viernes, febrero 10, 2006

Camilo y El Principito


(fragmento de "Camilo, El Bicho Ilustrado")

Para Lavinia, como todo, como siempre...
Para Gustavo, por ser un juez misericordioso...
Las personas salieron de la habitación y Camilo regresó al fondo de su pecera.
—¡Te vas a ir, bicho rojo, ya no te quieren!— dijo el Gato con Botas entre risas.
Camilo escuchó asustado.
—No le hagas caso, Camilo, podría venir el hada madrina y si realmente lo deseas, podría transformarte en libro hasta las 12 de la noche para que no te echaran de la casa. — intentó tranquilizarlo La Cenicienta.
Camilo buscó la opinión de su amigo, La Historia Interminable, pero si hacemos memoria, recordaremos que al no descansar la noche anterior, ahora dormía profundamente en su librero. Camilo con mucha vergüenza, lo despertó.
—Historia, Historia, despierta, ¿si?
La Historia Interminable despertó lentamente, se estiró como gato y suspiró.
—Ahora qué pasa, Camilo... ¿Cuál es el problema?
—Es que, me quieren llevar, ya no me quieren en esta casa...
— ¿Quién, qué pasó?
Entre todos los libros le explicaron lo que había sucedido mientras dormía. La Historia Interminable quiso encontrar en su interior las palabras apropiadas que calmaran a Camilo, pero éste ya había comenzado a llorar. Fue en ese momento cuando una vocecita dijo:
—Lo más lejos que te podrían mandar es al asteroide M686...
Camilo trató de ubicar esa voz tan delgadita y dulce, que parecía deslizarse por un hilo de sol.
— ¿Y eso queda muy lejos?— se atrevió a preguntar Camilo.
— Sí, muuuy lejos—. Respondió la vocecita.
— ¿pero, quién eres tú?— preguntó Camilo.
— Soy El Principito.
IV
Camilo no entendía por qué la voz de El Principito era tan pequeña, aunque débil sería la expresión correcta si consultamos el diccionario que nos hacen manejar en la escuela; ahora, pidiéndole una disculpa –puesto que también es un libro y los libros son un poquito delicados-, diremos que la voz de El Principito era pequeña.
Como les iba diciendo, Camilo no entendía a qué se debía este cambio de voz en otro libro, que, si Camilo lo hubiera alcanzado a ver desde donde estaba, hubiera notado que no tenía ninguna diferencia con los otros.
Después de dar muchas vueltas en su pecera intentando diluir sus lágrimas en el agua, Camilo volvió a preguntar a El Principito:
-- Dime, Principito, ¿tú has viajado mucho?
-- No, Camilo, como libro yo nunca he viajado, más que de la librería a esta habitación.
-- Entonces –repuso Camilo- ¿cómo sabes del asteroide ese?, ¿qué es un asteroide?
--La Historia que me habita habla de un viajero, un pequeño príncipe de otro planeta que viaja buscando valores. Por eso sé de la existencia de los asteroides, y de las boas, y de las puestas de sol, de las flores y el desierto.
--No entiendo –dijo Camilo muy serio-, Sé lo que es una historia porque ya he convivido con algunos de los libros que habitan esta casa… pero no entiendo lo que es un planeta, lo que es un príncipe, lo que es una boa o una puesta de sol, tampoco sé lo que es un desierto. No te entiendo principito, dime por favor, ¿qué son los valores?
El principito suspiró, como cualquiera de nosotros cuando nos encontramos con alguien a quien hay que explicarle las cosas con mucho cuidado para que nos entienda.
-Los valores son invisibles, no es algo que puedas tocar como lo es tu pecera, la madera sobre la que estamos, las paredes o los niños. Sin embargo, los valores son algo que podemos sentir, en lo que podemos creer, algo con lo que vivimos todos los días.
-Sigo sin entenderte nada.
-A ver, Camilo ¿alguno de nosotros, quiero decir, de los libros que has conocido, te ha dado protección, o te ha demostrado cariño, confianza, o respeto?
Camilo no dudó en responder:
