De hecho, desde el jueves pasado las cosas empezaron a fluir positivamente. Mis amigos, mis pilares estuvieron ahí, conmigo, al pie del cañón. El sol volvió a brillar con más fuerza, el frío caló un poco más en mis huesos; y las lágrimas se cansaron de salir de mis ojos. Todo tiene un nuevo sentido. Fue mi llanto con cara de invierno. Mi llanto desolado. Mi llanto necesario. Mis presiones, tensiones, soledades, confusiones y miedos me llegaron de golpe en dos días. Por eso estuve mal. Por eso estuve triste.
Y entoces, cuando se detienen las lágrimas y otra vez se ve la luna o las estrellas en toda su claridad magnífica, una se da cuenta de que a) no se està tan sola y b) la soledad en sí no es tan terrible. Lo terrible es no darnos la oportunidad de escucharnos. De escuchar lo que somos, lo que hemos sido, lo que nos hace ser quien somos. Descubrir que se tiene tiempo para uno mismo. Descubrir que puedo pasarme una hora bajo de la regadera o leer 3 horas sin detenerme ni ser interrumpida. Descubrir el antiguo placer de entrar en una tienda a comprar zapatos y pasarme una hora viendo los diferentes modelos de zapatos, probándomelos, eligiendo. Entrar en un salón de belleza y no preguntar "¿cuánto tiempo te tomaría cortar y pintar mi cabello?" porque se tiene todo el tiempo para hacer cualquier cosa. Llegar a casa. Descubrir la vida suspendida: juguetes en la sala, como esperando que alguien juegue con ellos. El refri con comida que espera ser consumida pero que no se antoja, no porque no me guste... simplemente porque puedo comer o no comer y no pasa nada. Dormir la noche completa, despertar y tener tiempo de ponerme y quitarme ropa hasta sentirme conforme con la elección y salir a la calle con la certeza que nos da el sentirnos bien. Detalles pequeñitos, que dejamos de hacer, que dejamos de vivir porque hubo nuevas responsabilidades que ocuparon esos pequeños momentos con risas, llantos, pañales, tareas, biberones.
Extraño al motivo de mi olvido. La extraño entrañablemente, es la misma sensación que tuve cuando fui conciente de que ya no estaba dentro de mi vientre y me pregunté: ¿y ahora, cómo voy a cuidarte? Afortunadamente los días pasaron relativamente rápido. En especial esta última semana: la posada coljal, el festejo de mi Lupe, el festejo de mi cumple, el domingo de no hacer nada, el lunes de ballet con las sobrinas, el martes de Primer Piso, mañana comer con Laura y café con la China, el jueves el cumple de don Toño y así, sin casi sentirlo llegaré al viernes para subirme a un avión y alcanzar a mi Princesa de los Rizos Furiosos.
Y mis amigos, mi Sani del alma que no me dejó ni un momento, Angélica con su sabiduría y entereza, Toño con sus ocurrencias y su entusiasmo, Xaris siempre presente, Víctor que por una noche dejó de ser virtual para compartir el café en casa, mis primos: Gabo, Popos, Lalo, Carlos... Rodrigo, quien recientemente entrò en mi vida pero a quien le debo mucho de lo que he descubierto en mi, de lo que he liberado en tantas horas de plática tratando de comprender mis por qués, mis no y mis sí.
No estoy sola y ya no estoy triste. Estoy desvelada, con tos de fumadora, con la emoción que me trae subirme a un avión, con las ganas locas de volver a abrazar y besar a mi niña. Gracias por seguirme, por leerme, por la paciencia ante el silencio, por respirar conmigo el principio de un nuevo año.
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1 comentario:
Feliz cumpleaños!
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