No señora, no se engañe. No se trata de que todo esté en su lugar, de que la ropa esté limpia, de que la casa brille. Tampoco piense que porque su hija duerme en casa y llega temprano es una buena muchacha. Ella también se enoja y patalea y llora, casi como su nieta, nomás que más encerradita, más en privado, pues... Se trata de aceptar que a veces se tienen malos días. Se trata de aceptar de que no hemos comenzado a tocar su sinfonía porque seguimos ensayando y después de cada ensayo usted nos recuerda lo desafinados que somos. Se trata de la paciencia, aunque en su familia esa palabra no exista. Se trata de hablar por lo derecho, con ganas, olvidando que hay rodeos que nos sirven como anestesia, nos atarantan, pero sigue doliendo.
No señora, no se engañe. Decir que yo no la quiero, que estorba, que mejor se va a un asilo, no es la solución. Usté mejor que nadie sabe cuánto y cómo la admiro, la respeto, la amo. No me venga ahora con que nada le sale bien. Cuando ha sido durante años nuestra más ferviente evaluadora.
Nos falta una chispa, señora. Nos falta darnos cuenta de que estamos bien. Nos falta dejar de pensar en la opinión de los demás. Volver a ser auténticos. Apartarnos, si es necesario del ruido que la aturde, de las voces que la censuran (que me censuran), de las miradas que nos reprueban. Volver a encontrarnos, señora. Conocernos: cómo le va, Georgina Torres, tanto gusto. Y aceptar, aceptar que aunque seamos dos veredas, estamos tan cerca que podría ser una sola, tal vez ya sea un camino rural en el que las dos vamos caminando. Y le advierto, en mi camino hay piedras, unas grandes otras más pequeñas, pero no pienso volver a meter una sola a mi mochila. Las piedras, señora, son para dejarlas en el camino, incluso pudiera darme a la tarea de apartarlas para que la que viene detrás de mi no se tropiece tanto, no se lastime tanto... pero ese será su trayecto y no el mío. A usted y a mí nos toca ir juntas, y ¿qué le vamos a hacer?
Sonría, señora. Tiene muchos motivos para ser feliz y me preocupa, de verdad, el verla tan preocupada por unas cuentas de plástico, por un collarcito viejo, por una respuesta amarga.
Usted hizo las cosas bien con su hija, señora. Nomás que hay gente necia en este mundo que se empeña en equivocarse, así que se la pasa cayéndose, levantándose, cayéndose, tropezándose, levantándose... y al final, de eso se trata la vida, no?
No se me agobie más, señora. Usted disfrute su tiempo, que ahora lo tiene a mares. Disfrute de su casa, de su jardín, de su nieta, de su marido. Le propongo que el tiempo que le quede libre lo dedique a reírse a carcajada abierta, a leer las novelas que tanto le gustan, a escuchar la música que tanto la mueve y por qué no, a bailar... Ya no piense en lo que estemos haciendo bien o mal, en lo que estemos moviendo, en lo que puedan pensar de nosotros. Ríase y ríase mucho. Ríase de la vida, de usted misma, ríase de su hija, de su nieta, de su esposo. Ríase con ganas, con esa risa hermosa, como sólo usted sabe hacerlo. Pero ríase ya, señora.
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2 comentarios:
...y la señora a olvidado el espejo en el que se refleja ese espíritu enorme el cuál conocen los que viven del otro lado de dicho espejo.
Que se ria del Mani, ese si es chistoso.
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