoy otra vez

Nombrándote
llamándote en silencio
pensando que pensándote
podrías escuchar
las palabras
que no he dicho
que van ahogándose
entre duelos y respetos
entre tiempos y amores
que no te di
y no me diste

(el que da y quita con el diablo se desquita)

pero aquí
no hay con quien
desquitarme
de esos tus amores
que pude y puedo darte
y no has tomado
por tanto
pinche
espanto
entre

y
yo

miércoles, septiembre 07, 2005

Sobrecamas VII


Abres los ojos y te das cuenta de que el sol es el mismo que te despertó el día anterior, te sigue doliendo la mirada, como ayer, cuando dejaste de tomar por sentir los ojos a punto de estallar. ¿Quién fue el alma caritativa que te acercó hasta tu cama?, ¿quién te quitó los zapatos?, ¿quién los pantalones?... sonríes como recordando aquellas manos que con dificultad fueron liberándote del cinturón, el botón, la cremallera... habías tomado tanto que probablemente no pudiste hacer nada en la cama... ya, ya sé que eres todo un semental entre los de tu tipo, que a tí la borrachera no te hace y que puedes hacer "maravillas" incluso habiéndote tomado un litro del tequila.

Pero hoy es distinto, ¿verdad?, no te quieres acordar de lo que pasó anoche, ¿por qué?, La punzada en la frente, taladrándote los ojos parece no ceder al sedalmerk; ¿de verdad creíste que sería tan fácil?, y yo que pensaba que eras un poquito más intuitivo... ¿de verdad no te diste cuenta?, ¿por qué no miras a quien está a tu lado en la cama?, ¿a qué le tienes miedo?, no, no te cubras la cara con las manos, me gusta ver cómo tu cara va transformándose de crudo a tonto, de tonto a pobre niño miedoso... vamos, abre los ojos, mira a quien tienes a tu lado que hoy no es totalmente distinto a ti.


SIN CENSURA
Pólipo Sedano, Teuchitlán, Jalisco, 09 de septiembre de 2005. Fueron descubiertos los cuerpos sin vida de dos hombres en una casa ubicada frente a la Plaza de Armas. Paramédicos de la Clínica de la localidad intentaron reanimar a los difuntos sin lograr hacerlos respirar. Uno de los ahora occisos respondía en vida al nombre de Refugio López, alias "El Cuco"; avecindado en el pueblo desde hace 2 años, famoso entre los vecinos por sus fiestas de exceso y perdición, pero muy exclusivas para señores. El cuerpo desnudo de su agresor, cuya identidad aún se desconoce, yacía sin vida a escasos metros de distancia junto a un gato que le estaba lamiendo los pies cuando los encontraron. Los cuerpos fueron trasladados al SEMEFO de Guadalajara, todavía nadie los reclama.

viernes, agosto 26, 2005

And so it is...


Pensar en el mar, no en cualquier mar, no... pensar en el mar que me trajo la vida y al que le entregué tantas horas, miedos, llanto, sueños, historias. Pensar en la gente que dejé allá, frente al mar, la misma que conocí o reconocí en esas playas. Mi hermana se hizo madre en esa arena, mi hija se hizo carne sobre sus olas. Deberle tanto y tanto haber dejado, me hace pensar que es justo hacerle su homenaje, chiquito, como no queriendo la cosa. Yo no pienso hablar de sus calles, de la corona de su iglesia, de las piedras que impiden el acceso tranquilo a las olas, no. De hecho no pienso hablar de nada en concreto. Es sólo que hoy es viernes y una amiga tuvo a bien enviarme una imagen sobre ese mar que tantas veces me tuvo entre sus olas, acariciándome o rechazándome, como buen amante, como buen amigo, como buen tunante. Creí que nunca llegaría pesarme el distanciarme demasiado de sus playas, el no sentir su humedad sobre mi piel, el no respirar pesado aquel olor a brea fresca, huele a mar, huelo a ti... tantas cosas llegué a pensar cuando tomé mi vida guardándola en una bolsa y salí de aquel departamento, de aquellos brazos, y hoy, después de algunos años, reconozco la nostalgia de aquel mar como agua anegada en alguna parte de lo que soy ahora.

jueves, agosto 25, 2005

Renovatio


Después de darse mucho a desear, volvió a salir el sol en Torreslandia. Tal vez convenga no usar bloqueador, permitir que Helios se recreé un rato con mi piel, me invada, me reinvente. Después de más de un mes deseando sentir que el regreso del recorrido de la sangre por mis venas, hoy se hizo el milagro y estoy feliz. No me torturo, no me hago pedazos pensando si volverá a nublarse o si será noche eterna. Llegó el sol y hay que celebrarlo. Llegó la luz, el calor, la vida y es un buen motivo para agradecer y celebrar.

