lunes, noviembre 28, 2005

De Reencuentros


"la fil es como la familia que tenemos fuera de la ciudad: la esperamos todo el año y cuando llega, ya queremos que se vaya..." Toño Venzor, durante alguna plática en la Sala de Prensa de una de las muchas FIL que hemos compartido.

Desde el sábado en la noche quedé de acuerdo con los Payes de endosarles a la hija el domingo. Lavinia se despertó a las 9:00 y entre que quiso escuchar su "múkika" y se puso a jugar un rato sobre mi cama, nos dieron las 10 de la mañana, por fin, el hambre le hizo ruido en el estómago y bajamos a desayunar, huevo, tortillita, pan dulce, cafecito... todo como buen domingo. Terminando de desayunar subimos a vestirla para que se fuera a la granja con los abuelos y dejara a su madre preparándose para el reencuentro.

Porque aunque muchos me digan que la FIL es la feria más importante de libros a nivel nacional, que es una exposición bibliográfica comparable con las mejores de Europa y todos los motivos lógicos, profesionales, comerciales e intelectuales que le quieran dar, la verdad, acá entre nos, entre compas que somos, la FIL es un reencuentro. Desde que uno pisa la explanada de la Expo se empieza a encontrar con gente que "ya había visto en otro lugar" y el juego mental de "dónde lo he visto, dónde lo he visto..." termina siempre en sonrisa o en un "qué guey estoy": pos aquí, en la FIL el año pasado... pos sí, mi chavo, ¿en dónde más? y aquí es importante hacer un paréntesis para hacer una breve relación de las personas que casi todos los que vamos a la FIL hemos conocido:

-La señora de las papas fritas que se pone justo abajo del espectacular gigante
-Los hippies postmodernos que venden velas aromáticas también sobre la explanada.
-El cuate alto del turbante naranja-blanco.
-Carlos Monsiváis -con su chamarrita de mezclilla y su consabida greña-
-Raúl Padilla rodeado de edecanes siempre buenísimas.
-Toño Venzor
-Los trajeados
-Los darketos
-Las chicas FIL: pantalón de mezclilla viejo, zapatos viejos, blusa de cuello de tortuga, bufanda rastafari, cabello sucio y enmarañado, vasito de café en la mano izquierda y cigarrito entre los dedos índice y medio de la derecha, caminado indiferente, mirada perdida, y gorila flaco e indiferente caminando a su lado.

Y entonces, cuando uno va caminando y se va reencontrando con todos estos personajes, si bien la excitación inicial va diluyéndose entre el ruido natural de la feria y las voces en acentos variadísimos con los que uno va chocando, mezclándose, en ese momento todo parece tomar el orden necesario, la dimensión propicia para sentirse como en casa. Aquel bodegón inmenso, con carriles y carriles de stands, viene a ser como el patio donde llegan a recrearse los niños: venimos a ver libros, a tocarlos, a manosearlos, a sobarlos, a olerlos, a ver si no nos cachan y nos podemos meter entre la ropa la edición bilingüe del Ulises de Joyce, o la antología de Borges, o el Varón Rampante de Italo Calvino... tantos que han estado en una lista durante al menos 12 años y nunca me he animado, debo confesarlo, a hacer como que se me pegó al forro del saco, de la chamarra, de la bolsa... triste egresada de Letras que nunca ha podido salir de la FIL con algo que no haya comprado, salvo la cantidad inigualable de folletos y periódicos que a uno le regalan a lo largo de las visitas de todos los días.

Este año la FIL me trae a Perú: César Vallejo, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce-Echenique, entre un montón de escritores más. Me trajo mi publicación en CASIOPEA, revista-carpeta de arte; y como a penas va empezando, no puedo decir qué más me dará o me quitará, habrá que darle su tiempo y su espacio y al final ver cómo terminamos. En este inter, me pongo los zapatos cómodos, la ropa holgada, me cuelgo la mochila, y me dispongo a caminar, a perderme durante 7 días por los pasillos torcidos de FIL.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Fil tambien se parece a la pronunciacion inglesa de sentir.

Cuando publicas un libro.

Deja de esquivar exitos.