viernes, septiembre 29, 2006

La Ñoño Encuesta

Viernes, 5 de la tarde:

¿te vas a tomar una chela con tus amigos o a tu "club de tesis"?

En caso de haber elegido la primera opción, estarás dentro del comportamiento normal del 99 por ciento de la población, no importa si eres tapatío o poblano... a ellos también les gusta pistear los viernes.

Peero...

En caso de haber elegido irte a tu "club de tesis", serás digno candidato para ganar el famosísimo y peleadísimo "Ñoño Master Reward", que se otorga año con año a los más ñoños entre los ñoños.

Deja tus comentarios, la encuesta estará abierta hasta que nuestra principal candidata se convenza que lo sano, en viernes, es irnos a pistear.

jueves, septiembre 21, 2006

Un encuentro afortunado...

He andado de azul estos días. Entre que me llega el pánico de los 33, mi carencia de un plan de vida personalísimo (if there exist such a thing), los miles de rollos que se me atraviesan todos los días, el llegar al primer aniversario (15 de berrinche, 28 de rescate, 11-13 amorosísimos, etc., etc.) de los que pudieron haber sido los momentos más intensos y vívidos de mi última relación sentimental y tantas pequeñas cosas que me han venido atormentando, torturando, frikeando, etc., que hoy por la mañana recibí con singular gratitud el escuchar una antigua canción que me cantaban cuando era niña, pero que entonces no comprendí. Hoy, como si fuera el primer rayo de luz de la mañana, de la semana, del año, de la vida, tuve la dicha de volver a escuchar esa vieja canción en la voz de Louis Armstrong y lo agradecí profundamente, tanto que aquí va la balsa que hoy me salvó:

Georgia, Georgia,
the whole day through
Just an old sweet song
keeps Georgia on my mind

I said now, Georgia, Georgia,
a song of you
Comes as sweet and clear
as moonlight through the pines.

Other arms reach out to me,
other eyes smile tenderly.
Still in peaceful dreams I see
the road leads back to you

I said, Georgia, Georgia,
no peace I find.
Just an old sweet song
keeps Georgia on my mind

Other arms reach out to me,
other eyes smile tenderly.
Still in peaceful dreams I see
the road leads back to you

Now ya know its, Georgia, Georgia,
no peace, no peace I find
Just this old, sweet song
keeps Georgia on my mind

Just this old sweet song
keeps Georgia on my mind.

Y entonces, recordé un montón de canciones del buen Louis, que me trajeron sonrisas, imágenes, situaciones de otros tiempos. Que me recordaron películas que me llenaron en algún momento. Tiempos de risas, de juegos, de juguetes e imágenes que tal vez no volveré a ver en mi vida, pero que hoy regresaron en esencia y con una secuencia determinada, hasta encontrarme en mitad de una ciudad que es tan mía como de nadie, con el frío y la oscuridad del otoño incipiente; mientras llevaba a la Princesa de los Rizos Furiosos a la escuela... And I think to my self, what a wonderfull world...

Mis favoritas de Louis Armstrong: A kiss to build a dream on, Black & Blue, Blueberry Hill, Go down Moses, I cant give you Anything but Love, Jeepers Creepers, Mack the Kcnife, Moon River, Summertime (la mejor versión, es a mi gusto, la de Charlie Parker), What a Wonderfull World, When youre Smiling,

miércoles, septiembre 20, 2006

9

Para Miguel, porque su sombra todavía me descubre.
¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en cuando?
Hemos abierto las ventanas de siempre. Hemos encendido las mismas lámparas. Hemos subido las escaleras de cada noche, y sin embargo han pasado las horas, las semanas enteras, sin que notemos su presencia.
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco. Sobre las piedritas del camino describimos, con el regatón de nuestro paraguas, la mitad de una circunferencia. ¿Pensamos en alguien que está ausente? ¿Buscamos, en nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo caso, nuestra atención se encuentra en todas partes y en ninguna, hasta que de repente advertimos un estremecimiento a nuestros pies, y al averiguar de qué proviene, nos encontramos con nuestra sombra.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una esquina, al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?
La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande para que nos preocupe la contestación a esas preguntas.
Quisiéramos acariciarla como a un perro, quisiéramos cargarla para que durmiera en nuestros brazos, y es tal la satisfacción de que nos acompañe al regresar a nuestra casa, que todas las precauciones que tomamos con ella nos parecen insuficientes.
Antes de atravesar las bocacalles esperamos que no circule ninguna clase de vehículo. En vez de subir las escaleras, tomamos el ascensor, para impedir que los escalones le fracturen el espinazo. Al circular de un cuarto a otro, evitamos que se lastime en las aristas de los muebles, y cuando llega la hora de acostarnos, la cubrimos como si fuese una mujer, para sentirla bien cerca de nosotros, para que duerma toda la noche a nuestro lado.
Oliverio Girondo. Obra Completa. México: CONACULTA, 1999 (Colección Archivos: 1a ed; 38), p. 88.

