lunes, mayo 14, 2007

Los pasos del tetrapodo...

Soy un tetrapodo canival. La primavera me viene mal porque se me inflaman los cornetes de la nariz y ando sin poder respirar y aunque me acueste con sueño, no duermpo por culpa de mi nariz.

Soy un tetrapodo canival exiliado. Hace mucho dejé la hierba verde, los cielos azules, la humedad de la tierra; había que "evolucionar" y caminando, a veces arrastrándome, llegué hasta el asfalto.

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra. Al menos eso dicen porque parí hace unos años a la cría. Los tetrapodos somos unigénitos. No existe el sentimiento de fraternidad. No hay hermandad posible. Todos somos uno y somos mezquinos... en ratos.

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra, enojado. Enojos que se contienen entre las costillas y los pulmones (aunque el oncólogo diga que eso puede derivar en cáncer). Los tetrapodos hemos aprendido a callar; a tragarnos todo, por eso caminamos lento, por eso caemos mal, por eso somos incómodos a los demás.

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra, enojado, terrible. No he aprendido a quedarme quietecito. Mi cerebro que no es mayor a la uña del dedo gordo del último hombre que me almorcé, siempre está buscando qué nuevo terror inventarse, qué nueva idea dará vueltas en mi cabeza, qué nuevo demonio soltará (los tetrapodos canívales tenemos la facultad de expirar demonios), para acechar a los inocentes, a los culpables...

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra, enojado, terrible, que espera... Eso me lo dijo mi psicólogo. Había creído que siempre estaba en movimiento, que mi mente no tenía descanso, que mi alma siempre estaba buscando alimento en otras almas... qué equivocada estaba, soy un tetrapodo canival que espera que pase algo, que no provoca, que no tiene iniciativa, que no salta a ninguna parte.

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra, enojado, terrible que espera y ríe. A veces con ganas, otras más forzadas, pero me sigo riendo, me río del que me puso el nombre, del que me hizo unigénito, del que me demostró que soy tan canival como el mismo hombre, del que hizo que saliera de mi lodito, del que me hizo conocerme hembra... me río del enojo, del llanto, de la terrible espera en la que estoy, según me dijo el psicólogo del que también me río.

Soy un tetrapodo canival, exiliado, hembra, enojado, terrible, que espera, ríe y está loco. Porque no puedo regresar el tiempo, porque me río y me enojo y lloro y pienso y siento y me río y me enojo y lloro y pienso y siento y me río y siento y me enojo y pienso...

2 comentarios:

Manuel dijo...

No le tengo miedo a ningún tetrapodo canival, tengo a una heroína que no va a dudar en usar su varita mágica!

Unknown dijo...

Escribì un soneto disforme en tres tiempos y me acordè de ti.