martes, mayo 12, 2009

no te escribo, tampoco te olvido

Cruda moral. Me disculpo por no haber escrito nada en los últimos 2 meses. Estuve instalada en un bache anímico del que no quería salir. Algunos, compasivos, dicen que esto es normal, es una especie de duelo ante el divorcio laboral que sufrí. Otros, más rejijos, dicen que ya lo veían venir y que estoy instalada en una güeva mental y física. Como sea, no había querido escribir nada. Aunque sí he estado pensando mucho cuál es el paso siguiente y se me ocurren varias cosas:

1. Poner en marcha el negocio que traigo entre cejas y olvidarme de las bibliotecas que no de los libros, claro.

2. Empezar con una rutina personal de rehabilitación física y emocional: ejercicio, retomar las sesiones con Rod, ponerme a estudiar algo que me mantenga ocupada mentalmente.

3. Plantearme fechas límite como tablas de salvación o metas a llegar: en junio sale el dictámen de la primaria, en julio cumple años mi hermana, en agosto llueve a cántaros, en septiembre cumple otro año la vida y se casa uno de mis primos, en octubre la luna es más bonita, en noviembre me siento más cerca del fin de año y en diciembre cumple quince mi sobrina y yo uno más a la treintena... Espero pequeños momentos gloriosos que me ayuden a recojer los pedazos que dejó el huracán-terremoto-virus a su paso por mi jacalito tan mío.

Me da harta güeva el silencio incómodo que todavía provoca mi presencia en algunos círculos sociales: mis tíos, algunos amigos, mi perro... Sé que temen a que mi carácter iracundo, en ratos, estalle y les suelte a bocajarro dos de tres verdades que pienso de su "simpatía silenciosa" ante mi nueva "condición" (condición = palabra actualmente utilizada en el vocablo familiar para hablar de mi desempleo).

Algunas almas caritativas ya están aconsejando a mi padre sólo tiene que preocuparse por él y por su mujer, y que yo sólo tengo que preocuparme por mi hija... como que los consejeros se olvidaron de que hasta hace un año (más o menos) a mí me aconsejaban que tenía que preocuparme por cuatro, no nomás por mi hija (como supongo es lo que una de madre soltera debiera hacer)... yo digo que esto de la preocupancia es algo que se da por querencias no por conveniencias. Pero insisto, últimamente mi mecha es demasiado corta y exploto con una facilidad que ya la quisiera cualquier pirotecnista para un día de fiesta.

Estoy esperando que termine la contingencia para que mi hija vuelva a clases, yo pueda inscribirme en el gimnasio para subirme en la caminadora 45 minutos al día (pa empezar), buscar algún cursillo interesante que me desempolve las ideas, irme a Estados Unidos un ratillo, y regresar con el ánimo renovado.

Hago una aclaración: Por primera vez en la historia de mis tragedias no me exiliaré. O al menos no a la vieja usanza que me alejaba caminando de Guadalajara como si eso borrara el dolor de mi piel. Ahora el exilio ha sido diferente: estoy un piso bajo el nivel de la calle, en donde me proveo de café, cigarros mentolados, agua, altas dosis de televisión, lecturas que no me amarguen más la hiel, tampoco pienso en bibliotecas que me saquen la de Remi cuando pienso en onix rosa e imágenes surrealistas que me acompañarán hasta el último día que respire...

No le escribo pero tampoco le olvido, pues... es sólo que necesito sanar, perdonarme, perdonar... pero la neta: no soy tan buena.

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