lunes, septiembre 10, 2007

La culpa es de la Internet


El otro día me llamó por teléfono Adriana. Su novio la terminó después de 6 meses de haber experimentado "la sensación más cercana a la estabilidad emocional, intelectual y espiritual que he podido experimentar con nadie". Sobra decir que mi amiga Adriana, como casi todas las mujeres que nacimos a principios de la década de los 70's, padece del delirio de temporalidad limitada. Cualquier relación amorosa que dure más de 2 meses cae en el sospechosismo, en la eterna hipótesis de "realmente me estará yendo bien con este cuate o es sólo una alucinación de lo que podría ser amor?" Somos víctimas de la generación X, pero somos orgullosas y sólo argumentamos que tenemos mala suerte, o que fue culpa de la revolución de los sexos, ¡muera el feminismo! ¡larga vida a las relaciones por internet!, y otra sarta de tonterías que se me vienen a la cabeza pero que podrían hacer que me desviara aún más del tema.


Quedé de verme con Adriana en un café en el centro de la ciudad. Me preparé con varios paquetes de kleenex y altas dósis de humor negro para consolarla. Llegué un poco tarde al café, entre el tráfico, la hija que no se quería quedar con sus abuelos y por supuesto, mi eterno pavor a que me dejen plantada. En una mesa del fondo, justo bajo el cuadro de la "Mujer con sombrero" de Picasso, Adriana tenía clavada la vista en su taza de café, mientras con la mano derecha daba vueltas a la cucharita dentro.


- Amiga!- exclamé mientras extendía mis brazos para recibirla.


- Ay, amiga, qué bueno que pudiste venir!- me dijo mientras nuestras mejillas se encontraban y nos abrazábamos por dos segundos antes de sentarnos en torno de la mesa.


- ¿Cuéntame, qué pasó, qué onda?, ¿no que eran tan felices? - Le pregunté intuyendo la respuesta


- Ay, pues sí, amiga, Joaquín fue tiernísimo, un pan de Dios, ya vez que hasta aceptó ir a hacerse la prueba del SIDA para que yo estuviera tranquila y me pudiera acostar con él, también aceptó ir al dentista para la limpieza de sus dientes y hasta les empezó a poner talco a sus zapatos cuando se los quitaba para meterse a la cama, un santo, amiga, un verdadero santo...


- Pues sí, la neta, ha aceptado más de lo que cualquier cuate, con dos centímetros de ciencia, aceptaría por estar contigo.


- Es que me ama, me ama, amiga!-- y ella empieza a llorar y yo a sacar los kleenex de mi bolsa.


- A ver, Adriana, tranquilízate; respira profundo.... eso, ¿qué pasó entonces?, conoció a tu familia?


- ¡¿Qué intentas decir con eso?!, ¡mi familia es hermosa!, ¿o qué?, el hecho de que mi papá esté amargado y tenga un genio de la chingada y mi mamá se la pase buscando el árbol genealógico de mis galanes, no implica que sean mala onda; una vez que los conoces, aprendes a quererlos.


- O sea, sí; yo adoro a tus jefes... pero bueno, los conozco de años, sé su historia... en fin, ¿qué pasó con Joaquín?


- ¡Me cortó!, ¡me terminó!, me dijo que soy la mujer más tonta, ideática y desconsiderada que ha conocido en su vida. Me dijo que él ha hecho todo lo que está en sus manos por que nos la pasáramos bien, pero que yo no valoro su esfuerzo. ¡Me mandó al carajo, amiga!


Sobra decir que en este punto Adriana ya estaba debatiéndose entre lágrimas, mocos e histeria; mientras yo buscaba un nuevo paquetito de kleenex, porque íbamos empezando y no terminaba de empezar a plantearme el problema.


- A ver, Adriana, respira, tranquilízate.... eso. ¿Qué pasó, qué le pediste?


- Nada, te juro que no le pedí nada, fue una decisión que tomé, nada más... pero yo creo que no me quiere, porque de quererme hubiera respetado mis puntos de vista.


Esperando una "adrianada", respiré profundo y pregunté:


- ¿y, se puede saber qué decidiste?- Que no pienso volver a hacerle sexo oral, ni a él ni a nadie en el mundo.


Me tuve que tragar la carcajada que estuvo a punto de estallar en mi boca, dos lágrimas salieron involuntariamente por mis ojos, mismas que Adriana confundió con solidaridad y que yo limpié rápidamente con el kleenex.


- ¡¿Qué?!, o sea, ¿cómo?- Eso, amiga, no se la pienso volver a mamar en mi vida.


- Pero, ¿por qué?, ¿está enfermo?


- No, ¿cómo crees?, no, amiga... es algo peor, es una decisión tomada por mi salud.


- ¡Pinche Adriana!, !explícate, por favor!


- Ay, amiga, pues la culpa es de Internet... no has leído el artículo?


- Creo que no, ¿de qué artículo me estás hablando?- Ah, pues deberías, porque una oncóloga, sexóloga y feminista, afirma en un artículo que el hacer sexo oral a los hombres puede provocar cáncer en la boca.


- ¡¿Qué?! y también haber dormido en tu cunita de fierro pintada con casitas y conejitos, pudo haberte provocado cáncer en la sangre por los niveles de plomo de la pintura y la cuna... ¿No mames, Adriana, te cae que es por eso?


- Ay, amiga... es información científica...- No lo puedo creer... y se lo dijiste a Joaquín y él te mandó a volar...


- Pues sí. Y no lo entiendo, en vez de pensar que así yo duraré más tiempo para él, que podré dedicarle mi vida entera, envejecer con él... es injusto, ¿no crees?


- Mesero! - Le llamo al muchacho que está recargado en la barra y que ha estado observándonos desde hace buen rato.


- Dígame.


- Tráigame por favor un tequila y muchas servilletas, por favor.


Realmente sentí la necesidad de algo más fuertecito que el café para seguir escuchando a mi amiga, que para eso estamos las amigas, para escucharnos, comprendernos, apapacharnos y pendejearnos cuando la ocasión lo amerite... como aquella tarde.



Información sobre el cáncer en la boca como consecuencia del sexo oral en: http://www.20minutos.es/noticia/66387/34/

1 comentario:

Unknown dijo...

Geo,

Excelente historia, haves una narracion amena y actual, me gusto. Felicidades. Solo una pequena observacion, en la frase "delirio de temporalidad limitada" creo que es redundante, el hecho de que algo sea temporal ya es limitado, en fin, es una observacion. Saudos