lunes, agosto 01, 2005

Algo para peques

Camilo fue hasta el fondo de su pecera para descansar. Los libros se habían quedado en silencio hacía algunas horas, pero parecía que sus voces permanecían en la pecera, flotando como sueños alrededor de nuestro amigo.

Cuando estaba a punto de quedarse dormido, escuchó un murmullo al fondo de la habitación, al principio era muy bajo, pero fue creciendo hasta que se dio cuenta de que en uno de los anaqueles, algunos libros estaban discutiendo entre ellos.

—¡No se puede dormir con ese olor tan desagradable!

—¡Yo no sé qué estarían pensando cuando te trajeron!

Camilo no entendía qué estaba pasando. Le preguntó a su amigo La Historia Interminable qué sucedía.

—Es El Fantasma de Canterville,— respondió sereno el libro— Cada noche es lo mismo, los libros que están cerca de él se quejan por el olor que despide.

—¿Los libros tienen olfato? — Preguntó Camilo intrigado.

—Claro, igual que tú. Cuando somos nuevos tenemos un olor que a todos les gusta, de hecho cuando yo llegué a esta casa, la niña lo primero que hizo fue abrirme y pegar su nariz contra mis hojas para olerme nuevo, eso lo hizo todo el tiempo que tardó en leer mis historias... hasta que llegó un nuevo libro y se olvidó de mí.

—Entonces... pero ahora tú no tienes ningún olor...

—No porque todavía soy joven. En cambio el pobre de El fantasma de Canterville, ya tiene otro olor, un olor que, al parecer, es muy desagradable. Yo nunca he estado junto a un libro viejo. Desde que llegué a este lugar, me dejaron en esta tabla y sólo llegan libros nuevos... pero al parecer, allá donde están discutiendo, huele muy mal... y creo que es porque El fantasma de Canterville es un libro que tiene muchos años, está muy maltratado y tiene olor a viejo.

—Pues yo nunca he olido un pez viejo... no sabría decirte a qué huele un pez viejo. Pero no creo que yo huela mal, ¿o si?

—No, bicho rojo, tú no hueles mal, hueles diferente, eso sí, pero no hueles mal.

—Huelo diferente... como El fantasma de Canterville, diferente. ¿la niña ya conoce ése libro?

—Sí, la niña lo conoce y es su favorito. Cada determinado tiempo, le pide a su padre que lo lea para irse a dormir.

—Y a ellos, ¿no les molesta el olor?

—No, al contrario, ese libro lo tienen como un tesoro. Mira mis páginas...

—No puedo verlas, lo único que veo es un rectángulo, todo es plano para mí.

—Pues dentro de lo plano que ves, bicho rojo, hay un montón de páginas. Nosotros, los libros, sabemos cuándo un libro se prefiere, por lo gastado que tenemos las páginas... mis páginas no están gastadas en cambio las de el fantasma tienen incluso gotas de agua o café, hasta una quemadura. El fantasma de Canterville ha estado aquí por mucho tiempo y no tiene descanso. Y ahora, si me disculpas, voy a dormir.

Camilo se quedó flotando en el centro de la pecera. Las voces se fueron apagando poco a poco, y sólo se escuchó el lamento oscuro de el Fantasma.

—Disculpe, señor, ¿se siente mal?

—¿Y tú qué crees, bicho rojo?

—Perdón, señor... ¿le puedo ayudar en algo?

—No hay nadie que pueda ayudarme... nadie.

—¿Tiene mucho tiempo viviendo aquí?

—Creo que desde siempre... no recuerdo otro lugar que no sea este... siempre he estado aquí, siempre he sido insultado y estoy muy cansado.

—¿Y qué lo haría sentirse mejor?

—¡Quiero descansar! Hace muchos años que lo único que deseo es que me dejen en paz... pero eso va a ser imposible mientras haya niños en esta casa.

—¿No le gustan los niños?— Preguntó Camilo intrigado.

—Sí me gustan, por ellos estoy aquí. Pero yo quiero descansar... tú no sabes lo que ha sido para mí primero estar en la mente del escritor, luego en el papel, y ahora pasar de mano en mano, de mirada en mirada, de mente en mente... y así para toda la eternidad... ya estoy cansado. Soy un libro viejo, con una historia vieja... ya quiero descansar.

—Si tan solo pudiera ayudarle en algo...

—No, bicho, tú no puedes hacer nada por mí. Mientras siga siendo importante para alguien, no podré descansar. Primero fue el abuelo de Lavi, luego su padre, hoy es ella, y después vendrán sus hermanitos... no voy a descansar en muchos años más... ¡Ay, cómo me gustaría estar en la biblioteca, con otros libros igual de cansados y viejos, con los libros que han sido olvidados, que sólo de vez en cuando se comentan algo entre ellos para recordar que siguen vivos, ay, como quisiera descansar con ellos!

—Pero usted es muy importante, señor Fantasma, usted debería ser feliz por ser tan querido en esta casa.

El Fantasma de Canterville gritó de dolor. Camilo retrocedió y se escondió en la oscuridad de su pecera. La habitación quedó en silencio nuevamente. Camilo todavía temblando de miedo se acercó tímidamente al cristal.
—No has entendido nada, bicho rojo. Yo ya no quiero ser querido, ya no quiero que me lean, lo único que yo quiero es ser olvidado. Mis hojas están llenas de mugre, de lágrimas, dibujos, notas en mis márgenes, hasta me quemaron con un cigarrillo... fue por un descuido, yo lo sé, pero he sido humillado tantas veces que ya no puedo más. Soy un libro viejo, sólo por eso, deberían dejarme en paz, en algún rincón, olvidado... estoy cansado, Camilo, muy cansado... ¿Podrías ahora dejarme dormir?, ¿al menos tú, podrías dejarme descansar un poco?

Camilo no contestó. Se dirigió hasta el fondo de la pecera y se dispuso él también a dormir. Su respiración era muy difícil, sentía como si toda su piel, todos sus cartílagos se le apretaran alrededor de su corazón. Se asustó mucho y le habló nuevamente a La Historia Interminable.

—Algo me pasa, no puedo respirar, ayúdame...

—No es nada serio— Intentó tranquilizarlo La Historia —es sólo que estás triste.

—Pero no puedo respirar, me duele algo.

—Te duele El Fantasma de Canterville, eso es lo único que te duele, Camilo.

—Pero, él no soy yo...

—De algún modo, no sé cómo ni por qué, El Fantasma de Canterville somos todos los que estamos aquí. Todos los libros somos un poco de él.

—¡Pero, yo soy un pez, yo no soy libro, yo no soy él!

—Tú ya conoces su historia, como la mía y la de otros que hoy has conocido, de algún modo, ya eres un poco nosotros. Ahora cierra tus ojos y trata de controlar tu respiración... poco a poco notarás que el dolor pasa y a lo mejor hasta puedes dormir. Descansa pececito, yo te voy a cuidar.

Camilo durmió aquella noche y La Historia Interminable cumplió con su promesa. Los libros siempre cumplen sus promesas, siempre. La Historia velóel sueño de Camilo hasta el amanecer y pensó que era una suerte tenerlo entre ellos. Buscó entre sus páginas alguna frase que pudiera llegar muy clara hasta la pecera de Camilo, para tranquilizarlo y arrullarlo, poco a poco, fue lanzando palabras que alcanzaron el agua y cobijaron a Camilo.

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