miércoles, septiembre 13, 2006

El Sr. Presidente. Memorias presidenciales 1978-2006

Al primer presidente de México que recuerdo, es a José López Portillo, si bien nací en tiempos Echeverristas, de éste casi no guardo ninguna impresión, imágen, figura, voz vívida. Todo lo referente a Luis Echeverría Álvarez, lo aprendí por los libros, los comentarios exacerbados de mi papá y mis tíos, el odio irremediable de los compañeros de la Facultad de Filosofía y Letras de la UdeG, etcétera; pero que yo me acuerde personalmente de él... no, definitivamente no. Con López Portillo la situación fue diferente. En 1978 entré a la Escuela Primaria Urbana Número 35, Lic. Gabriel Ramos Millán (amén), que si bien era una escuela relativamente pequeña, en el corazón del barrio de Santa Teresita, el sentimiento cívico, de profundo respeto y admiración por todo lo que fuera postrevolucionario, presidenciable y gobernable, se respiraba en cada rincón de la escuela gracias a las políticas educativas que se impusieron en el estado durante el sexenio de Dn. Agustín Yáñez, a quien los jaliscienses le debemos la Minerva, la Biblioteca Pública del Estado (qepd), la Escuela Normal de Jalisco, entre otros muchos edificios y monumentos refeos pero renecesarios para la ciudad de Guadalajara de los 50's. Cada lunes, los alumnos íbamos vestidos de blanco para honrar a la Bandera, cantábamos el Himno Nacional Mexicano, también aquella canción que cantaba "Se levanta en el asta mi bandera..." e incluso hubo alguna ocasión en que la directora, Dna. Ofelia Sánchez, nos recitara un fragmento de la Suave Patria de Ramón López Velarde, con su pañuelito blanco bordado en una mano (para secarse la lagrimita traicionera) y un micrófono enorme en la otra por el que su voz, ronca como locomotora vieja, llenaba el patio y el temor de todos los alumnos de la escuela. Por supuesto, para regresar al salón de clases, siempre nos acompañaba "La Marcha de Zacatecas". Ante semejantes despliegues cívico-patrios y un acervo bastante importante de familiares con un profundo sentido de la patria, la educación y el decoro (mi abuela y todas sus hermanas fueron maestras de primaria, todos mis tíos gritan igual que diputados en el pleno, mi papá es alegador como Senador en la Cámara y mi mamá, con la sencillez de su sabiduría, impregna de entusiasmo la más pequeña festividad cívica), era casi natural que mi atención comenzara a centrarse en la figura del Sr. Presidente a muy temprana edad.


López Portillo fue, para mí y desde mi perspectiva infantil El Sr. Presidente, así, en mayúsculas y negritas. Me impactó mucho verlo dar el informe de gobierno un primero de septiembre -entonces no íbamos a la escuela, pero las maestras nos dejaban una pequeña "composición" del Informe-, escucharlo hablar, verlo con tanta seguridad en sí mismo, causó una impresión tremenda en mi pequeño cerebro de niña. Con el paso de los años, los libros, los escándalos en torno a su figura, la Sasha y la sanfrancia que se armó en torno a su muerte, pasó de la grandeza a lo grotesco, casi sin escalas.