-Claro, La Historia Interminable, desde que llegué, que no hace mucho tiempo, me ha dado todo eso que estás diciendo.
- Bien, entonces podemos decir que La Historia Interminable te ha encontrado valioso para él como amigo.
- Valioso como amigo – repitió Camilo en voz baja y volvió a preguntar- ¿y él cómo sabe que yo soy valioso?
-A lo mejor, porque La Historia Interminable pudo ver lo esencial de ti.
-¡Ay, Principito, y ¿qué es lo esencial?!
-Lo esencial es lo invisible para los ojos.
-Entonces –volvió a preguntar Camilo- ¿cómo podemos verlo?
-Con los ojos que tienes en tu corazón, Camilo, siempre ve con los ojos de tu corazón.
-Con los ojos del corazón… - murmuró Camilo.
Cuando La Historia Interminable se dio cuenta de que la plática entre El Principito y Camilo parecía no tener fin, intervino.
-Mira Camilo, sucede que, aquí nuestro amigo El Principito siempre habla como si todos entendiésemos lo que nos dice, algunos ya lo hemos hecho, pero tú, al ser nuevo en esta habitación es normal que tardes un poco más en comprender todo lo que está diciendo.
El Principito comentó.
-Lo que pasa es que Camilo piensa como los adultos, hay que darle una explicación para todo.
-Pero yo no soy adulto, tan sólo soy un pez muy pequeño…
-Debemos tenerle paciencia a nuestro amigo, Principito, él a penas está conociéndonos y no podemos creer, seríamos necios como los adultos, que Camilo va a entender todo con la primera explicación que le demos. – Concluyó La Historia Interminable.
-Pero –insistió Camilo- ¿qué pasa con los valores?, ¿qué con la flor, los asteroides, el desierto?
-Todas las cosas que te he dicho, Camilo, si sigues mi consejo de mirar con el corazón las vas a ir entendiendo poco a poco, vas a comprender que sólo puede haber una flor única en tu corazón, que ir de asteroide en asteroide te va a enseñar a comprender mejor tu propio mundo, y, que si en algún momento te sientes tan solo como en un desierto, el saber que hay una flor que te espera en algún lugar, el haber conocido tantos mundos, te van a servir de compañía. Todo es cuestión, de que aprendas a mirar con el corazón.
Camilo fue hasta el fondo de su pecera para pensar en todo lo que le había dicho El Principito. Cerró sus ojos con mucha fuerza y trató de ver su corazón… no pasó nada, cuando volvió a abrirlos, se dio cuenta de que lo único que había logrado era el haber provocado un tipo de resplandor a donde dirigiera su vista. Volvió a cerrar sus ojos. Se concentró. En alguna parte de él mismo distinguió, con dolor, el cansancio de El Fantasma de Canterville, también vio a La Historia Interminable cobijarlo con sus letras mientras dormía, y se alegró. Se empezó a dar cuenta que podía ver sin abrir los ojos. Eso es lo que nosotros podemos hacer continuamente cuando nos acordamos de algo que nos pasó, o cuando soñamos, por ejemplo, y es muy simple para uno como ser humano… pero, para un bicho rojo la cosa puede ser más complicada de lo que nos pudiéramos imaginar.
Camilo pasó toda aquella mañana tratando ver con los ojos de su corazón. Sonrió y lloró. De algún modo estaba aprendiendo algo nuevo. Los libros, aunque sea poquito, siempre nos enseñan algo nuevo. Y, Camilo no fue la excepción, y tú, ¿has aprendido algo?

1 comentario:

Igor dijo...

Zas. Pensaba decirle que el relato está super chingón (pero me acordé que era pa los peques, so); que ese Camilo tiene un futuro igual de brillante; que la literatura para niños (que no infantil) es quizá de las más complejas y que usted la desenredad a la perfección; etc. Pero ¿acaso puede igualar cualquier cosa que uno diga al cumplido que le hicieron justo el día que lo leyó frente al público más difícil que puede haber? No creo.

I.