Despertando con la Princesa de los Rizos Furiosos.
Una mañana cualquiera, la Princesa de los Rizos Furiosos se despertó molesta. Como siempre que se despierta cuando no quiere despertarse, comenzó con una larga lista de monosílabos inconexos entre quejidos y lamentos que le dolerían al más duro de los gnomos. La Princesa de los Rizos Furiosos no sabe todavía distinguir sus dolores, sus molestias. Es demasiado pequeña.
Aquella mañana no fue la excepción: sin abrir siquiera los ojos, tanteó sobre su cama cubierta de algodón crudo, alcanzó a su perro de peluche, lo abrazó casi hasta estrangularlo y lo pasó por debajo de su cuerpo, como si intentara protegerlo. Mientras, aullaba en el silencio a la luna, ya oculta en el lento inicio del día, como si deseara que ella le diera alivio al dolor que sentía; o bien, que regresara el tiempo y le permitiera seguir durmiendo cobijada bajo un manto de estrellas artificiales que brillan ante el más leve indicio de luz natural o artificial.
--Mi princesa amaneció molesta-- Es la mamá de la Princesa que se ha acercado a la habitación de la pequeña, tan pronto ha escuchado el debate de lamentos, monosílabos y quejidos --¿acaso querrá un chocomilk grandotote?
-- Sí, mamá, uno para mí, otro para perro, otro para Nonno, otro para Nonni, otro para tus tías, otro para el lobo...
--¿Los lobos toman chocomilk?
--Sí, y los elefantes y los cocodrilos y los ratones... pero las cucarachas no, ¿eh?, a las cucarachas no les gusta el chocomilk.
Ante la convicción de lo antes descrito y después de poner en marcha la dósis necesaria de razones y motivos por los cuáles hay que levantarse y vestirse para ir a la escuela; la mamá de la Princesa se dirige a preparar los licuados.
Una vez afuera de la casa y antes de subirse a su carro, la Princesa hace la última advertencia antes de que su Nonno cierre la puerta tras de él.
--Cuidado, Nonno!, vas a apachurrar la cola al elefante, ¿no lo ves?
--Oh, Perdone usted, señorita, qué descuidado soy...-- y el Nonno, tranquilo, deja que salga el elefante y todavía espera un poco más, no sea que en un descuido los ratones se queden encerrados en la casa.
Desde mi ventana, en el otro extremo de la calle, veo cómo se suben al carro, por fin la Princesa va feliz a la escuela. Mientras se alejan, me parece que el carro va más pesado, más lento que de costumbre... pienso que podría ser oportuno el comprar próximamente una camioneta, un remolque, o un tren cargado de papas y refrescos, como el que me ha contado la princesa, llega del campo hasta la ciudad. Será necesario un nuevo transporte que pueda llevar cómodamente a los amigos de la Princesa.
Detalles del mural realizado por artistas de CASIOPEA para el área infantil de la Feria Internacional del Libro 2006, en Guadalajara, México. El relato "Despertando con la Princesa de los Rizos Furiosos" fue parte del trabajo que se realizó para apoyar la creación de dicho mural que tuvo como tema "La ciudad de los cuentos".
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