lunes, octubre 31, 2005

Algunas cosas que hacen que me sienta bien.

1. El primer trago de café fuerte y bien caliente a las 8 de la mañana.

2. Lavinia despertando contenta.

3. El cerro de Tequila en la mañanita.

4. El campo y sus colores estacionarios.

5. Dominar la primera al arrancar el carro.

6. Semaforos sincronizados en verde.

7. Recibir sonrisas y palabras francas.

8. El cigarro de las 11 de la mañana.

9. Los besos.

10. Los abrazos.

11. Una canción que me recuerde un buen o un mal momento.

12. Compartir una idea o un sentimiento.

jueves, octubre 27, 2005

Yo Vengo a Ofrecer mi Corazón


Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan facil, ya sé que pasa.
No será tan simple como pensaba.
Como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada de amor.

Luna de los pobres, siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco nomás.

Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo por cambiar esta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar nomás.

Quién dijo que todo está perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Fito Paez (Argentina)

jueves, octubre 20, 2005

Ironic


A traffic jam when you're already late y quisiera escaparme de aquí, tomar la alternativa, rebasar cada carro, pasarme las luces rojas, transgredir cada señalamiento, cada aviso, pero no soy tan canalla. Aquí sigo, sentada, pensando en lo que estarán pensando en la oficina: a) es lunes, así ha de haber estado su fin de semana; b) a lo mejor tiene a la niña enferma; c) o tal vez su mamá esté enferma; d) se le descompuso el carro; e) a mí quedó de entregarme un reporte a primera hora de la mañana; f) yo le quería pedir permiso de salir temprano; g) pues igual aprovecho para quemar unos discos en su máquina. Pero todos están lejos de lo que realmente pasa conmigo.

Sucede que no quiero llegar a la oficina, por eso tomé las rutas con más tráfico, las más densas, para tampoco estar en casa si me llamas, aunque puedes llamarme al celular, pero ya lo apagué y ahora estoy sola entre cientos de carros que no caminan, que no se mueven, algunos bufan como si eso les sirviera de algo, otros como yo, han apagado el motor y se resignan, nos resignamos a pasar algunas horas en medio de este tráfico, en mitad de la calle, en el centro de una ciudad del centro de un estado al occidente de un país que se jacta de ser descentralizado. Si esto se prolonga demasiado tal vez nos podrían venir a rescatar en helicópteros, subirnos en esas canastillas y darnos un paseíto por encima del caos... jodidos los que se quedaron abajo del túnel.

¿Cuánto tiempo ha pasado ya?, la cancioncita sigue rondándome en el cerebro, it's like rain on your weadding day, it's a free ride when you're already pay a veces quisiera que ciertas canciones no me recordaran que la vida se puede burlar de una en el peor momento, como hoy, cuando el señor del carro de a lado se ha puesto a discutir con su esposa por la comida fría en su plato la noche anterior. La mujer realmente está cansada, lo puedo ver en su rostro, que le diga un poco más y estallará en llanto o se lanzará a golpes sobre él y entonces tal vez aprenda a quedarse calladito. En el carro de adelante una mujer va rizándose las pestañas y por el retrovisor puedo ver que la pareja de atrás ni siquiera se dirige la palabra. Y el maldito helicóptero que no llega.

¿Cuánto tiempo puede pasar para que el departamento de tránsito determine como emergencia vial un embotellamiento? Me han dicho que hay una ciudad más grande, en la que una puede estar en su automóvil hasta 3 horas y es una situación normal; la gente sale de sus casas con el café, el diario, la revista, el maquillaje, todo lo que no puede hacer en su casa tiene tiempo de sobra para realizarlo dentro de su auto mientras se dirige a su trabajo, a su escuela, a lo que resta del día por vivir.

tacatacatacatacataca... ese es un helicóptero, por fin, llegó nuestra salvación, los que estamos atrapados en el tráfico seremos liberados por el plan DN-3 de emergencia vial, if there's such a thing, en unas horas podré estar en mi trabajo, sentirme protegida, incluso podría presumir del vuelo en la canastilla, la aprehensión que sentí al subirme sobre ella y dar un vistazo por la ciudad... ¿hasta dónde se podría extender mi vista estando allá arriba? tacatacatacataca el helicóptero está justo sobre nuestras cabezas, el gorila del auto de junto ha sacado su cabeza por la ventanilla --qué ganas de que pasara una moto en este momento y le arrancara de una vez por todas ese cerebrito que sólo le sirve para atormentar a la mujer que está a su lado.

