Pasó casi una semana hasta que Ricardo vino hasta la oficina. Llegó saludando a las chicas de PT, y luego llegó conmigo. Descubrió que no estamos pared con pared, le presenté el Fondo Reservado de la Biblioteca, bromeamos al respecto y cuando dimos vuelta para regresar a mi oficina vi que traía un estuche en la mano que categóricamente le arrebaté. Ahí estaba, la niña del arete de perla. "Bueno, te la dejo, me dices qué te pareció". Me quedé con la película en las manos y no fue hasta que regresé a mi escritorio que me puse a leer la breve reseña en la contraportada. La historia del pintor Johannes Vermeer, en Delft, 1675; en el momento creativo de una de sus más famosas pinturas.
Por la noche, ya que se durmió la princesa de los rizos furiosos y la casa estuvo casi totalmente en silencio, encendí el dvd, la tv y me dispuse a ver aquella película que había provocado en otro la intención de que yo la viera.
Una pintura en movimiento. Cada escena comenzaba con un cuadro de Vermeer, quien se dedicó durante su vida a reproducir escenas de la vida cotidiana en Holanda, así, se ven mujeres trabajando, niñas jugando, mujeres escribiendo o tocando algún instrumento musical. La joven Griet llega a trabajar entre la servidumbre de la casa de los Vermeer, es una casa llena de niños (según sus biógrafos, Vermeer llegó a procrear 15 hijos con su esposa, pero se murieron 4), el pintor utilizaba las habitaciones de la planta alta para producir sus cuadros, y a Griet le encomiendan el trabajo de ordenar y limpiar el estudio. No tardarán en conocerse y se desarrollará entre ellos un sentimiento de "comunicación" casi sin palabras. Griet es hija de un artesano y sabe de luces, sombras y colores. Vermeer por su parte, ha sido considerado un virtuoso al momento de plasmar casi con total realismo, las sombras y las texturas de la época. A Vermeer le apasiona el talento nato de Griet y la toma bajo su manto para enseñarle a mezclar los colores e incluso la convierte en modelo de algunos de sus cuadros. Todo parece desarrollarse en una monotonía casi rutinaria, hasta que nace el más pequeño de sus hijos y su suegra organiza una cena para presentar al pequeño y al mismo tiempo, la última creación del yerno. El invitado especial es cierto mecenas que comprará el cuadro. Durante la cena, le pedirá dos cuadros más, pero ahora le exige que uno de los cuadros sea un retrato sugerente, casi vulgar de Griet. Vermeer, celoso de su "criatura", comienza a trabajar en una serie de bocetos, hasta que una noche, cuando su esposa le pide que le ayude a ponerse sus joyas, descubre las luces y las sombras de las perlas de los aretes de la mujer. Días después, la suegra es quien entrega los mismos aretes a Griet y le dice que trabajen rápido sobre el cuadro para que su hija no se entere. Tal vez esta sea la escena más íntima del pintor con el ama de llaves. Él le perfora los oídos y le coloca los aretes, mientras una de sus hijas observa la escena desde la puerta del estudio y pasan todo el día en la elaboración de la pintura. La escena siguiente es caótica. La mujer de Vermeer entra colérica en la habitación y corre a Griet de la casa sin que Vermeer pueda hacer absolutamente nada. Días después, aparece una nueva pintura de Vermeer en la pantalla, una mujer está sentada alimentando a las gallinas cuando entra un "ama" de la casa de los Vermeer y le entrega un envoltorio lacrado. En el interior, Griet encuentra los aretes y el lazo que vistió mientras Vermeer hacía la pintura.
Cuando terminó la película me descubrí profundamente emocionada. No voy a hablar de crítica cinematográfica, puesto que soy la menos fiable en este sentido. Sólo puedo agregar que es una película hermosa, llena de matices, la fotografía es espléndida, y que me siento halagada por haber motivado en otra persona, que a veces he creído que apenas me conoce, el impulso de compartirme algo tan lleno de sensibilidad, tan bonito, tan bien hecho.
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