viernes, octubre 26, 2007

Serrbina, Sarrat, Serrat y Sabina juntos, así, en ese órden. primero El Primero, el que me despertó las ideas y la rebeldía ante mi madre cuando me enamoré la primera vez a fuerza de "ese con quien sueña su hija, ese ladrón que os desvalija de su amor soy yo, señora"... Habría que ir a verlos. Y una vez ahí ver de qué iría la cosa. Qué iba a pasar?, ¿qué harían?, ¿cantarían juntos?, ¿uno cantaría al otro?, ¿cómo sería el ambiente?, ¿quién se comería a quién?

La cita fue en Auditorio Telmex-Metropolitano, ayer jueves a las 8:30 de la noche. La organización no le pide nada a ninguno de los mejores teatros del mundo. Desde el estacionamiento, la llegada al primer control, las indicaciones tan claras por dónde entrar hacia dónde dirigirse, todo era perfecto. Estructura de vidrio, concreto y luz. Hasta que llegué a la butaca y bueno, cuando me senté mis piés pegaban con el respaldo de la fila de adelante, punto en contra.

A las 8:30 de la noche se anunció la primera llamada, primera. El auditorio aún no se llenaba ni siquiera al 50% y en algún momento llegué a pensar que no se llenaría jamás. 10 minutos antes de las 9 fue la tercera llamada. El auditorio se quedó en silencio, la expectativa era grande.

De repente todo fue luz y música. De repente salieron por el centro del escenario los dos. El Señor y el estrafalario, el catalán y el andaluz, los dos maravillosos, uno más jodido que el otro, y a ritmo de "ocupen su localidad" cantada a dueto, nos dieron el primer bocado del manjar que estaba por venir.

Lucía, Princesa, Mediterráneo, A la orilla de la chimenea, Mi poema, Por el boulevard de los sueños rotos, Las musas, esos locos bajitos, 19 días y 500 noches, Calle Melancolía, ¿quién me ha robado el mes de abril?, La Fiesta, Penélope, Y nos dieron las diez, Contigo, y tantas otras que me fueron llevando de la sonrisa a la euforia, a la sonrisa, a la nostalgia...

Haber asistido a "Dos Pájaros de un Tiro" es haber combinado una larga historia familiar, nuclear, sentimental, emocional. Los sábados era comer en familia escuchando a Serrat, las noches de mi adolescencia y gran parte de mi juventud fueron escuchando a Joaquín Sabina. Mucho hay que agradecer y mucho hay que contar, pero todavía estoy muy emocionada, muy movida por la noche de anoche... Todavía no fluye la emoción en letras, habrá que ir descolgándolas de a poquito.

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