Isn't it ironic, don't you think El helicóptero se ha ido, todavía escucho, no sin cierto desencanto, el ruido de sus motores alejándose... es una pena. El tráfico ha comenzado a circular, lento, cansado, pero al menos ya van unas cinco o diez o cien vueltas de la llanta sin detenerse... es una pena, cuando me atreví a imaginarme en una situación extraordinaria, a sentirme casi Bárbara Blade sobre una canastilla de helicóptero, los automóviles han comenzado a moverse y yo vuelvo a sentirme estancada. A little too ironic...

lunes, octubre 17, 2005

Sobrecama IX


Fue el día de tu cumpleaños, al menos el cumpleaños que yo inventé para ti. Nunca habíamos vivido juntos ningún festejo y decidí que era un buen momento para festejarte. Después del milagro de tu cuerpo dentro del mío, me quedé sola, estoy sola. Sola en una casa que me desconoce y me abraza, que me envuelve y rechaza y me lleva a pensar en lo que soy, en lo que he sido, enloquecido trance al descubrirme: hembra, madre, hija. Mi cuerpo se confunde en esta casa tan sola, tan limpia, tan tuya. Casi puedo escuchar todavía tu voz apagada por la madrugada, decirme tantas cosas tan pequeñas pero que se hacen tan grandes salidas de tus labios... Nunca habíamos hablado tanto, no en una cama. Todavía mi cuerpo resucita la sensación de tu pierna atravesándolo, atrapándolo; es una sensación de pertenencia sin ser del todo, de reconocerme elemental como roca viva, como agua de manantial recién nacido.

El espejo del pasillo me devuelve una imagen que reconozco lejana, como de otro tiempo; cuando el deseo era lo primero que había que satisfacer, cuando la carne apremiaba y el tiempo se iba, se iba en artilugios de belleza: ejercicios, cosméticos, cosas que fui dejando y se fueron yendo y me olvidaron o me olvidé de ellas por tener otras rentas, otros piensos que creí más fuertes, más nobles incluso más sanos. Y hoy me descubro, no sin miedo, deseándote, buscándote, encontrándome con lo que llegué a sentír, vivir y desear.

Volver a sentirme básica, elemental, como tierra regada por agua fresca; como fuego avivado por viento nuevo. Y vuelvo a entender que el deseo, este que no se apaga, que no se ha apagado todavía por más que lo intentes, por más que lo intento, será la pauta para reconocerme, para volver sobre los pasos y reencontrar el camino, andarlo una vez más, aunque no sean tus brazos, tus miradas, las que me vuelvan hembra como lo han hecho desde hace tanto tiempo y desde ahora.

Con música de Bach recorro mis ideas y pienso otra vez en ti, en lo que has provocado, en lo que has manejado dentro de mí para traerme hasta aquí. Llegué y tus brazos fueron mi refugio, mi tormenta y mi calma. Tuve miedo al cruzar la puerta de encontrarme con vestigios de otras vidas y me encontré con tus ojos que me tranquilizaron y me animaron para adentrarme en tu mundo y aprender a conocerte por unas horas. Tuve miedo de encontrar vestigios de otras vidas en tu vida y me encontré con el espejo y su respuesta, la única: es un momento. Tres palabras tremendas que me trajeron de golpe hasta mis pies descalzos y comencé a bailar un ritmo no aprendido, improvisando movimientos como improvisé cada beso, cada caricia de la noche anterior. Bach acarició mis pies, movió mis brazos, me convirtió en mariposa volando en un altiplano verde, lleno de tus ojos, de tus manos que intentaban atraparme siempre para traerme hasta tu sexo. Tu sexo multiplicado en muchos sexos distintos y al mismo tiempo el que conozco y con el que me reconozco básica, viva, infinita. Sigo volando en un recorrido no planeado, vuelo de tu cama a la cocina, de la cocina al estudio, del estudio a la recámara y vuelvo a iniciar la ruta de siempre con vuelos distintos: paso por tus libros, los elijo, sé dónde está Nandino, dónde está Sabines, dónde está el Quijote. Alzo mis alas un poco más y me encuentro con la lámpara vitral que me antoja unas uvas, una manzana, frutas muertas para una boca viva.

La música se detiene y mis pies sienten de nuevo el aterrizaje, entonces me vuelvo hormiga, pequeñita, indefensa, bichito perdido de su escondrijo, de su rutina, de la vida que dejó atrás para encontrarse con otra vida, la misma que me compartes a veces, en ratos, en silencios que no interrumpo porque sé que no necesito decirte nada, hablar de nada porque me sabes toda, porque me intuyes siempre, porque sé que al hablar rompería este momento irrepetible, único en el tiempo, en nuestro tiempo. Son tan sólo unas horas, pero son tantas horas que no podría calcular los días que pueden ser tan pocos, que prefiero que sean minutos y así vivir cada uno de ellos como si fuera el último.

jueves, octubre 06, 2005


Yo no tengo una personalidad: yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.
Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W.C.
¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!
Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.
¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo --me pregunto-- todas estas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?
El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarme de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia... de un egoísmo... de una falta de tacto...
Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de cotemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me hace reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.
Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.
Oliverio Girondo, 1932

lunes, octubre 03, 2005

Asquerosamente Femenina


Despertarse una mañana con la inminente sensación de ser más insoportable que de costumbre. Seguir la rutina con la pesadez habitual de quien se levanta o se tiene que levantar a las 6:30 a.m. para "estar a tiempo". Luego, mientras el café va cayendo gota a gota sobre la jarra de la cafetera humeante y el agua se calienta más acá, cerca de mi cuerpo, cerca de mis manos que me indicarán el momento preciso para entrar en la regadera; caer en la cuenta de que estoy muy lejos por definirme dentro de una personalidad.

