miércoles, noviembre 16, 2005

Dimmi, che fai, Silenziosa Luna?


Che fai tu, Luna, in ciel?
Dimmi, che fai, Silenziosa Luna?
Sorgi la sera, e vai,
contemplando i deserti; indi ti posi.
Ancor non sei tu paga di riandare i sempiterni calli?
Ancor non prendi a schivo,ancor sei vaga di mirar queste valli?
(de "Canto notturno di un pastore errante per l'Asia" 1829-1830 G.Leopardi)


A veces se me viene una necesidad inmensa de compartirme con la Luna o de compartirla con alguien. Durante la madrugada de hoy desperté varias veces y en cada ocasión tuve que checar el despertador pensando que sería hora de levantarme. No fue así, el resplandor que podía observar desde mi cama, la iluminación azul mortuoria, me la daba la Luna; adiviné que estaría justo encima de mi balcón y me aventuré a asomarme por la ventana --quien suscribe reconoce que le da pavor acercarse a la ventana por la noche, cuando todo es oscuridad y teme encontrarse con ella misma ante el reflejo de la nada--, con un insomnio casi programado y sin tener nada mejor qué hacer, fui hasta la ventana y observé que Marte se está alejando, que Venus se lo agradece y que la Luna, mi Luna llena de noviembre me estaba esperando y estaba casi tan sola como yo.

No estoy pidiendo compañía.

El comentario va más lejos o más cerca, hoy mi mostro me preguntó si en alguna ocasión le había regalado la Luna a alguien, porque él lo había hecho varias veces... me quedé pensando sobre el regalote y creo que no la he otorgado todavía, al final ¿qué sería de mí sin ella?; tal vez la haya compartido, haya enviado algún mensaje haciendo hincapié en la sonrisa de la luna o en su desaparición temporal del cielo... pero creo que todavía no la he regalado. Creo que sería un regalo sumamente importante. Tal vez se la podría regalar a mi hija, pero los hijos se van y corro el riesgo de que se la lleve con ella, tal vez se la podría regalar al próximo amante que acompañe algunas de mis noches, pero el amor no es para siempre y correría el riesgo, de nueva cuenta, de quedarme sin ella.

Al final la única opción que me queda es quedarme sola con la Luna, compartir mi soledad con ella, que siga sabiendo de mis secretos y deseos no confesados todavía, que me siga viniendo a visitar cada noviembre, cada diciembre o cuando se le pegue la gana, que la Luna sólo se me aparece cuando tiene algo importante que comunicarme o cuando sabe que tengo reflexiones que compartirle...

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