jueves, noviembre 30, 2006

Huele a FIL...




Entrar en la Expo a las 9 de la mañana, saber que estará prácticamente vacía, salvo algunos trajeados que se apresuran para las primeras citas de negocios. trajeados cultos o semicultos que viven la desorientación del primer día, aunque sepan el número del stand, la calle a la que van o el salón al que deben dirigirse para volver a encontrarse con la vorágine filera de cada año nuestro. En las escaleras del vestíbulo noto un olor peculiar. Mi nariz siempre me delata. Huele a FIL.
Sintiéndome parte de la fiesta camino directa al centro de negocios para asistir al coloquio de bibliotecarios. Entré al salón cuando Trino Padilla iba de salida, su última apertura de Coloquio de su administración. Primer rostro conocido. Busco algún rostro familiar, por allá está Sergio saludando a Helen; un poco más acá está la impresionante cabellera de Lucy, la de Colima; veo la cabeza de Mica del ColMex, saludo a lo lejos a Martha, del CIDE, y un poco más allá ubico a Norma de la UNIVA y a Luz Elena del Consulado. Martha Enciso también anda por aquí y rostros que conozco, de los que no recuerdo sus nombres, me sonríen o saludan, tímidos, como sabiendo que no los recuerdo... No es si no hasta el primer receso, a las 11, que la interacción realmente comienza, la reubicación en las sillas, todos buscan sus "filias" y Martha Hano y yo, nos hacemos una con Mica, somos el grupo de los colegios, es bueno que así nos identifiquen.

A las 2, que termina el coloquio, tengo una invitación para comer en La Camelia, con los bibliotecarios de la American Libray Association ALA, y con el grupo REFORMA de bibliotecarios hispanos en Estados Unidos. El restaurant no es bonito, la comida no es buena, pero la reunión es interesante y recibo la segunda invitación de la feria para asistir, esa noche, al brindis que ofrece el Consulado Americano a los bibliotecarios en el Crown Plaza. Terminando la comida, regreso otro rato a recorrer los pasillos de la feria y me encuentro con las fotos de los que han participado en ella.








entre un buen de caras conocidas y desconocidas, aunque debo decir que pensé que la convocatoria a "tómate la foto" sería más nutrida, la neta no me parece que sean los que están, pero es una buena muestra.


Por la noche me encamino al Crown al coctel, la neta se me dificulta interactuar con gente que no conozco o bien, que sí conozco pero tengo años que no veo, así, me procuro una alegre "margarita" (alguien dijo que las margaritas eran alegres y a migables) y me quedo en un extremo del kiosko donde fue la reunión. Al poco rato de dar sorbitos a la márgara y medir el terreno (por allá están unos colombianos, más acá están unos argentinos, aquí me saluda Sergio de la UdeG, Luz Elena siempresonrisas me sonríe desde su puesto junto al cónsul), se me acerca un individuo (de no malos bigotes), y comienza una conversación por demás estudiada: "de qué biblioteca vienes?, cuántos ejemplares manejas?, estás en AJBAC?, qué puesto tienes en tu biblioteca?, etc., etc.", luego, la Geo comienza a dar respuestas. Percibo un reconocido acento medio mochado en la voz de mi interlocutor, así, me atrevo a preguntar de dónde viene "vivo en Guadalajara desde hace poco tiempo, pero soy de Washington", seguimos la conversación de que si Guadalajara es bonita, de que no conozco Washington, pero que me gustaría conocer en algún momento y entre risas y puntos en común, quedamos de tomarnos un café próximamente. Es el momento de intercambiar tarjetas de presentación y mi sonrisa se congela (al más puro estilo Lizy McWire) al darme cuenta de que andaba de volada, nada más y nada menos, que con el viceconsul de los estados unidos en Guadalajara... Cenamos juntos, me invitó a platicar sobre mi biblio en el consulado y quedó pendiente un café para mejor ocasión.