Y todo esto es por culpa de la maldita televisión. Según unas niñas muy bobas, pero aparentemente muy sabias, una debe, al enfrentarse con el espejo, verse de golpe, total, no en partes, ver el peinado, el maquillaje, la ropa, los zapatos, los accesorios, todo a golpe de vista, nada de ir por partes, porque así "habrá algo que te brinque" y es más fácil cambiarlo. Pero, mi pregunta es, ¿qué pasa si te brinca todo?.

Salgo de la ducha, me pongo mis ojos, lavo mis dientes, camino a mi recámara, abro mi closet, armario, o como se le quiera llamar; frente a mí los vestidos, las blusas, los pantalones y una que otra falda, acumulados a lo largo de muchos años, parecen retarme. ¿Qué me voy a poner hoy?, es el primer gran desafío de cada mañana, de cada día, de cada semana, de cada mes... aunque ya estamos en otoño, no pretendo cambiar el tono festivo del verano, no todavía. Así que se opta por un coordinado color "coral" y zapatos rojos.

La vocecita del monitor me saluda "mamá, ven, ven mamá!", hago como que no quiero escucharla, no porque no la escuche, sencillamente porque hoy "primero seré yo". Coordinado coral, zapatos rojos, cabello: ¿suelto o en coleta?, segunda disyuntiva, si lo llevo suelto seguramente que en mitad de la mañana lo traeré desordenado, frizzado y esto me enojará tanto que terminaré por sujetarlo. En coleta entonces, no, porque no se disimularán los cachetes y últimamente me veo más cachetona o veo mis ojos más pequeños o las orejas me crecieron...

"mamá, ven, ven mamá!", la vocecita del monitor insiste, insiste... pero hoy le agradezco su insistencia, ¿quién dijo que los hijos no son una salvación?; acudo al llamado de la hija, la levanto, la llevo a la cama para cambiarla --duerme en cuna y la visto en una cama--, voy a su ropero y elijo la ropa casi a ciegas, la visto, se ve hermosa (¿por qué entonces es tan difícil para la mamá de esa preciosura, verse igual?). Bajamos a gran velocidad por las escaleras con: el perro de peluche, la mochila-pañalera, el peine, las ligas, el gel, la hija, los zapatos rojos, el coordinado coral, el cabello agarrado a la altura de la nuca --ganó la practicidad--, las llaves del carro, las llaves de la casa, tomar el biberón de chocomilk del refrigerador,subir a la hija en el carro, sujetarla a su silla, darle el biberón, sacar el carro de la cochera, cerrar el cancel, salir disparada hacia la guardería, enfrentar el tráfico, tomar rutas alternas, llegar, peinar a la hija, bajarla del coche, tomar su mochila, saludar a la nana del filtro, entregarle a la hija, esperar hasta que estén lejos de mi vista, salir de la guardería, volver al carro, al tráfico, la ruta alterna, la maldita señora de la Windstar blanca, claxon, mentada de madre.

Por fin llegar de nuevo a casa, servirme una taza de café, subir de dos en dos las escaleras, otra vez el espejo, mi cara sin maquillaje, el cabello queriendo soltarse, Carlos Loret de Mola en la pantalla que me rescata a veces y otras tantas, como hoy, me hunde en crisis adolescente no superada...

Yo, con mi yoísmo en su máxima expresión frente al espejo, una vez más y ahora no habrá vocecita monitoreada que me rescate de mí misma. Estamos yo con yo en un duelo a muerte o a vida. Según la chica fresa de Pick-Nick tengo que decirme frente al espejo "me encantas, vales mil, no cambies" pero vamos a ver si me sale "Me encantas, vales m..., quítate eso", son chingaderas, de verdad. Como si el que sea lunes no es suficiente para bloquearme la personalidad. Finalmente el trajecito coordinado de color coral es suficientemente decente para no revelar lo revelable, los zapatos color rojo son sexys y además son altos y dejan la perfección de mis dedos de los pies, desnudos, felices, irreverentemente impúdicos. Mi piel tan blanca pide a gritos una sesión de sol o de cama de bronceado, el fin justificaría los medios, pero algo de color no me vendría mal.

Sé que lo estoy haciendo todo mal, no estoy siguiendo los consejos de las chicas nice de Pick-Nick, al final me salvarán mis ojos, la sonrisa, el gesto amable, la atención que le dé a cada una de las personas con las que conviva durante la mañana, el no tirar la colilla del cigarro sobre el piso y un sinfin de etcéteras que no se me ocurren pero que se me ocurren todos.

Antes de salir definitivamente de casa, anotaré en un post-it blanco --que seguro tendré que cambiar por algo más divertido, más nice-- que tengo que comprar foaming de colores, papel picado, y brillantina, para decorar mi espejo hoy por la tarde y comenzar la transformación que seguramente me harán verme linda, divertida y genial...