jueves, marzo 23, 2006

Piel de Hada


Para Héctor, por hacerme tantas preguntas.


Me preguntas cómo es la piel de un hada y un sin fin de adjetivos se me van acumulando tras la lengua, en la garganta, todos ellos vienen de mi cerebro, mis pulmones, mis latidos… ¿cómo tú, con tu experiencia de vida, con tantos años y pasos andados, no sabes todavía cómo es la piel de un hada?, la piel de hada se cubre durante el día de rayos de sol y motas de algodón, a veces de hilos de seda… también se protege con cinismo –¿quién dijo que las hadas eran de miel y uvas maduras?—maquillaje y unturas que la cuidan de inclemencias poco sensibles, de poco tacto y menos talento. La piel de hada estará siempre sobre la piel de una mujer, no puede ser de otra manera, las dos nacieron de la fantasía, del optimismo, de la risa, de la alegría, por eso se pertenecen la una en la otra. Cuando llega la noche, aquellas que tienen el privilegio de saber que su piel es de hada, aprovechan la oscuridad para despojarse de sus corazas y dejar ese manto de células, montículos y vello –siempre escaso--, resplandecer a la luz de la luna, luna que las acaricia y sabe de sus secretos, de su transparencia, de su fortaleza. La piel de un hada guarda secretos milenarios de otras hadas, de otras risas, de otros llantos. Siempre es suave, pero nunca es débil, la piel de hada tiene la fuerza de muchas pieles, es resistente a caricias forzadas, a besos no sentidos, se niega ante el insensible, el holgazán, el descortés; y se entrega siempre al que se da en la fantasía, en la creación, en el manantial de agua fresca que le llena los besos, la dermis, y vive y revive siempre para recrearse en ella. La piel de hada es enamoradiza y loca, se ríe del amor a marchas forzadas, de tiempo completo, y nada le provoca mayor carcajada que la miseria del calendario, los horarios y los convenios firmados a perpetuidad. La piel de hada es libre y siempre es fiel al que la busca de verdad con auténticas ganas; no pide casi nada a cambio, quizá te pida la risa, la algarabía, el tacto que como cítara la haga vibrar. La piel de hada canta entre risas, entre ideas, entre palabras, su canto arrulla al que puede dormir a su lado y lo cobija con sueños profundos, en donde todo tiene sentido y todo se resuelve. Es procuradora en conceder deseos, siempre que le sean pedidos entre besos y caricias, en voz muy baja, pegadita a su oído, y con el tono que da la indiferencia si no se conceden. La piel de hada es escurridiza, casi nunca permanece en la misma mujer por mucho tiempo, huye de la apatía, de la monotonía y se aburre ante la amargura, la decadencia, el sinsentido. Si una portadora se contamina con estos elementos, la piel de hada se muda en otra adolescente, joven o mujer madura, en donde encuentre la lozanía, la dulzura, la inocencia y la pericia de la mujer que ama o está por amar. Su permanencia en un cuerpo determinado está siempre condicionada a la capacidad festiva del cuerpo de la mujer que elige, y se han dado casos, al menos eso dicen, de mujeres que nacieron y murieron envueltas en ese velo de risa y de sueños, de luz y de canto, que es la piel de un hada.

jueves, marzo 16, 2006

Cuentos chinos y otros rollos orientales...


