miércoles, septiembre 20, 2006

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Para Miguel, porque su sombra todavía me descubre.
¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en cuando?
Hemos abierto las ventanas de siempre. Hemos encendido las mismas lámparas. Hemos subido las escaleras de cada noche, y sin embargo han pasado las horas, las semanas enteras, sin que notemos su presencia.
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco. Sobre las piedritas del camino describimos, con el regatón de nuestro paraguas, la mitad de una circunferencia. ¿Pensamos en alguien que está ausente? ¿Buscamos, en nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo caso, nuestra atención se encuentra en todas partes y en ninguna, hasta que de repente advertimos un estremecimiento a nuestros pies, y al averiguar de qué proviene, nos encontramos con nuestra sombra.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una esquina, al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?
La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande para que nos preocupe la contestación a esas preguntas.
Quisiéramos acariciarla como a un perro, quisiéramos cargarla para que durmiera en nuestros brazos, y es tal la satisfacción de que nos acompañe al regresar a nuestra casa, que todas las precauciones que tomamos con ella nos parecen insuficientes.
Antes de atravesar las bocacalles esperamos que no circule ninguna clase de vehículo. En vez de subir las escaleras, tomamos el ascensor, para impedir que los escalones le fracturen el espinazo. Al circular de un cuarto a otro, evitamos que se lastime en las aristas de los muebles, y cuando llega la hora de acostarnos, la cubrimos como si fuese una mujer, para sentirla bien cerca de nosotros, para que duerma toda la noche a nuestro lado.
Oliverio Girondo. Obra Completa. México: CONACULTA, 1999 (Colección Archivos: 1a ed; 38), p. 88.

3 comentarios:

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Ernesto Rodsan dijo...

Mostra surgió una empatía con el buen oliverio, tanta que aquí tuvo lugar. Que bien.
Olvidamos la sombra o la sombra nos deja por momentos? Es buena la pregunta. Yo creo que corren las dos cosas, lo malo sería querer encontrar la sombre en uno de esos momentos que nos ha dejado. Si eso ocurriera me pondría a buscarla

libréluna dijo...

Lo peor sería, Mostro, dar todo por seguro. Creer que nuestra sombra siempre ha sido nuestra o que siempre ha estado con nosotros. Una cana al aire, de vez en cuando, no se le puede negar a nadie, mucho menos a nuestra sombra. Dejar que se pierda un rato, no puede ser malo. Si nosotros nos perdemos a nosotros mismos y continuamente nos reencontramos, por qué no nuestra sombra. Gracias por pasar por aquí.