Martes. El coloquio aunque interesante, puede llegar a ser cansado. A las 10:30 a.m., llegaron un grupo del staff de FIL a entregar invitaciones para la serie de coctéles que darán algunos stands: Thompson, McGrawHill, Diana, los Colombianos, los Cubanos, de las 11:00 a las 2 de la tarde, el alcohol en forma de vino tinto correrá por los pasillos de la FIL y considero oportuno desaparecerme un rato para interactuar con los libreros. Vinito tinto por aquí, sonrisitas por allá, salucita y mucho éxito por todas partes y la Geo siguiendo la ruta etílica de la FIL. Regreso al coloquio a la una para presenciar la última mesa del martes y ver con quién voy a comer antes de alistarme para la presentación de Casiopea. Martha quiere irse al centro a comer a la Chata, Diosquelabendiga, Mica y Lilia van a comer en el Hilton connoséquién, todos tienen planes menos yo, y mi presupuesto no alcanza para pegármeles a las del Hilton, así que me voy a la cafetería, pido mi sushi de 35 pesos y una coca, 17 pesos... y como y leo la jornada, público, y el catálogo de autores andaluces. Todo, salvo la Coca y mi sushi, totalmente gratis.



A las cinco, la presentación, una vez más, de Casiopea; en otro post subiré mi texto pa que lo lean y lo comenten. Descubrí que las cinco de la tarde es la peor hora para cualquier tipo de presentación o conferencia. Si no fuera porque el Doctor Cardaillac dijo que iba a presentar una revista, los homo sapiens del staff no lo hubieran dejado pasar porque debía hacer fila y esperar su turno de entrada. Así las cosas, muchos de los artistas invitados, de los escritores, sucumbieron ante la avalancha de cientos de jóvenes que no tienen ni puta idea de lo que es la FIL y que van tan sólo a cumplir con la asistencia para que el profe les ponga dos puntos más en su calificación de fin de semestre, y entonces, el salón Agustín Yáñez, destinado para 150 asistentes, contó con la presencia de no más de 30 entre los que estuvimos algunos artistas que colaboramos con el número 12 de Casiopea. Aquí las fotos:





La neta, cuando terminó la presentación yo ya estaba hasta la madre de ruido, gente y falta de dinero. Ir a la FIL sin dinero es como ir a comer sin dientes... nomás ves pasar los cortes (una que es más bien carnívora) y no puedes pegar la mordida; así que aprovechando que el primero en desafanarse era mi primo Adolfo, le caí a mi casa para descansar un rato y luego irme a la Afterparty de la presentación, en Los de Abajo (Liceo y San Felipe), ahí conocí la música del "Descanso de Claudine", y salí encervezada y agotada, junto con mi primo Gabo, a las 3 de la mañana.








Lo que me hizo falta... que siempre hace falta algo más que dinero, es haber visto a algunos de mis ex-compañeros de la facultad, a los que a últimas fechas he recordado: Trilce, Verónica, Luis Fernando, Juan Pablo, Franci... También me faltó compartir algo de la euforia o mucho de la misma con mi Mostro, aunque sé que el próximo año, todo volverá a ser como cuando éramos irresponsablemente felices, con más canas, pero con las mismas ganas de siempre.
Lo que me chocó: la prepotencia del staff de apoyo, la falta de ceniceros, lo caro de los libros. La dependiente (uruguaya) del stand de Uruguay, cuando le pregunté por Oliverio Girondo y me dijo: No es nuestro. A lo que arguí: Girondo es Uruguayo... "pero nunca publicó en Uruguay, no es nuestro, no lo traemos".
Lo que me encantó: El ruido, la fiesta, los olores, los rostros, el cansancio, el saber que no importe cuántas veces la camine, cuánto la conozca, cuánto me la sepa de memoria, siempre habrá algo que me sorprenda de la Feria, de mi fiesta, de mi mejor momento de noviembre.

Todavía no se acaba. Aunque ayer terminó mi función académica dentro de la Feria. Ya siento nostalgia. Este año, Andalucía me trajo ruido, me trajo fiesta, me trajo clavelitos en el ruedo, toros frente al burladero, vino tinto, cante, tablado y risas. Es jueves y no sé si tendré fuerza para acudir más tarde a la feria, tal vez, dejar reposar el buen sabor de boca con que he llegado de regreso a la realidad. Lejos del ruido, más cerca de mis libros, de lo que es mío... Vuelvo a la naturaleza de las cosas sencillas, a la risa con los amigos, los de cerca, los de siempre. Vuelvo a las actividades cotidianas tan preciosas y exactas para respirar, para seguir viviendo. Vuelvo a la espera, del año siguiente, y retomo, parafraseando un poema que me encontré entre los muchos libros que tuve la oportunidad de hojear, que no de comprar, lo siguiente:


"Bajo los puentes, como niñas perdidas de la calle, las ciudades se duermen bajo la enfermedad de las estrellas"









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