Leí: Bella de Candor y otros relatos eróticos chinos. Si bien Bella de Candor es el más elaborado, el más rico en imágenes (no sea cochino, el erotismo chino dista mucho de lo explícito del erotismo occidental, así que acostúmbrese a frases como "pensamientos primaverales", "fuego que enciende detrás de la montaña", "el león que juega con la bola de estambre", etc., etc.) y el que presenta con mayor claridad los juegos y devaneos amatorios del siglo xii o xiii en China, no es el más divertido. Y, honestamente, si vamos a leer un texto erótico, lo menos que podemos esperar es que a) nos excite o b) nos divierta. Afortunadamente, la edición en la que leí estos cuentos chinos, forma parte de la colección de literatura erótica "la sonrisa vertical" (rip) de Tusquets, esto garantizó un trabajo sumamente cuidado, con un glosario de términos y frases que hay que memorizar de alguna manera para no perder la hilación de la trama durante la lectura. Mi cuento favorito de esta compilación, es la "historia de una mujer viciosa", la trama está en el título, y para mi gusto, lo mejor del cuentito es la primera parte, en donde para explicar la relación incestuosa que sostiene desde temprana edad con su primo, utiliza ideogramas sencillos por palabras, además de que el tono narrativo del cuento parece que va de la mano con la edad de la mujer que está narrando su historia. Así vemos la ingenuidad de la niña tocando bajo las cobijas el sexo de su primo, sin susto, con curiosidad incipiente para saber, "cómo están hechos los hombres", su paso por la adolescencia y cómo se vió asediada por los criados de la casa, hasta que la casaron y "conoció" no sólo a su marido, quien siempre estaba de viaje, si no a sus cuñados, a su suegro, al monje del templo cercano, al esposo de la hermana, etc., etc., El final, como toda buena fábula, termina con la clásica moraleja en torno a la concupiscencia y la decencia y todavía señala que la historia la escribió una mujer viciosa para que las mujeres no caigan en los placeres de la carne.

Vi: Hollywood-Hong Kong, estridente, caótica, miserable, divertida (aunque nunca supe si realmente la disfruté) y radiante como una buena película de Fruit Chan. Me gustó mucho que el director se olvidara un poco de su tono político socialistoide en el que siempre había incurrido, para dejarnos ver, siempre con una mirada crítica a la disparidad económica de Hong Kong, un pequeño mundo feliz dentro de la miseria en la que están inmersos los personajes principales: la familia Chu, compuesta por el padre y dos hijos, que son dueños de un local de venta de cerdos asados, en una chabola y Cueng, amigo del hijo mayor de la familia Chu, quien maneja un sitio de pornografía. Su vida, por demás monótona, se ve interrumpida por la llegada de Tung Tung, una joven extranjera que los seducirá a todos, incluso la familia Chu la toma como un ángel que ha venido a distraerles la rutina, para alegrarles los días. Las cosas se complicarán a partir de que Tung Tung acusa a Cueng de haberla seducido a pesar de ella ser menor de edad, los siguientes en perjudicar serán los Chu. Aunque todavía no sé si disfruté de la película, debo reconocer que la fotografía es casi impecable, en contraposición de la música pop que no dejó de escucharse durante toda la película y que en cierta forma la abarató. Dominguera, sin posibilidades de entrar entre mis favoritas.

martes, marzo 14, 2006

Mis libros I

Para mi Inge adorado, por ser el cimiento de lo que soy ahora.

Todavía tengo grabada en mi memoria, la noche en que conocí el contenido del primer libro de mi vida. Regresamos de un paseo en el campo, por supuesto un domingo; después del regaderazo y la cena correspondientes, mi papá nos llevó a mi hermana y a mí a la sala, y con una solemnidad que todavía conserva cuando se trata de situaciones trascendentales, comenzó a leernos el cuento de El Fantasma de Canterville. Ese fue mi primer libro, o al menos, el primer contacto con un libro.

Creo que me quedé tan impresionada con la historia del fantasma y la vieja casona que enredando un poco mi imaginación con las historias orales que nos contaba mi abuelo, el español, el único abuelo al que conocí; mi interés por las casas antiguas, por los castillos, fue in crecendo, hasta que, después de varias semanas de ahorrar los domingos que reunía de mi papá, padrino, tíos, etc., conseguí comprar mi primer libro "Castillos Europeos", más que informativo era ilustrativo, no?, esos libros de gran formato con fotografías de castillos al amanecer, al mediodía, al atardecer y que a los dos meses pasó a mejor vida entre las fauces de "Linda", la Samolledo de la familia.

