Tal vez sí, el amor es ciego o quizá sea que el amor nos vuelve ciegos. Poco a poco nos va poniendo velos con forma de caricias, de besos, de sueños lúcidos, de detalles, de momentos preciosos. Entonces sucede y nos damos cuenta de que estamos ciegos hasta que una fuerza superior (muchas veces provocada por el mismo obscuro objeto del amor), rasga uno de los velos, el otro, otro más.
La claridad lastima nuestros ojos y nos sentimos aturdidos. Nos enfrentamos con el otro y vemos que de la noche a la mañana, nuestra otra mitad ya tiene arrugas, le brotó el vientre, tiene aliento de alcantarilla y en algunas partes de su piel hay cicatrices, estrías, y más adentro, en alguna parte de su alma hay malos entendidos, disfunciones, confusiones, y un sin fin de etcéteras que no nos gustan, pero que están ahí y más que corregirse, será de esperar que se agudicen.
Estoy cerrando un paréntesis de dos años y medio... tal vez más. Estoy reconciliándome con mi representación del amor y la felicidad. Estoy concientizándome de que quizá ese amor y esa felicidad no sea lo que yo quiero para mí. Por lo tanto no pienso seguirlo otra vez. Tengo una representación del amor muy fuerte, casi violenta para mi entendimiento. Tengo al compromiso a prueba de fuego o de frío. Tengo el estar presente no importa qué. Tengo la caricia a la mano y el beso a los labios, en todo momento. Tengo la solución de problemas entre dos. Sí, es una vara muy alta, pero es La Vara.
Ahora estoy flotando. Sé que tarde o temprano tendré que aterrizar. No dejaré de amar. No dejaré de sentir, de sonreír por los triunfos del otro. No dejaré de llorar por su ausencia. Hoy me descubro amando, feliz, consciente, entregadísima a ese sentimiento.
Tal vez la opción sea amar en la distancia. De lejecitos. Amar platónicamente. Amar de manera constante, sin treguas, sin más paréntesis. Saber que lo que se hizo, lo que se dijo, lo que se vivió, lo que se aprendió ha valido la pena. Podré, otra vez, dormir con la luz apagada. Dormir profundo y despertar por la mañana con la alegría del que respira y sabe que comparte el sol y el aire, el frío y la noche con otro en la distancia. En donde ninguno de los dos puede lastimar ni ser lastimado. Quizá en donde diría El Poeta: en ese espacio del amor hallado que sólo él y yo conocemos.
Hoy que ya no tengo vendas en los ojos me doy cuenta que no he dejado de amar. Es mi Momento Glorioso. Me quedo con él, con esa sensación tibiecita entre mi piel y mis huesos. Con esa sonrisa al releer lo escrito, como si viera sus ojos que me leen auténticamente, redescubriendo la que fui en otra piel, en otro tiempo, en otro espacio...
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