lunes, agosto 15, 2005

Sobrecama VI


“¿y eso?”, preguntas con sonrisa apagada sin apartarme de tu lado. “¿qué?” te contesto pegándome más a tu piel, siempre me ha gustado pegarme a ti después de hacer el amor, sentir tu respiración retomar su ritmo habitual me devuelve a la realidad suavemente, sabiendo que no necesito salir corriendo para sentirme segura de mí misma, autosuficiente, fuerte. “ya, deja de mover los pies bajo la sábana...” “¿mande?”, “sí, nunca he entendido por qué mueves los pies así...” “así, ¿cómo?” “como si bailaras”... tomas el control de la televisión sin soltarme, sé que no te molesta el que mueva los pies, sólo te llama la atención, como si fuera algo nuevo a pesar de los años que llevamos juntos.

Siempre te he desquiciado a propósito y no, con mis manías. Nunca me creíste que yo no permitía que me tomaran de la mano. Creo que fue el primero de los retos que tomaste para acercarte a mí. Te lo dije el día que nos conocimos en aquel café-nevería con teléfonos en cada mesa; yo iba con mis amigas de la prepa, tú estabas solo. Recuerdo que llamaste nuestra atención por considerarte demasiado viejo para estar en un café de moda; a los 17 uno cree que cualquier edad después de los 25 significa la entrada a las ligas menores de la tercera edad. Poco a poco fueron llegando los novios de mis compañeras y se fue vaciando la mesa hasta que me dejaron sola. Entonces volteaste hacia mí y sonreíste; mi reacción fue la misma que he conservado 15 años después, pedí la cuenta y salí tropezándome entre la gente, sin voltear atrás.

Caminé una o dos calles hasta llegar a la avenida para tomar el autobús de regreso a casa, atormentándome con la idea de por qué me habías sonreído y peor aún, por qué tuve que huir de esa manera. Cuando llegué a la parada el cielo era una nube gris sobre mis hombros, para ese momento mi mente elaboraba la excusa que más tarde y por teléfono tendría que darle a Concha explicándole mi salida sin despedirme de nadie; aunada a la invención de la historia fantástica de mi tarde con las amigas en el nuevo café de moda para que mis padres, complacidos, me siguieran creyendo el centro de atención con mi grupo de compañeras y amigos.

Entonces volviste a aparecer. Fue una viejita que estaba a mi lado la que me indicó con el dedo de que me estabas llamando desde tu carro. El viento para entonces hacía imposible escuchar lo que intentabas decirme desde el auto, así que me acerqué. “Súbete” no lo pensé dos veces, abrí la puerta y me senté a tu lado, el calor dentro del carro relajó mis músculos pero no me atreví a mirarte. En la radio Joselino Vazquez coqueteaba con una chica al teléfono mientras se escuchaba de fondo “Solos en América” de Miguel Mateos. “¿A dónde vas?”, “a mi casa” te contesté sin levantar la mirada de la falda a cuadros. Seguiste conduciendo sin prisa, gotas pesadas comenzaron a caer sobre el carro, sonreí para mis adentros alegrándome de no estar afuera. En la Minerva preguntaste de nuevo “¿por dónde le sigo?” “derecho”, “¿cómo te llamas?”, “Andrea”, “yo soy Carlos Villaseñor”, “mucho gusto” y entonces te miré, pero tú a mí no. “¿te dejó plantada tu novio?”, “no”, “¿por dónde vives?” “por el Fray Pedro”, “¿estudias allí?”, “no”, mentí y mordí mis labios, como siempre que digo una mentira, “y ese uniforme ¿de qué escuela es?”, “no es uniforme, es la moda”, “ah, mira...” Llegamos a Manuel Acuña, volviste a preguntar “y ahora, para dónde”, “derecho, por la lateral, vamos a dar vuelta en José María Vigil para entrar por Jesús García”, me arrepentí de darte las instrucciones tan claras cuando vi que empezaste a acelerar. Me atreví a preguntarte “¿te dejó plantado tu novia?”, dudaste un segundo antes de contestar “no” contestaste y consultaste tu reloj “debe estar llegando en este momento al café”, añadiste, “y entonces, ¿por qué estás aquí?”, “porque no quería quedarme sin conocer tu sonrisa”. “No tengo que llegar a mi casa... todavía”, “¿quieres que vayamos a un café?”, “no”, “¿qué quieres hacer?”, “lo que sea”. Seguiste mis indicaciones y al llegar a López Mateos y Luis Pérez Verdía, buscaste dónde estacionarte; “¿has probado las aguas frescas que venden aquí?”, “no”, “¿quieres una?”... no me diste tiempo para contestar, ya te habías bajado del carro y venías en dirección mía para abrirme la puerta y ayudarme a bajar, no entendí el gesto de caballerosidad cuando extendiste tu mano hacia mí y yo la rechacé pretendiendo acomodar mi cabello. Al estar sobre la acera me di cuenta de tu altura, fácilmente me sobrepasabas por dos cabezas, me cediste el lado izquierdo de la acera y como un reflejo intentaste de nuevo tomar mi mano. Instintivamente la aparté. “¿por qué no quieres que te tome de la mano?”, “porque no me gusta”, “no será porque no somos novios?”, “no, nomás porque no me gusta”, “¿cómo que no te gusta?”, “no, no me gusta comprometer mi paso”, “no se trata de eso”, “para mí sí”, “¿y si te beso, me dejas que te tome de la mano?”, “no”, entonces me besaste y yo me colgué de tu cuello y cuando nos separamos no dejé que me tomaras de la mano.

