miércoles, mayo 04, 2005

Imaginario de Vidas

I. ANGUSTIAS

“Tú no te preocupes, ahorita viene el doctor y te pone la medicina”, me dice la mujer enorme de la cama de a lado. “¿Cuántos meses tienes?”, le contesto con voz apagada, “no, pos todavía te falta un buen... tú tranquila, si Dios quiere ese bebé llega... ¿ya te dijeron si es niño o niña?... pos ojalá que sea niña pa que te cuide cuando estés vieja, yo traigo un chamaco y pos ya me estoy haciendo a la idea de que se me va a ir pronto”

Dos camas más allá están dejando a una muchachita de 16 años que acaba de perder a su bebé. Yo nomás aprieto bien mis piernas y cierro los ojos.

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II. HAMBRES

En el encamado 109 del Centro Médico acaban de entregar una niña de 12 horas de nacida. Su madre la recibe dándole la espalda. La enfermera no insiste y la deja en su cunacajadefierro a lado de su cama. María Asunción González no llora. A penas mira el techo. Su binomio empieza a llorar exigiendo un poco de leche, algo que le aplaque los nuevos movimientos en su estómago. Está aprendiendo lo que es el hambre. María Asunción permanece inmóvil, sorda a los llantos de su hija. Una enfermera entra a preguntarle si se le ofrece algo “mija, te la tienes que pegar para que aprenda a mamar”, “no quiero”, “no seas así, mija, es tu hija”, “no la quiero”.

Seis camas más adelante, te estoy esperando entre sondas y medicamentos y sólo me entero de que hay una niña en otro encamado que no ha comido.

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III. JUEGOS

La trabajadora social pasa de cama en cama jugando a que trabaja.

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IV. ARTIFICIOS

Desde mi cama se ve el fuego de los tabachines recortando la fachada de la torre de especialidades. Abajo la llegada de las ambulancias, las camillas, los silbidos entre camilleros o parientes de las internas. Espero que anochezca pronto para que todo sea fuego: el cielo, los árboles, la torre. Que el fuego cauterice nuestras heridas y nos obsequie la obscuridad para dormir en paz.

A mi lado, la enfermera extrae el catéter que desde hace dos días y medio me alimenta.

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IV. DESPEDIDAS

Siento los dolores, tus dolores en mi vientre. Antes de salir cierro mi ventana por la que conté cada mañana los días que hacían falta para que llegaras, cierro mi cortina que me protegió de la luz y el frío, dejo vacía mi cama, desconecto la televisión y visto tu cuna para cuando llegues no preocuparme por eso. Bajo con cuidado, deteniéndome a respirar en el descanso de la escalera. Voy a dejar mi casa para ir a recibirte.

Lejos, en alguna iglesia, están oficiando una misa por las perfecciones de María.

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V. AMOR CIEGO

Vienen caminando abrazados, sosteniéndose el uno al otro ayudados por sus bastones blancos. El reclina su cabeza y murmura cosas al oído de ella, quien ríe tímidamente mientras sus pasos los encaminan a la sala de espera del área de Consulta Externa. Entre miradas curiosas se acomodan en una de las bancas justo afuera del consultorio 6. Los que hemos estado ahí vemos como la enfermera los saluda más sonriente que a los demás. Pero ellos no se dan cuenta. El le acaricia el cabello a su cieguita, ella no se suelta de su mano y con su mano libre le acaricia el rostro antes de acariciarse el vientre.

Cuando paso junto a ellos, casi sin querer, escucho lo que ella le dice a su esposo “ojalá que se parezca a ti” y los dos ríen estrepitosamente confundiendo su risa con el ruido de las ruedas de una camilla.

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