miércoles, diciembre 17, 2008

Ya no estoy triste

De hecho, desde el jueves pasado las cosas empezaron a fluir positivamente. Mis amigos, mis pilares estuvieron ahí, conmigo, al pie del cañón. El sol volvió a brillar con más fuerza, el frío caló un poco más en mis huesos; y las lágrimas se cansaron de salir de mis ojos. Todo tiene un nuevo sentido. Fue mi llanto con cara de invierno. Mi llanto desolado. Mi llanto necesario. Mis presiones, tensiones, soledades, confusiones y miedos me llegaron de golpe en dos días. Por eso estuve mal. Por eso estuve triste.

Y entoces, cuando se detienen las lágrimas y otra vez se ve la luna o las estrellas en toda su claridad magnífica, una se da cuenta de que a) no se està tan sola y b) la soledad en sí no es tan terrible. Lo terrible es no darnos la oportunidad de escucharnos. De escuchar lo que somos, lo que hemos sido, lo que nos hace ser quien somos. Descubrir que se tiene tiempo para uno mismo. Descubrir que puedo pasarme una hora bajo de la regadera o leer 3 horas sin detenerme ni ser interrumpida. Descubrir el antiguo placer de entrar en una tienda a comprar zapatos y pasarme una hora viendo los diferentes modelos de zapatos, probándomelos, eligiendo. Entrar en un salón de belleza y no preguntar "¿cuánto tiempo te tomaría cortar y pintar mi cabello?" porque se tiene todo el tiempo para hacer cualquier cosa. Llegar a casa. Descubrir la vida suspendida: juguetes en la sala, como esperando que alguien juegue con ellos. El refri con comida que espera ser consumida pero que no se antoja, no porque no me guste... simplemente porque puedo comer o no comer y no pasa nada. Dormir la noche completa, despertar y tener tiempo de ponerme y quitarme ropa hasta sentirme conforme con la elección y salir a la calle con la certeza que nos da el sentirnos bien. Detalles pequeñitos, que dejamos de hacer, que dejamos de vivir porque hubo nuevas responsabilidades que ocuparon esos pequeños momentos con risas, llantos, pañales, tareas, biberones.

Extraño al motivo de mi olvido. La extraño entrañablemente, es la misma sensación que tuve cuando fui conciente de que ya no estaba dentro de mi vientre y me pregunté: ¿y ahora, cómo voy a cuidarte? Afortunadamente los días pasaron relativamente rápido. En especial esta última semana: la posada coljal, el festejo de mi Lupe, el festejo de mi cumple, el domingo de no hacer nada, el lunes de ballet con las sobrinas, el martes de Primer Piso, mañana comer con Laura y café con la China, el jueves el cumple de don Toño y así, sin casi sentirlo llegaré al viernes para subirme a un avión y alcanzar a mi Princesa de los Rizos Furiosos.

Y mis amigos, mi Sani del alma que no me dejó ni un momento, Angélica con su sabiduría y entereza, Toño con sus ocurrencias y su entusiasmo, Xaris siempre presente, Víctor que por una noche dejó de ser virtual para compartir el café en casa, mis primos: Gabo, Popos, Lalo, Carlos... Rodrigo, quien recientemente entrò en mi vida pero a quien le debo mucho de lo que he descubierto en mi, de lo que he liberado en tantas horas de plática tratando de comprender mis por qués, mis no y mis sí.

No estoy sola y ya no estoy triste. Estoy desvelada, con tos de fumadora, con la emoción que me trae subirme a un avión, con las ganas locas de volver a abrazar y besar a mi niña. Gracias por seguirme, por leerme, por la paciencia ante el silencio, por respirar conmigo el principio de un nuevo año.

miércoles, diciembre 10, 2008

Triste

y tanto... que no se me ocurre nada.

martes, diciembre 09, 2008

Esto no es un cuento erótico

Es como sentirme rara. No porque me sienta incapaz de escribir otra cosa desligada del erotismo, pero después de Camilo y su historia mágica alrededor de los libros, me he empeñado en exorcisar al demoniolujuria que llevo dentro, escribiendo, escribiendo, escribiendo....