Fue un primero de diciembre de 1982, que ví la primera sucesión presidencial. Miguel de la Madrid, tan guapo todo él, recibía de manos de López Portillo la banda presidencial y la estafeta para los siguientes seis años. Con un país sumergido en una crisis política y económica que si bien me tocó vivir, no experimenté del todo (seguía teniendo mis dulces, mis vacaciones en el mar dos veces por año, mis estrenos para las fiestas, mis juguetes en navidad), me llegué a aficionar, aún más, con la figura del primer mandantario. Incluso sentí simpatía por él cuando se dieron los terremotos en el 85, y cuando empezaron a caer los narcotraficantes "pesados" de la época en las cárceles, recordemos el incidente Caro Quintero. Si con López Portillo se vivió el despilfarro de los recursos discursivos y monetarios, Miguel de la Madrid Hurtado optó por la prudencia y casi pasó totalmente inadvertido entre los presidentes de México, aunque era guapo, sí... era guapo el señor.


En el 88, casi me sentí defraudada, si bien no podía votar todavía, mi interés por la política iba in crescendo. López Portillo y Miguel de la Madrid, habían sido a mis ojos de niña preadolescente, dignos representantes de portar una banda tan grande y tan bonita en su pecho. Y sin embargo, ahora un ente chaparrito, orejón, cara de ratón, se atrevía a subirse al estrado para recibirla. Sí, estoy hablando de Carlos Salinas de Gortari. Ni guapo, ni atractivo, ni siquiera interesante se veía el mequetrefe éste. Entonces yo estaba a punto de salir de la secundaria, que fue mi único tropezón en escuela religiosa, y me urgía entrar en una de las prepas de la UdeG, en donde me platicaban que las puertas estaban abiertas todo el día, que el chiste era que no te vieran los prefectos afuera del salón para que no te reportaran, que tus calificaciones dependían de tus asistencias y que las fiestas de los alumnos eran las mejores de la ciudad. Era cuestión de esperar unos meses para que la píldora del encantamiento por el primer mundo y sus virtudes pasara suavemente por nuestros cerebros al compás de los discursos y propuestas del primer mandatario. Todo era rebonito, el peso mexicano se sostuvo en 3.00 pesos frente al dólar por casi 6 años; el petróleo se vendía mejor que nunca, las relaciones comerciales con los Estados Unidos iban viento en popa, se planificó el TLCAN, se conoció a jóvenes priístas tomando cargos fuertes en el gabinete, cayó en la cárcel el más grande líder sindical, hasta entonces en México, Joaquín Hernández Galicia, alias "La Quina"; salió Guillermo Ochoa de la barra de programación de Televisa y cayó también en la cárcel el Chapo Guzmán, en fin, un presidente jóven, con doctrinas económicas que después serían incluídas en programas de estudio de las mejores universidades de Estados Unidos e Inglaterra... todo era tan bonito, hasta que, nos cogió el pelón por sorpresa y a su salida, una crisis monumental, casi semejante a la vivida en los periodos echeverrista y lopezportillista, con la pequeña diferencia, que ahora sí la padecí al cien por ciento. Mi papá tuvo que cerrar su fábrica de zapatos, tuvimos que emigrar por dos años en busca de mejores oportunidades de trabajo, y mis salidas al cine, a tomar un café, a comer con los amigos, se fueron reduciendo exponencialmente. Mi gusto por la política comenzó a decaer a niveles casi depresivos hasta que...


Llegó, gracias al patricidio y no a mi primera incursión en la "democracia" mexicana, Ernesto Zedillo Ponce de León a la silla presidencial. En ese momento francamente yo estaba enojada con mi país, indignada, resongando de todo lo que tuviera tintes políticos, patrióticos o patrioteros. Mi opción en la oposición era seguir ciegamente a Cuauhtémoc Cárdenas, incluso pensaba hacerme militante del PRD. Aunque otra parte de mí, tenía la intención de nada más terminar la licenciatura, agarraría mis libros y mis chivas y me mudaría a otro planeta, Australia, Canadá, Singapur, cualquier lugar lejos del mugrero político que estaba viviendo y que, no me dejaba mayores opciones. Sin embargo, el tiempo pasó. Zedillo sacó adelante su chamba, mal y como pudo, y se empezó a escuchar, desde el bajío mexicano, la en-botada voz de un ranchero enamorado, que quería ser presidente. La neta a mí me caía mal el neoempresario guanajuatense con ínfulas mesiánicas tan parecidas a las que trae otro sureño, ahora tan criticado, pues... pero de eso ya casi no hay memoria, creo que muchos de los mexicanos padecemos esa "amnesia oportuna" y nos dejamos llevar por los bonitos anuncios de televisión que nos advierten de peligros inminentes de caer en manos de las fuerzas del mal.

