jueves, febrero 23, 2006
La Princesa de los Rizos Furiosos I
Me hubiera gustado hacer una bitácora de lo que fue, de lo que ha sido tu presencia dentro y fuera de mí. Tener una libreta a la cual acudir para recordar los miedos, las sensaciones, la alegría, la risa y las lágrimas que se han ido regando desde que supe de ti, aún sin rostro, sin rizos, en esta tierra que de yerma se volvió fecunda gracias a tu risa, a tu mirada inquisitiva, a tus caricias y desdenes.
Me hubiera gustado tomarte una fotografía aquella mañana que me descubrió sin dormir junto a tu cuna, cuando ya estando despierta, no te manifestabas, no llorabas, no balbucías; sólo mirabas... observabas el techo, las paredes de tu refugio de tela, hasta que mi presencia llamó tu atención y me miraste ¿me miraste?, sin expresión, libre de cualquier efecto de gusto o temor, como queriendo decirme: "¿y bien, ahora qué sigue?" y casi acababas de salir de mi vientre y yo no sabía qué ofrecerte, qué decirte, cómo hablar con palabras pequeñitas a la emoción más grande, a la sensación más fuerte. Entonces, en esos días, te extrañaba dentro de mí, extrañaba tus movimientos, y sobre todo, extrañaba la sensación de seguridad que me proporcionaba sentirte dentro; pero ya estabas afuera y la vida que empezaba tenía que seguir de algún modo, de alguna manera... entonces comprendí, que tú serías quien llevaría el ritmo, quien guiaría mis pasos de madre inexperta, torpe, temerosa.
Me hubiera gustado hacer una bitácora de mis novatadas contigo, como cuando llegamos del hospital y creí que todo estaba listo para recibirte, pero, había que esterilizar biberones, había que hervir el agua, había que comprar fórmula, y me puse a llorar por no haberlo previsto, por creérme la peor de las madres, y tú no te enteraste porque dormías tranquila en el sillón de la sala. O escribir de aquel viaje que hicimos a Puerto Vallarta justo al mes de que naciste; nuestros paseos interminables en la playa; fue en ese viaje cuando te hablé de las ballenas, de cómo me anunciaron tu llegada mucho antes de que yo misma me diera cuenta de que ya te estabas cocinando en mi vientre.
No quiero olvidar nada, no quiero que llegues a ser una mujer sin historia, sin anécdotas, sin la memoria de risas o llantos primarios, básicos, ¿cómo registrar que tu único motivo de enojo, hasta la fecha, haya sido la frustración por no darte a entender con los demás?, ¿cómo dar testimonio de que no te gustan los abrazos ni los besos?, quién puede creerte todo eso, cómo podrías tú creerlo si alguien no lo escribe y no te lo cuenta cuando tengas 15, 20, 30 años... cuando realmente te interese saberlo... todavía no sé por qué te podría interesar... quizá sólo sea mi necio afán de seguir demostrándote lo grande que eres, este necio afán de compartirte la magia con la que has transformado la vida, la risa, el sentido.
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