Para la Princesa de los Rizos Furiosos, a 3 años, ya, de su llegada.
En mi vientre,
dentro
la sangre amotinada,
fuerte.
En el silencio
la luz llovediza,
ternura de manantial
que emana risas.
Dentro
te protejo
del dolor y el frío.
Afuera,
frente al espejo,
no hay más luna enamorada
ni enamorada criatura.
Estamos solos.
Hablamos de noches
sin estrellas
y te procuro una lámpara
sin pensar en tu luz propia.
Las sonrisas vendrán
después,
cuando el dolor
se vaya,
cuando de la sangre
brote la sangre,
cuando la vida
sea.
Guadalajara, Jal., durante los tormentones del 2003. (Bitácora de la espera)
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