Cuando todo me caía mal en Zedillo, tanto que casi ni lo tomé en cuenta como mandatario, llega la noche del 2 de julio de 2000. Todavía persiste en mi memoria el rostro desencajado del Sr. Presidente, a lado de aquella pintura inolvidable de Dn. Benito Juárez que de tanto estar en el despacho del presidente, ya hasta se le dibujaba cierta sonrisa, él tan oaxaqueño, tan orgulloso y con esa sonrisita medio forzada, como si fuera la Monalisa del Palacio de Gobierno... pero bueno, remembranzas pues de Zedillo, a nivel nacional, rostro desencajado por una "gripa oficial", dando el triunfo de las elecciones al candidato de la oposición Vicente Fox Quezada.


Y todo se pintó de azul. Se mochó al águila del escudo nacional, hubo boda presidencial en los pinos con la ex-vocera de la presidencia, se invitó al hijo del Tata a continuar con la chamba que dejó la ahora Primera Dama, y empezó una larga e inigualable (al menos eso espero) lista de pendejadas, entuertos, dimes y diretes; durante los seis años más largos de mi vida. del 2000-2006, viví un conato de boda, me exilié como consecuencia de la misma para no dar explicaciones ni regodearme en el dolor con los demás; mi sueldo ha permanecido inmóvil durante 5 años, tuve una hija, se sumaron responsabilidades y gastos; pero no abrí un microchangarro, no soy beneficiaria del programa Oportunidades, tampoco me dieron una vivienda por ser madre soltera, ni siquiera tengo vales de transporte urbano... pero eso sí, vivo en un estado democrático y de libertad de expresión, sin parangón en la historia de la política "moderna" de mi país. ¡malo, malo, malo, pero qué bonito, chingado!

Y ahora, que todo seguirá de azul, creo prudente hacer silencio y retomar, si se puede, dentro de seis años el tema. Salud y provecho para las fiestas patrias.

martes, septiembre 12, 2006

lunes, septiembre 11, 2006

Sexweekend en Morelia o la radicalización de las ideas como excusa para terminar lo que nunca comenzó.



El fin de semana estuve visitando a un amigo en la ciudad de Morelia. La cosa estaba clara, darnos un encerrón en su depa y tocar fondo en la exploración sensorial mutua hasta salir con las rodillas temblando. Y sucedió todo, menos eso. Llegué a Morelia con la sensación encontrada de "sí, ya estuvo bueno de andar tripeando por Mi Innombrable" y la de "esto es un error, la estoy regando y no habrá papel del baño en el planeta que alcance para limpiar el desmadre". De todos modos llegué hasta el departamento de MR. P., a eso de las 8 de la noche. Fuimos al súper a comprar agua, una botellita de vino y chucherías para gusguear durante mi estancia

(Fritos con limón y salsa valentina amarilla, indispensabilísimos) y por supuesto coca-cola, que está siempre en los grandes eventos...

Regresamos al depa. Los besos no encuadraban, o chocaban las narices, o las manos no se ponían donde debían, cero comunicación física. Definitivamente después de lo vivido y sentido con Mi Adorado Innombrable, mi punto de comparación sexual estaba muy por encima de ese intento de acoplamiento que nomás no se dió por ninguna parte, aunque se hizo el intento, no soy mujer que deje las batallas a medio terminar. Dormimos toda la noche.

Noche de viernes sexual en la jeta total, gracias.

El sábado por la mañana, nos levantamos tarde, fuimos a desayunar gordas con jugo de naranja, regresamos al departamento y me pasé 4 horas continuas frente a la televisión mientras MR. P. revisaba fuentes y mandaba cables informativos a no sé cuántos periódicos de la región. Salió y regresó con un pollo pepe. Comimos casi en silencio, sólo hablábamos haciendo alusión a las propiedades del pollo, al sabor de la salsa, a los totopos, etc. Terminando de comer regresamos a la cama y nos jeteamos otro rato. Despertamos y pusimos la película "voces inocentes", con el terrible resultado final que me provoca esa película, el llanto incontenible, snob snob sniff sniff, le pregunto si vamos a salir y me dice que en un rato más nos vamos al centro, me meto a bañar, me arreglo para salir y sorpresa!, estaban pasando las finales de la WNBA y quería ver quién ganaba. Me voy a la computadora, abro el messenger, sólo primavera en línea, chateamos un rato, nos despedimos, regreso a la cama y estaba dormido. Regreso al baño, me pongo la pijama y también me acuesto a dormir. En algún momento siento su brazo buscándome, me retiro un poco más y...