Camino por la ciudad. Hace mucho que no recorro sus calles como ahora, con tiempo. He estado en-ce-rra-da. Viviendo en la burbúja del bienestar y la seguridad emocional y mental, esa que se traduce en crimen de la vida, un crimen perfecto, lento, disfrazado de sonrisas y complacencias que en apariencia no lastiman, no destrozan, no hieren... pero que matan el instinto de la sobrevivencia, el serjungla que no debería de abandonarnos para seguir cazándonos a nosotros mismos. Que es tan vil o tan dulce, com todo o casi todo. Circulo por la ciudad. Algunos personajes asfaltados me descubren. Son casi fantásticos, como la mujer de fuego en la esquina de Avenida de las Rosas y Mariano Otero. Pequeña, con las puntas del cabello quemadas, los ojos como capulines y la ropa queriendo ser tan negra como sus ojos. De sus manos como queriendo alcanzar mis ojos o el cielo, dos extensiones con fuego. Baile sin música de las llamas. Ahora pasan sobre su cabeza para perderse tras su espalda por un segundo y retomar la circunferencia no trazada bajo sus pies. Me siento, me reconozco hipnotizada, transportada. Pienso en aquella guía tristísima de París (1), cuando me encontré tras un cristal observando a un pareja haciendo el amor, ella gimiendo, el mosqueado por el espejo tan grande, ella convenciéndolo que así era más excitante, que podía ver todo su cuerpo arquearse, pegarse al de él que se debatía en besarla entre los senos y ver la línea de su cuerpo (el de él) en el espejo. Mujer manos de fuego transportada (o tal vez yo) a esa antigua imagen de papel y sueños, en donde dos fueron tres. Frente a mis ojos, detrás del espejo, sobre el asfalto, la mujer manos de fuego en su artilugio. Besar la llama, apagarla y sonriendo ir pidiendo por el sueño/espectáculo. Sacar la moneda por la ventanilla, sonreír de regreso y el rojo se hace verde. Soltar el freno, acelerar un poco y tomar Mariano Otero rumbo al norte.

Conducir imaginando la línea que divide el carril que viene, el otro que va, concentrarme. Conectarme con el lugar a donde voy, visualizar Avenida Chapultepec a las 7 de la tarde, lucecitas, cafeterías, tráfico, mucho tráfico... pero no importa, llegaré a Pedro Moreno para dar vuelta a la derecha y empezaré a relajarme, pero mientras... Mientras está bajar el paso a desnivel, un tren pasa más arriba, con su ruido lento, cansado, pienso en Iliana, en Jorge gritando "chuchu-train", sonrío por los dos. Sigo sin ver las líneas que dividen los carriles, mentada de madre silenciosa a la Secretaría de Vialidad, al gobierno municipal, adivinar, tanteando que casi en el extremo derecho podré agarrar sin problemas Chapultepec, el monumentoalosniñosheroes, iluminado (¿a quién se le ocurriría que esa mole de ladrillos era candidata para lucirse?), tomar avenida Chapultepec sin complicaciones a 30 km/hr, cuidando la distancia con el carrito de adelante, haciéndome chiquita cuando paso junto al rugir de los camiones furiosos que van peleando llegar antes, tomar más pasaje, detenerse menos en las bajadas, paso La Paz, me siento más cerca, semáforo en rojo en Avenida Vallarta.

Es la primera vez que me detengo desde que di vuelta en Las Rosas. Sonrío, el limpiaparabrizas me devuelve la sonrisa y se apura sobre el cristal, lo detengo a una seña de mi mano, deja de sonreír, pasa junto a mi puerta y recuerdo que no he puesto el seguro. Muevo mi brazo, con el codo acciono la "seguridad" que me da el no poder abrir la puerta, aunque podría ser un cristalazo, un balazo... me estremesco. Busco distracción, la pantalla en la esquina noroeste con publicidad cintilante; me gusta la vista, casi cosmopolita, dejo de sentirme en un pueblototote de 4 avenidas y decido que mi ciudad es grande, moderna, bonita y estoy en el recuento de bondades y gracias cuando me siento observada, volteo sobre mi hombro derecho y me encuentro con lo que podrían ser sus ojos detrás de una barba de muchos años y una chamarra de color indescriptible. Es un indigente. ¿Hace cuánto me observa?, ¿por qué no lo ví antes?, ¿la belleza oculta la fealdad o es lo feo lo que hace que lo bello brille con más fuerza?, El indigente no puede saber lo que pienso, tal vez no le interesa. Él está ahí, sentado en primera fila, viendo pasar la vida, viendo la publicidad de artículos que tal vez nunca comprará, escuchando el ruido de los motores calentándose, ruido como de tripas con hambre, incómodos, como mi incomodidad mal disimulada al sentirme observada por una realidad a la que continuamente le saco la vuelta.

