sábado, marzo 05, 2011

carta a un automovilista desconocido

llegando a casa, 5 de marzo de 2011.

Distinguido Señor:

Debo aclararle que lo de "distinguido" se lo digo en serio; no de dientes para afuera, como todas esas cartas que salen de las oficinas llenas de formalismos y acartonamientos. Darle la distinción es porque de alguna manera el día de hoy usted me distinguió entre x cantidad de personas y mujeres que pudieron haberse cruzado en su camino esta mañana.

No sé los motivos que lo hayan impulsado a detener su automóvil en mitad de la cuadra, cuando yo apenas bajaba mi pié de la acera. Quizá haya sido el que me viera cargando un bote de "Suavitel" y otros artículos de limpieza; aunque también pudo haber sido mi cabello tan rojo; y si me atrevo a ser más quisquiollosa (optimista) pudo haber sido el nuevo tono de mi labial, o la sonrisa que dibujaba mis labios al recordar alguna ocurrencia de la que pude haberme acordado en el momento en que usted me veía y yo intentaba bajar dignamente la banqueta.

Sé que de no haberse detenido, yo habría tenido que hacerlo, sería muy poco elegante ser atropellada cargando artículos de limpieza para la casa. Sin contar, por supuesto, que al atravesar en mitad de la cuadra, el departamento de Tránsito y Vialidad lo eximiría casi de cualquier tipo de responsabilidad por mi irresponsabilidad al atravesar antes de llegar al paso zebra peatonal.

No lo conozco, pero agradezco su gentileza y su sonrisa. De alguna manera hizo que me olvidara por un momento de que vivo en una ciudad en la que el miedo se ha apoderado de automovilistas y transeuntes; de ricos y de pobres. Una ciudad que ha sido tomada por los automovilistas desde hace muchos años, en la que parecen ser ellos los que deben pasar primero. Usted es diferente y eso alegró mi mañana.

Distinguido señor automovilista; ojalá no se olvide de mi cabello, de mi labial, de mi sonrisa o del suavitel; por si en otra circunstancia nos volvemos a toparal menos pueda corresponder a su sonrisa que por mi timidez escondí entre el pavimento y mis ojos.

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