Despierto el domingo con unas ganas inmensas de chingarle la vida al primero que se me ponga enfrente, y quién creen que estaba sonriéndome sin ganas de reír?

"Quiero café negro con bisquets para desayunar". Después de presentarme varias opciones, insisto con mi necesidad de cafeína y pan con mermelada, ante mi intransigencia, salimos y tomamos un camión rumbo al centro. Casi no hablamos. La neta yo ya no tenía nada qué hablar, no había nada que nos encontrara. Llegamos caminando al Café Europa, en los portales, justo frente a Catedral.

Morelia es bella, bellísima, su cantera rosa, sus calles, su gente, me relaja tanto... Estaba casi de buen humor, cuando se me ocurre comentar en relación a los títeres gigantes alusivos a Fox y Calderón que ocupaban gran parte de la plaza a un costado de la iglesia y que también está tomada por la Convención Nacional del Peje, "sería bueno que un investigador social o político se aventara una investigación sobre las manifestaciones artístico-culturales de las campañas políticas en el país". A lo que mi interlocutor, respondió "¿Es lo único que se te ocurre ante un momento tan importante en nuestro país?", vamos a discutir, pensé. La veía venir como cuando uno está esperando el pitido de la olla de presión. Empecé en tono moderado, a dar mis puntos de vista. Me acusó de calderonista. Me confesé afecta a Patricia Mercado. Se rió por mi postura. Me empecé a encabronar y terminamos casi gritándonos ante la mirada curiosainteresadadivertida, de una extranjera que desayunaba en la mesa contigua. Sin importarme el show que estábamos dando (al final dudo mucho volver a encontrarme con la gente que estaba en aquel maravilloso cafecito moreliano), ventajas del anonimato que da el ser extranjero al menos estatalmente hablando. Para terminar con la discusión política que, estoy segura, fue consecuencia de no haber logrado el objetivo cogitivo-primario del viaje, terminé siendo partidaria del

"Exterminio paulatino de 70 millones de mexicanos en extrema pobreza, bajo el yugo del neoconservadurismo y las políticas neoliberales adoptadas vía imitación al Imperio Capitalista".

En este punto no sabía si reír, aplaudir o entonar con toda la parsimonia posible el Himno Nacional Mexicano. Con la risa en mitad de la garganta, me excusé diciendo que necesitaba ir al baño. Me levanté y conocí el interior del dichoso café...


Cuando salí, pedimos la cuenta, que yo pagué, no porque él no hubo sacado la cartera, sino porque había sido mi caprichito mañanero y porque yo quise pagarle el desayuno y la enfrentona. Y caminamos rumbo al Museo del Dulce.


Ahí nos recibió una señora maravillosa, que me dió una explicación magnífica de la historia del dulce en la región y luego agarré mi canastita para comprar alguna que otra delicia de las que ahí venden: ates de macadamia, membrillo y guayaba, obleas rellenas de cajeta, jamoncillos de leche, tiras de ate, etc. Todo esto lo pagó él.

Regresamos al departamento en el más absoluto silencio. Marcó para llamar al taxi y me dijo que tenía mucho trabajo por hacer, así que le dije que no se molestara en llevarme a la central y tomando mi maleta salí del departamento, contenta por regresar a mi mundo, que si bien no es el perfecto, es el mejor lugar en el que puedo estar.

viernes, septiembre 01, 2006

I will paint you as I first saw you. Not a maid. You.

Sigo hablando de los roles que una juega en torno a la vida de los demás. Hace unos días, en el comedor del colegio, llegó a la mesa uno de los investigadores que acá trabajan y me dijo "Geo, anoche estaba viendo una película y me acordé de ti", creo que me sonrojé, a pesar de que conozco el nivel de coquetería en tono de broma que maneja este singular personaje; las risas y los comentarios de las personas con quienes estaba comiendo, me hicieron creer que en efecto, me había sonrojado. "Ví la película "La Dama del Arete de Perla y me acordé de ti, ¿ya la viste?". Si bien me considero con buen gusto en el aspecto cinematográfico y creo que selecciono bien las películas que quiero ver, debo reconocer que ésta no la había visto. Me dijo que me la iba a traer uno de estos días, y que luego la comentábamos. No me adelantó el argumento, la trama, sólo me dijo que sabía que me iba a gustar.

