martes, febrero 07, 2006

Plantas Locas


Sucede que uno cree conocer perfectamente su entorno hasta que nota cambios inimaginables en el mismo, situación que también pasa con las personas: me ha tocado participar de fenómenos extrañísimos de evolución e involución afectiva, intelectual, religiosa o física en seres muy cercanos a mí e incluso ser parte de tales fenómenos; y ahora puedo comprobar que las plantas no son la excepción.

Desde hace aproximadamente un mes, estoy sola en mi casa; esto ha permitido que desarrolle ciertas habilidades domésticas, hasta ahora desconocidas en mí. Una de estas actividades a las cuales me he visto obligada es a regar las plantas todos los días, sin duda una tarea relajante que me ha permitido conocer el comportamiento de algunas de las plantas que viven dentro y fuera de mi casa. Por ejemplo, el árbol-arbusto "huele de noche", huele más si lo riego por la tarde que por la mañana, los alcatraces están floreando de uno en uno y requieren de muy poca agua para sobrevivir, el limón tiene acelerado el proceso de maduración de sus frutos y la azalea está plagada de flores blancas, tan blancas que lastiman la vista bajo el sol.

En diciembre tuvimos un golpe bajo en materia de plantas de ornato; en la parte exterior de la casa tenemos una maceta con una bugambilia "original fucsia color", era la primera vez que floreaba y todos estábamos felices ante la explosión morada que nos recibía o nos despedía --según el caso-- en la puerta de la casa. Un lunes, como cualquier lunes cualquiera, nos dimos cuenta de que el 70% de las flores estaban en el piso y las hojas se iban desprendiendo a la menor provocación; el martes la planta estaba totalmente seca. El suceso consternó a toda la familia, mi padre, el protector principal de las plantas de la casa, echó un poco de agua en la maceta y observó la reacción: una pantalla de gasolina emergió de la tierra. Alguien, no sabemos quién ni por qué motivos, había vertido gasolina en esa maceta matando la maravilla colorida que se nos regaló por unos días. El viejerío ofrecimos soluciones: cambiar la tierra de la maceta, llevar la planta al vivero, poner fertilizante, utilizar cáscaras de huevo para fortalecer la tierra o ya de perdis, los restos del café; la respuesta de mi padre fue contundente: "no hay nada qué hacer, la bugambilia está muerta", silencio sepulcral, casi doloroso de tan profundo.

La pena nos duró realmente poco, ante la inminencia del viaje programado al exterior de mis padres, poco a poco dejamos de sentir la muerte de la bugambilia y sólo de vez en cuando hacíamos algún comentario altisonante lanzado al aire, en contra de quien pudo haber perpetrado tan ignome crímen.

Esta mañana, cuando todo parecía ser una mañana de rutina, cuando la princesa de los rizos furiosos trabajaba por subirse al carro ella solita y pedirle a su oso que la abrazara hasta llegar a la escuela, cuando la prisa por ser martes de inicio de semana y vamosavercómoestáeltráfico, me llevaba a abrir el cancel de la entrada, noté un tímido viso morado en la maceta que habíamos dejado en la entrada de la puerta como una tumba a la que por 3 días había sido una planta gloriosa. Abrí totalmente el cancel y caminé hacia la maceta, la visión fue casi fantasmagórica: de las ramas secas estaban brotando, así como si nada, como no queriendo, pequeñas hojas en color verde tierno, verde nuevo y para mi sorpresa, para mi gran sorpresa, había pequeñísimas florecitas moradas pegadas a las ramas; sobreviviendo al frío, al olvido, como damnificadas en zona de desastre.

2 comentarios:

Ernesto Rodsan dijo...

Mi mostra: chido es cuidar las plantitas. A las que se portan mamonas se las rayo y con un "ah te quieres morir eda?, pos échele ganas..." les dejo de echar agua y me olvido de ellas. Algunas han muerto. ¿Qué hacer con aquellas que no quieren estar por acá? Pero otras resurgen gloriosas. Pero lo más chingón que me ha pasado con una plantilla fue observar un renacimiento, un pinche aferramiento a la vida, que fue verdaderamente admirable. Era un pequeño arbusto que vive al lado del periférico, por dónde vive mi mamá. Cuando se hicieron las obras de ampliación de la avenidota, los trabajadores le dieron en la madre porque pensaban que les iba a estorbar. Terminaron y la planta quedó hecha una deshojada rama reseca, prácticamente muerta. Por cuestiones laborales yo pasaba, con mi papá, diariamente junto al arbusto. Lo di por muerto. Ni qué hacer... Pero con los días, quizá un mes, empezó a sacar una hoja, tímida, de verde pálido. pero luego vino otra y otra con verdes cada vez más intensos. Me sorprendí como pudo sobrevivir sin auxilio. Luego vinieron las aguas y el arbusto creció con singular contento. Fue una experiencia que le agradezco mucho a los ojos de mi apá porque me ayudaron a ver el fenómeno de la vida.
Greetings

Itzxochitl dijo...

Asì es la vida, cuando menos lo esperas la fuerza de voluntad hace acto de presencia y nos maravilla. Adelante con tu bugambilia y demàs plantas que estas cuidando y disfrutando.