Por fin la luz verde, encender la direccional. En la siguiente esquina doy vuelta. Me gusta Pedro Moreno que tampoco tiene líneas, pero ahí sólo tienes que cuidarte de la 629 que vaya por su carril. Vuelve el pensamiento reconfortante. Guadalajara bonita, tranquila, voy camino a la presentación de un libro fantástico. Me siento un personaje y luego me corrijo, no soy tanto. Mis cuentos son eróticos y este no es un cuento erótico, aunque de momento recuerdo a la mujer de fuego en Mariano Otero y sus ojos de araña capulina tendiendo su red-trampa invisible y mortal sobre mis sentidos y quiero sucumbir, hacerle un cuento, desarrollarla, compartirme con ella, convertirme en una mujer con dedos de fuego, hipnotizarte, mírame bien, soy la misma en otro cuerpo, mis dedos de fuego calentarán tu vientre, la cara oculta de tus muslos, tus ideas... Pero esto no es un cuento. Tampoco es un cuento erótico...

(1) BRYCE-ECHENIQUE, Alfredo. Guía triste de París. Alfaguara, 2000.

jueves, diciembre 04, 2008

Ironías

Antier en la Feria Internacional del Libro, más de mil jóvenes homenajearon a Carlos Fuentes. El homenaje se llamó "mil jóvenes leyendo a Aura". Le cantaron las mañanitas al escritor y aparentemente éste lo disfrutó mucho.

Antier, también, murió el que hasta hace una semana o algo así fungía como Secretario del Trabajo, el Señor Carlos Abascal.

¿No les parece irónico que el inquisidor que ordenara en algún momento la quema de "Aura" muriese el mismo día en que los jóvenes lectores de la misma novela, homenajearan al escritor?

Ocupada, muy ocupada...

Más de diez días sin postear. Mea culpa. Me disculpo argumentando que he estado muy ocupada viviendo, con todo lo que eso implica: soltar, retener, sortear, provocar, actuar, pensar, desechar, conservar, rescatar, olvidar, confirmar, extrañar, negar, afirmar, imaginar, leer, releer, replantear, organizar, improvisar, atraer, rechazar. No he dicho esperar. Por primera vez en muchos años no estoy esperando nada. Ya me di cuenta que eso no deja nada bueno más que kilos mentales y físicos. No tengo nada o casi nada en contra de los kilos físicos, al contrario, creo que mientras más pachoncita a algunas personas les dan más ganas de abrazar, de tocarnos, de sentirnos... somos más amigables, dicen. Al menos mi hija dice que le gusto de almohada que estoy "bullidita".

En los últimos 10 días la vida y yo nos hemos hecho cómplices y parece que de momento funcionamos más o menos bien. El pánico que me provocaba romper el muégano madre-hija, está casi superado, pienso positivo: Lavinia enviaje, divirtiéndose, jugando todo el día vs Georgina en casa, divirtiéndose, leyendo, saliendo, conociendo; y todo está funcionando.

Estoy reconociéndome en un momento que pensé que no volvería a vivir. Estoy siendo irresponsablemente feliz. No tengo horarios. Ayer pude leer de continuo durante 3 horas. No hubo que salir corriendo, interrumpir la lectura, retomarla horas después. Salí de la FIL a las 7 de la noche para ir a una presentación de un libro en el Primer Piso, me encontré y disfruté a mis amigos, me divertí tanto...

No digo que no extraño el continuo "mamáaa", el acostarme junto a mi niña cada noche hasta sentir que su respiración toma el ritmo del que duerme y me resisto a levantarme para irme a mi cama. La extraño, sí. Pero ella está feliz, disfrutando sus vacaciones prematuras, gozando a sus primos, viviendo una navidad diferente, excéntrica, divertida...

Si no escribo dentro de poco tiempo, es porque sigo ocupada con la vida, disfrutándola, desmenuzándola, aprovechándola...