Regresé a tu lado cuando sentí el frío del abandono de mi cuerpo por el tuyo. “¿a dónde vas?” te pregunté al verte de pié junto a la cama. “voy a ver si apagaron la tele los niños”, me mandaste un beso y saliste de la habitación. Sola, volví a darme cuenta de que estaba moviendo los pies bajo la sábana, como un reflejo lejano de otros tiempos, cuando tenía que huir de cualquier situación que me involucrara un poco más de lo que podía enfrentar.

miércoles, agosto 10, 2005

Sobrecama V

Entonces decidimos dejarnos. Te fuiste porque era necesario, importante, vital, espacial, natural, causal y factual. Te fuiste de la casa y me quedé sola frente a la que fuera hasta ese momento nuestra cama; una cama vacía de ti.

Me acosté sobre el espacio que acababas de abandonar intentando rescatar un poco del calor de tu piel sobre las sàbanas, la sensación era extraña, como cuando era niña e intentaba retener en mi nariz el olor a vainilla de las manos de mi madre, o como cuando pensaba que al cerrar mis ojos nuestra silueta confundida en un beso o un abrazo pondría el final feliz a un día igualmente feliz.

Hoy no es así. La cama no me trae nada: ni tu calor, ni tu olor, ni siquiera me trae el recuerdo de una relación feliz, hoy la cama pasó de ser el centro del universo a convertirse en lo que me enseñaron los libros y las buenas conciencias: un no-lugar, un espacio de tránsito, un área de descanso, un pedacito de paz en dónde soñar.

Sólo espero que llegue el día en que no pueda explicarme cómo un día cupimos tú y yo sobre este colchón.

Sobrecamas IV

Dijiste "ve despacio" y terminaste.

lunes, agosto 08, 2005

Sobrecama III


Lo suyo se basó en la fantasía: la fantasía del otro en la una, de la una sobre el otro, dos con uno y uno para todas. Metáforas matemáticas. El ludo en ecuación sin rostro.

Una noche, la luna les pegó con su güante de alcohol y ternura, de confesión y trago amargo.

Desvelándose el amor en donde no debió existir, te fue dejando, se fue yendo, se fueron quedando solos, absurdos, tacaños, vacíos, reales.

viernes, agosto 05, 2005

Pan pa'l niño


Pa' mi niña Lavinia
Que le den pan al niño
pa que se arrulle
que le den panecito
de miel y risas
que mi niño llora
y mi niño sufre
y mi niño es el niño
de las gaviotas
que alimenta su alma
de mar
y
sueños.
Y si aún tiene hambre...
que le den pan con sueños
pa'l dolor de vientre
que le den pan con miel
y no llore ya.
Duérmete
mi niño
de mar
y selva
duérmete
y que el llanto
no dure más.

Despertares













La noche
despertó vacía,
callada,
sin prisa
te espero.

No me pidas
cuando llegues
si llegaras,
que te cuente
un cuento
que te cante
un poema
que te arrulle
el sueño.

No me dejes
si me dejas,
con mis ojos
sobre tu espalda,
con tu peso
en mi vientre,
con tu aliento
en mis besos.

Si vas a venir
si vinieras,
pídele a la noche
que no se duerma
que calle en su grito
el murmullo de grillos
y ranas
fuera de mi cuerpo.