Pasó casi una semana hasta que Ricardo vino hasta la oficina. Llegó saludando a las chicas de PT, y luego llegó conmigo. Descubrió que no estamos pared con pared, le presenté el Fondo Reservado de la Biblioteca, bromeamos al respecto y cuando dimos vuelta para regresar a mi oficina vi que traía un estuche en la mano que categóricamente le arrebaté. Ahí estaba, la niña del arete de perla. "Bueno, te la dejo, me dices qué te pareció". Me quedé con la película en las manos y no fue hasta que regresé a mi escritorio que me puse a leer la breve reseña en la contraportada. La historia del pintor Johannes Vermeer, en Delft, 1675; en el momento creativo de una de sus más famosas pinturas.

Por la noche, ya que se durmió la princesa de los rizos furiosos y la casa estuvo casi totalmente en silencio, encendí el dvd, la tv y me dispuse a ver aquella película que había provocado en otro la intención de que yo la viera.




Una pintura en movimiento. Cada escena comenzaba con un cuadro de Vermeer, quien se dedicó durante su vida a reproducir escenas de la vida cotidiana en Holanda, así, se ven mujeres trabajando, niñas jugando, mujeres escribiendo o tocando algún instrumento musical. La joven Griet llega a trabajar entre la servidumbre de la casa de los Vermeer, es una casa llena de niños (según sus biógrafos, Vermeer llegó a procrear 15 hijos con su esposa, pero se murieron 4), el pintor utilizaba las habitaciones de la planta alta para producir sus cuadros, y a Griet le encomiendan el trabajo de ordenar y limpiar el estudio. No tardarán en conocerse y se desarrollará entre ellos un sentimiento de "comunicación" casi sin palabras. Griet es hija de un artesano y sabe de luces, sombras y colores. Vermeer por su parte, ha sido considerado un virtuoso al momento de plasmar casi con total realismo, las sombras y las texturas de la época. A Vermeer le apasiona el talento nato de Griet y la toma bajo su manto para enseñarle a mezclar los colores e incluso la convierte en modelo de algunos de sus cuadros. Todo parece desarrollarse en una monotonía casi rutinaria, hasta que nace el más pequeño de sus hijos y su suegra organiza una cena para presentar al pequeño y al mismo tiempo, la última creación del yerno. El invitado especial es cierto mecenas que comprará el cuadro. Durante la cena, le pedirá dos cuadros más, pero ahora le exige que uno de los cuadros sea un retrato sugerente, casi vulgar de Griet. Vermeer, celoso de su "criatura", comienza a trabajar en una serie de bocetos, hasta que una noche, cuando su esposa le pide que le ayude a ponerse sus joyas, descubre las luces y las sombras de las perlas de los aretes de la mujer. Días después, la suegra es quien entrega los mismos aretes a Griet y le dice que trabajen rápido sobre el cuadro para que su hija no se entere. Tal vez esta sea la escena más íntima del pintor con el ama de llaves. Él le perfora los oídos y le coloca los aretes, mientras una de sus hijas observa la escena desde la puerta del estudio y pasan todo el día en la elaboración de la pintura. La escena siguiente es caótica. La mujer de Vermeer entra colérica en la habitación y corre a Griet de la casa sin que Vermeer pueda hacer absolutamente nada. Días después, aparece una nueva pintura de Vermeer en la pantalla, una mujer está sentada alimentando a las gallinas cuando entra un "ama" de la casa de los Vermeer y le entrega un envoltorio lacrado. En el interior, Griet encuentra los aretes y el lazo que vistió mientras Vermeer hacía la pintura.

Cuando terminó la película me descubrí profundamente emocionada. No voy a hablar de crítica cinematográfica, puesto que soy la menos fiable en este sentido. Sólo puedo agregar que es una película hermosa, llena de matices, la fotografía es espléndida, y que me siento halagada por haber motivado en otra persona, que a veces he creído que apenas me conoce, el impulso de compartirme algo tan lleno de sensibilidad, tan bonito, tan bien hecho.