Luego, cuando se dieron cuenta de que me interesaba eso que le dicen "leer", mi papá me siguió regalando libros, hasta que llegó a mis manos una colección de relatos fantásticos compilados por Edmundo Valadés; empecé a leerlos casi sin ganas, la ciencia ficción nunca ha sido mi tema favorito, sin embargo, leí hasta que me encontré con Cortázar y su página asesina, un pequeño cuento de a penas 3 cuartillas que me ASUSTÓ tanto que tiré el libro tras el librero con la firme intención de no volver a abrir ningún otro libro por el resto de mi vida. Afortunadamente, a los pocos meses mi padre me preguntó como iba con los cuentos fantásticos y le comenté el incidente, con paciencia de hombre sabio, mi padre movió el librero, rescató el libro y fue hacia el terrorífico cuento. Lo leyó, sonrió, me besó en la frente y me llevó a su biblioteca: tomó un libro al azar y abriéndolo en la primera página me dijo: "¿ya viste?, aquí hay una página en blanco" casi grito al darme cuenta de que, en efecto, había dado con la página asesina de Cortázar y según la predicción, estaría muerto antes de las 3 de la tarde del siguiente día. Sacó otro libro de otro entrepaño "mira, aquí hay otra", la expresión en mi rostro pasó del terror al desconcierto, hasta que un sentimiento muy parecido a la vergüenza, inundó mi rostro, sintiéndome ridícula ante la aclaración de mi padre "en todos los libros, al menos los bien hechos, siempre habrá una o dos páginas en blanco, al principio o al final". Casi me pongo a llorar --de hecho la lloradera es algo que se me da con singular facilidad, sobre todo cuando me veo cercada por el ridículo--. Mi papá me dejó sola en la biblioteca, ya dije que es un hombre sabio y entendió que ante el ridículo poco o nada se puede hacer, al menos yo así lo entendí, hasta que al llegar la noche, fui a mi recámara y sobre mi cama había una notita escrita por mi papá que decía: "Ojalá Julio C. te hubiera conocido, estoy seguro de que te hubiera nombrado su lectora favorita. Gracias por imaginar tan fielmente. JH".
Salvo el libro que se devoró Linda, el primero que compré en mi vida y que no supe salvar de las fauces de aquella can tan blanca que encandilaba la vista, los otros dos todavía ocupan un lugar privilegiado dentro de mi pequeña biblioteca particular. El Fantasma de Canterville, es parte de una magnífica selección de cuentos y novelas de Oscar Wilde, editada por Aguilar en 1963, encuadernada en piel, libro con olor a viejo, con manchas de tabaco y café, con mugre en sus orillas, pero nunca el polvo necesario para sentirse olvidado. El otro, la compilación de cuentos fantásticos, es una edición bastante primitiva del Fondo de Cultura Económica, 1981, papel reseco, de muy mala calidad, que pocas veces saco del librero para no lastimarlo, para no provocar la precipitación del final que en algún momento tendrá.
Estos son mis primeros libros, los que me abrieron los ojos, los que me hicieron pensar en algún momento de mi infancia, si cuando los cerraba no se cambiarían las letras de lugar y harían un nuevo cuento, una nueva historia... qué pasa cuando cerramos los libros, cuando nos vamos a dormir con la sensación de haber vivido una historia que nos corresponde tanto como al que la escribió, con sus lágrimas, sus risas, sus piensos... reflexiones de niña que durante el día esperaba que llegara la noche para poder leer bajo las cobijas, con la linternita --para no molestar el sueño de la hermana en la cama de junto-- y que se dormía con dos o tres libros, por si las moscas, por si acaso el insomnio, la duda, las ganas.

miércoles, marzo 01, 2006

...los bancos callejeros...

son como una antología de todos los sinsabores y de casi todas las dichas: el viejo que descansa su asma, el cura que lee su breviario, el mendigo que se despioja, el albañil que almuerza mano a mano con su mujer, el tísico que se fatiga, el loco de enormes ojos soñadores, el músico callejero que apoya su cornetín sobre las rodillas, cada uno con su pequeñito o grande afán, van dejando sobre las tablas del banco ese aroma cansado de las carnes que no llegan a entender del todo el misterio de la circulación de la sangre. Y la muchacha que reposa las consecuencias de aquel hondo quejido, y la señora que lee un largo novelón de amor, y la ciega que espera a que pasen las horas, y la pequeña mecanógrafa que devora su bocadillo de butifarra y pan de tercera, y la cancerosa que aguanta su dolor, y la tonta de boca entreabierta y dulce babita colgando, y la vendedora de baratijas que apoya la bandeja sobre el regazo, y la niña que lo que más le gusta es ver cómo mean los hombres...

Camilo José Cela. "La Colmena".