Si vas a irte
si te fueras,
llévate el silencio
de la lobamadre
que vive
entre
mis
piernas
milagros
de días
que no llegan

y si llegaran

pídele a la noche
que regrese
cantando
que sea
fiesta
que te cuente
los cuentos
que yo no,
que te cante
poemas
que yo no,
que te cante
un cuento
que te cuente
un poema
que te cante
que te cuente
que
yo
no

lunes, agosto 01, 2005

A medio terminar

Para C que se fue yendo mucho antes de terminar de encontrarlo.
In memoriam

Me gustaba estar contigo, aunque siempre terminaba desesperándome por tus procedimientos. Te alegaba por tu imputualidad, por terminar nuestras citas cuando a penas íbamos empezándolas, por sabotear lo poquito que llegamos a sentir el uno por el otro. Luego te fui conociendo mejor y descubrí que tu manía era no terminar nada, no cerrar círculos, ir dejando todo a medias:
las conversaciones,
el amor,
el desamor,
el odio,
los celos,
los libros,
el café,
el cigarro,
los pagos (siempre pagabas la mitad del mínimo a pagar)
las sonrisas,
el llanto,
la rabia,
los textos,
el alcohol (incluso entre amigos pensábamos que tenías serios problemas con tu manera de beber porque siempre dejabas la mitad:
de la cerveza,
de la cuba,
de tu vodka)
...

Nunca lograste concluír nada. Hoy me avisaron de tu muerte y me queda la vaga esperanza de que para variar éste asunto, también lo hayas dejado a medio terminar.

Algo para peques

Camilo fue hasta el fondo de su pecera para descansar. Los libros se habían quedado en silencio hacía algunas horas, pero parecía que sus voces permanecían en la pecera, flotando como sueños alrededor de nuestro amigo.

Cuando estaba a punto de quedarse dormido, escuchó un murmullo al fondo de la habitación, al principio era muy bajo, pero fue creciendo hasta que se dio cuenta de que en uno de los anaqueles, algunos libros estaban discutiendo entre ellos.

—¡No se puede dormir con ese olor tan desagradable!

—¡Yo no sé qué estarían pensando cuando te trajeron!

Camilo no entendía qué estaba pasando. Le preguntó a su amigo La Historia Interminable qué sucedía.

—Es El Fantasma de Canterville,— respondió sereno el libro— Cada noche es lo mismo, los libros que están cerca de él se quejan por el olor que despide.

—¿Los libros tienen olfato? — Preguntó Camilo intrigado.

—Claro, igual que tú. Cuando somos nuevos tenemos un olor que a todos les gusta, de hecho cuando yo llegué a esta casa, la niña lo primero que hizo fue abrirme y pegar su nariz contra mis hojas para olerme nuevo, eso lo hizo todo el tiempo que tardó en leer mis historias... hasta que llegó un nuevo libro y se olvidó de mí.

—Entonces... pero ahora tú no tienes ningún olor...

—No porque todavía soy joven. En cambio el pobre de El fantasma de Canterville, ya tiene otro olor, un olor que, al parecer, es muy desagradable. Yo nunca he estado junto a un libro viejo. Desde que llegué a este lugar, me dejaron en esta tabla y sólo llegan libros nuevos... pero al parecer, allá donde están discutiendo, huele muy mal... y creo que es porque El fantasma de Canterville es un libro que tiene muchos años, está muy maltratado y tiene olor a viejo.

—Pues yo nunca he olido un pez viejo... no sabría decirte a qué huele un pez viejo. Pero no creo que yo huela mal, ¿o si?

—No, bicho rojo, tú no hueles mal, hueles diferente, eso sí, pero no hueles mal.

—Huelo diferente... como El fantasma de Canterville, diferente. ¿la niña ya conoce ése libro?

—Sí, la niña lo conoce y es su favorito. Cada determinado tiempo, le pide a su padre que lo lea para irse a dormir.

—Y a ellos, ¿no les molesta el olor?

—No, al contrario, ese libro lo tienen como un tesoro. Mira mis páginas...

—No puedo verlas, lo único que veo es un rectángulo, todo es plano para mí.

—Pues dentro de lo plano que ves, bicho rojo, hay un montón de páginas. Nosotros, los libros, sabemos cuándo un libro se prefiere, por lo gastado que tenemos las páginas... mis páginas no están gastadas en cambio las de el fantasma tienen incluso gotas de agua o café, hasta una quemadura. El fantasma de Canterville ha estado aquí por mucho tiempo y no tiene descanso. Y ahora, si me disculpas, voy a dormir.

