Aquí estás otra vez, como cada noche, esperando que apague la luz. Aquí estás. En alguna parte de esta habitación tus ojos se concentran en mis movimientos. Sabes que no quiero que me veas, que me paraliza el miedo a descubrirme ante ti cuando mi piel poco a poco vaya quedándose sola, indefensa, tensa ante el aire encerrado de la noche.
Ahora no me defiendo. No necesito armas ni armaduras. Me quedo sola con mi yo tan mío. Mi piel pierde su dimensión real y vuelvo a ser la misma pero nueva. Por eso estás aquí esta noche. Porque sabes que pronto me meteré bajo las sábanas para intentar resistirme a ante ti. Es cuestión de tiempo, lo sabes. Es cuestión de que este cuerpo tan mío, el que lucha en la vigilia, se quede dormido abandonando su trinchera. Entonces llegarás como ese amante sin rostro al que desde hace tanto tiempo estoy esperando.
Apago la luz. Mi cama me recibe. Siento el frío de las sábanas avanzando sobre mi piel desnuda. Agradezco el contacto. Tiemblo. En algún punto tus ojos siguen sobre la piel que voy cubriendo. Espero. No haces ruido. Sigues observándome, esperándome. Me resisto a dormir. No puedo abandonarme ante ti, no otra vez. Un leve movimiento. El viento entra por la ventana. Intento adivinarte. ¿En dónde estás? No importa. Has venido por mí. Estás aquí para recordarme que mi piel sigue siendo tuya. Me atormenta la idea de ti tan cerca. Sé a lo que vienes. Sé que eres el único que seguirá buscándome cada noche. El único que se recreará en mi cuerpo, que me acariciará de alguna manera que sólo tú y yo conocemos. Porque sé que te gusta acariciarme, pasearte por mi desnudez, sentir el vello, la humedad, la planicie y el abismo.
Eres lo más cercano a un amante. Me lastimas igual que aquel que dice amar. Sé que si me descuido dejarás tus huellas sobre mi piel y pensaré en ti por la mañana, y conforme pasen las horas, el día, será peor porque mis dedos buscarán tus huellas y mi mente revivirá una y otra vez tu presencia constante. No puedo abandonarme todavía. Si por fin cierro los ojos, volverás a tomarme como otras noches y pasaré días y días tratando inútilmente de borrar tus arrebatos de sangre y piel… Como he intentado borrar otros desvelos, otras palabras, otros dolores… Como un amante viejo, tú marcas mi piel de la misma manera distinta.
Sé que estás cerca. Por más sigiloso que seas, ahora estás más cerca de mí. Tal vez seas esa sombra que acaricia mis pies… el eco de una mano que se posó hace siglos sobre la cara interna de mis muslos y que ahora es tan solo un bosquejo añejo… O tal vez sólo seas la huella tibia de un aliento sin nombre que recorrió mi cuello y me obligó a llevar el cuello alto durante varios días hasta que la pasión volvió a ser discreta y mi cuello, mi mente quedó en libertad otra vez…
Estoy cansada. Enciendo la luz. Te me escapas. Eres de la noche, la obscuridad es tu manto, tu refugio, tu guarida. Espero con la sábana y mis brazos cubriendo mis senos desnudos, como una virgen que teme descubrirse ante otros ojos que no sean los de ella. Espero. Mis párpados cansados imploran mi renuncia. No hay nada que perder pero resisto. Quiero ver si en un descuido te descubro mirándome, rondándome… Es inútil.
Vuelvo a apagar la luz. Me recuesto y me aferro a mi almohada como si ella pudiera protegerme de ti bajo la sábana. Por fin cierro los ojos. Mis dientes chocan entre ellos al sentirte tan cerca de mi oído. Mis estandartes están plegados. Retiro mis tropas. No habrá resistencia. Voy a dormir.
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3 comentarios:
Primero que nada, déjeme decirle que disfruté mucho este texto. Me parece que plantea la resistencia como una bandera, como una máscara que oculta la rendición total. Nada más claro que la relación dialéctica entre resistencia y rendición. Y es que resistirse no es sino un mecanismo que tiende a legitimar toda derrota. Así como todo acto de protesta legitima el orden establecido. Pero en este caso, rendirse es un acto asumido, una decisión tomada con toda premeditación, con la más pura alevosía y una cruel ventaja.
Tu texto pone de relieve una batalla. Pero no deja claro quién es el oponente. Lo cual es un acierto fundamental. ¿Por qué? Precisamente porque posibilita múltiples lecturas, en diversos niveles. ¿Acaso esa misteriosa presencia no es sino uno mismo, enfrentando la más dura de las batallas? (cf. Borges y su grandioso Otro). Los juegos de seducción en donde uno mismo se inmola o se ama (o las dos cosas al mismo tiempo) son fabulosos. Permiten meter el dedo en la llaga y comprobar que, pese a todos los pronósticos, uno sigue respirando, vivito y coleando.
Una cosa que me llamó la atención con mucha fuerza es el juego de luz y oscuridad, así como su correlato: la desnudez del cuerpo/el ropaje del cuerpo. Deshacerse de la ropa y permitirle al otro que lo contemple (aún si el dichoso otro está situado en el espejo) es una batalla, la ruptura final, la frontera más lejana. Una vez atravesada no hay posibilidad de retorno. Lo mejor, en esos casos, es rendirse. O como se argumenta desde la sabia cultura popular: hay que dejarse querer por todos lados.
La verdad, encontré el texto muy estimulante. En un primer nivel ofrece una lectura sensual muy grata. Tiene ritmo y cadencia sexy, pues. Me suena a costeña bailando Kumbala, de a cartoncito de chela. Sabroso.
En un segundo nivel el texto se presenta como una arena conflictiva en la que no queda claro si el oponente es uno mismo, la noche o el amor. Y eso es uno de los aciertos, porque desplaza el foco del texto al proceso mismo de dejarse querer, a convertir cualquier derrota en una victoria grandiosa: "tú me deseas y yo me resisto. Te venzo en la medida en que cedo a tu deseo. Porque soy yo el que cedo, no eres tú quien logra su cometido. Te la peinas. yo te gano en tu propio juego". ¿Me explico?
Finalmente, un par de detalles que me provocaron un poco de "ruido". El párrafo cuatro termina con la frase "...tu marcas mi piel de la misma manera distinta". Me queda claro que la intención consiste en decir que todo cambia para seguir igual, o que la identidad radica en la diferencia, o que, etc. Creo que podría replantearse la frase para que quedara más claro, porque tal como está pareciera que una de las dos palabras está de más (o misma o distinta).
Y en el párrafo cinco, se repite dos veces la palabra "cuello", no se si haya un sustito adecuado, pero creo que sí.
Ah, en este párrafo me pareció una joya la frase de "hasta que la pasión volvió a ser discreta". Uf. Deliciosa. Genial. Francamente genial. Por eso usté es mi heroína de las letras. ;)
El texto me atrapó desde el principio, y es verdaderamente una lectura deleitable.
Es siempre un buen día cuando hay algo así de bueno por leer, cuando las letras de alguien nos dejan pensando por varias horas.
Igor me dejó sin palabras. Creo que dio en el clavo, sabes a qué me refiero. Me gusta la lectura de trasfondo, la de esa tú que sabe escribir como ahora y fabricar un universo ambiguo, entre correr y permanecer.
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