Camilo se quedó flotando en el centro de la pecera. Las voces se fueron apagando poco a poco, y sólo se escuchó el lamento oscuro de el Fantasma.

—Disculpe, señor, ¿se siente mal?

—¿Y tú qué crees, bicho rojo?

—Perdón, señor... ¿le puedo ayudar en algo?

—No hay nadie que pueda ayudarme... nadie.

—¿Tiene mucho tiempo viviendo aquí?

—Creo que desde siempre... no recuerdo otro lugar que no sea este... siempre he estado aquí, siempre he sido insultado y estoy muy cansado.

—¿Y qué lo haría sentirse mejor?

—¡Quiero descansar! Hace muchos años que lo único que deseo es que me dejen en paz... pero eso va a ser imposible mientras haya niños en esta casa.

—¿No le gustan los niños?— Preguntó Camilo intrigado.

—Sí me gustan, por ellos estoy aquí. Pero yo quiero descansar... tú no sabes lo que ha sido para mí primero estar en la mente del escritor, luego en el papel, y ahora pasar de mano en mano, de mirada en mirada, de mente en mente... y así para toda la eternidad... ya estoy cansado. Soy un libro viejo, con una historia vieja... ya quiero descansar.

—Si tan solo pudiera ayudarle en algo...

—No, bicho, tú no puedes hacer nada por mí. Mientras siga siendo importante para alguien, no podré descansar. Primero fue el abuelo de Lavi, luego su padre, hoy es ella, y después vendrán sus hermanitos... no voy a descansar en muchos años más... ¡Ay, cómo me gustaría estar en la biblioteca, con otros libros igual de cansados y viejos, con los libros que han sido olvidados, que sólo de vez en cuando se comentan algo entre ellos para recordar que siguen vivos, ay, como quisiera descansar con ellos!

—Pero usted es muy importante, señor Fantasma, usted debería ser feliz por ser tan querido en esta casa.

El Fantasma de Canterville gritó de dolor. Camilo retrocedió y se escondió en la oscuridad de su pecera. La habitación quedó en silencio nuevamente. Camilo todavía temblando de miedo se acercó tímidamente al cristal.
—No has entendido nada, bicho rojo. Yo ya no quiero ser querido, ya no quiero que me lean, lo único que yo quiero es ser olvidado. Mis hojas están llenas de mugre, de lágrimas, dibujos, notas en mis márgenes, hasta me quemaron con un cigarrillo... fue por un descuido, yo lo sé, pero he sido humillado tantas veces que ya no puedo más. Soy un libro viejo, sólo por eso, deberían dejarme en paz, en algún rincón, olvidado... estoy cansado, Camilo, muy cansado... ¿Podrías ahora dejarme dormir?, ¿al menos tú, podrías dejarme descansar un poco?

Camilo no contestó. Se dirigió hasta el fondo de la pecera y se dispuso él también a dormir. Su respiración era muy difícil, sentía como si toda su piel, todos sus cartílagos se le apretaran alrededor de su corazón. Se asustó mucho y le habló nuevamente a La Historia Interminable.

—Algo me pasa, no puedo respirar, ayúdame...

—No es nada serio— Intentó tranquilizarlo La Historia —es sólo que estás triste.

—Pero no puedo respirar, me duele algo.

—Te duele El Fantasma de Canterville, eso es lo único que te duele, Camilo.

—Pero, él no soy yo...

—De algún modo, no sé cómo ni por qué, El Fantasma de Canterville somos todos los que estamos aquí. Todos los libros somos un poco de él.

—¡Pero, yo soy un pez, yo no soy libro, yo no soy él!

—Tú ya conoces su historia, como la mía y la de otros que hoy has conocido, de algún modo, ya eres un poco nosotros. Ahora cierra tus ojos y trata de controlar tu respiración... poco a poco notarás que el dolor pasa y a lo mejor hasta puedes dormir. Descansa pececito, yo te voy a cuidar.

Camilo durmió aquella noche y La Historia Interminable cumplió con su promesa. Los libros siempre cumplen sus promesas, siempre. La Historia velóel sueño de Camilo hasta el amanecer y pensó que era una suerte tenerlo entre ellos. Buscó entre sus páginas alguna frase que pudiera llegar muy clara hasta la pecera de Camilo, para tranquilizarlo y arrullarlo, poco a poco, fue lanzando palabras que alcanzaron el agua y cobijaron a Camilo.